Subterránea: La diabetes afecta a más del 10% de los argentinos y, según estudios globales, más del 90% de los casos son de tipo 2, asociada a sobrepeso, obesidad, edad avanzada y antecedentes familiares. Es una enfermedad crónica silenciosa, que puede pasar años inadvertida. La estimación es que el 45% de las personas que la padecen no tiene diagnóstico. Y a esto se suma un conocimiento reciente que pone en entredicho los tratamientos tradicionales, por lo que seis sociedades médicas del país expusieron una advertencia urgente: estudios observacionales locales indican que 4 de cada 10 personas con diabetes tipo 2 presentan enfermedad cardiovascular –mayormente de tipo aterosclerótica– y enfermedad renal crónica. Es un porcentaje superior al promedio global. Sin embargo, los tratamientos centrados casi exclusivamente en el control de la glucosa dejan de lado esos datos. “Tenemos que empezar a cambiar el mensaje: más que mirar los análisis de glucemia, hay que observar los tres órganos principales: corazón, riñón y cerebro”, resume el cardiólogo Gustavo Alcalá, sanjuanino e integrante de la Federación Argentina de Cardiología (FAC).
“Existe suficiente evidencia científica que apoya la necesidad de reemplazar el concepto «glucocéntrico» – enfocado en el control de los niveles de glucosa en sangre como único objetivo del manejo de la diabetes– para adoptar una mirada más integral, que atienda también aspectos vinculados a los factores de riesgo cardiovascular, renal o metabólico. Los resultados de los estudios realizados en el país en los últimos años nos obligan a reflexionar y a tomar medidas para mejorar la evolución de nuestros pacientes en la práctica clínica”, señala Alejandro Hershson, ex presidente de la Sociedad Argentina de Cardiología.
“Con la estrategia actual, perdemos tres a cero, para usar una metáfora futbolera”, provoca en el mismo sentido Alcalá.
Y señala, respecto a los tratamientos actuales: “El factor principal de la evolución de un diabético en los próximos dos años no será el azúcar, sino el colesterol, y eso es lo que los médicos no estamos transmitiendo bien. Eso, y la presión arterial, si fuma o no y cuántos kilos pesa”. Es una cuestión de vida o muerte cambiar el “chip” del abordaje. “Si prestamos atención a esos factores, entonces el número de infartos, de ACV y de muertes súbitas va a bajar”.
Los datos para un punto de quiebre, afirma, ya están: “El 80 por ciento de las muertes de diabéticos son cardiovasculares. Y de cada dos pacientes, sólo uno llega a la unidad coronaria, el otro muere en una cancha de fútbol o en el living de su casa”. Las mismas recomendaciones sobre el foco de la mirada emitió la Sociedad Europea de Cardiología: la mayoría de las personas con diabetes tipo 2 tienen riesgo cardiovascular elevado o muy elevado.
Alcalá propone, a tono con el comunicado emitido el 14 de junio último por sus pares de varias disciplinas, reformular los abordajes de la enfermedad de manera integral, desde los fármacos y estudios médicos hasta una relación más respetuosa con el paciente, que también construye saberes sobre lo que sufre, y el cambio en las prioridades para minimizar daños que hasta ahora no se ponderan pese a la reciente evidencia científica sobre la enfermedad.
La Argentina participó de un estudio global con protocolo unificado, junto a otros 12 países, que expone la urgencia de cambiar el rumbo porque la situación en el país es más grave: 40% de diabéticos con problemas cardiovasculares o renales contra el 30% promedio de todas las naciones participantes. “No hay tiempo”, avisa el cardiólogo Alcalá.
Los fármacos son uno de los ejes. “No damos mensajes claros y el paciente sigue usando remedios antiguos. El controlador de glucosa más recetado es de 1957, la metformina”, ejemplifica. El anclaje de esto, refiere, es que los tratamientos se apoyan también en información obsoleta, de las décadas del 80 y 90, que no tenía en su radar las enfermedades asociadas que los últimos datos disponibles ponen sobre el tapete.
“Otra cosa a la que no se le presta atención es el peso, porque eso lleva a la enfermedad cardiovascular”, agrega Alcalá. “Se calla de los dos lados, del paciente que no dice nada y del médico que tiene muchos remedios para bajar el azúcar pero no menciona los tres o cuatro para bajar el peso”.
“En la actualidad, el control óptimo de la diabetes debe considerar el control de todos los factores de riesgo incluyendo el sobrepeso y la obesidad. Es fundamental hacer énfasis en que, si (los pacientes) reducen al menos entre 5 y 10 por ciento su peso corporal, también van a disminuir su riesgo cardiovascular”, coincide Silvia Gorban de Lapertosa, presidenta de la Sociedad Argentina de Diabetes.
Alcalá, respecto de los medicamentos con los que se trata la diabetes, enfatiza la obsolescencia. De la insulina para controlar la glucosa, y de los otros para minimizar los problemas cardiovasculares y renales. Lo mismo con la insuficiencia de los estudios indicados al paciente, que no incluyen los que permiten detectar esas complicaciones en las que se juega la vida. Y en ese sentido, señala la necesidad de modificar las políticas públicas de salud para permitir un acceso generalizado a los exámenes que hoy no se hacen y ampliar las coberturas para los nuevos fármacos. Una cuestión de equidad. Y si la economía conspira, entonces, recuerda, está la enseñanza que dejó la pandemia de covid-19: “Si no hay medicamentos nuevos para todos, se debe priorizar los pacientes de mayor riesgo, hacer más ecografías, ecocardiogramas o tomografías de la cabeza para tener un mapa de los pacientes y poder decidir quiénes pueden esperar y quiénes no”.
Además, cerró, animarse a dejar la tutela de la industria farmacéutica, el sistema de salud y el académico hegemónicos: “Hacer guías latinoamericanas de tratamientos modernos, no copiar lo que hacen otros países como los europeos o Estados Unidos, con otras realidades”.
El alerta sobre el urgente cambio de enfoque en el tratamiento de la diabetes fue emitido a mediados de junio en un documento conjunto de la Sociedad Argentina de Cardiología (SAC), la Sociedad Argentina de Diabetes (SAD), la Sociedad Argentina de Hipertensión Arterial (SAHA), la Sociedad Argentina de Lípidos (SAL), la Federación Argentina de Cardiología (FAC) y la Sociedad Argentina de Nefrología (SAN).
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