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Sebastián Romero: “Me pusieron el Gordo Mortero para ridiculizarme”

“Quisieron ponerme a mí como el culpable de todos los males, como el responsable del desorden de ese día. Pero yo fui uno de los miles y miles de trabajadores que ese día dijeron basta”, señaló


Todavía era de tarde cuando la imagen ya estaba circulando en medios y redes sociales. Sebastián Romero recién lograba salir de las inmediaciones del Congreso cuando vio su celular repleto de llamadas perdidas y mensajes. Le avisaban que había sido fotografiado lanzando pirotecnia con un arma casera contra la Policía durante la protesta contra la reforma previsional. Era diciembre de 2017, Romero no sabía que su vida estaba a punto de cambiar.

Lo que siguió fueron pedidos de detención, informes televisivos, presentaciones judiciales, prisión preventiva y pedidos de excarcelación. Hoy, el ex delegado de General Motors y militante del Partido Socialista de los Trabajadores Unificado, se encuentra en una casa en Ciudad de Buenos Aires cumpliendo prisión domiciliaria y a la espera de un juicio, que cree, empezará antes de fin de año. Se lo acusa por dos delitos: intimidación pública y atentado y resistencia a la autoridad.

“Nunca me imaginé que podía pasar todo esto”, afirma Romero a través de un video llamado en una entrevista con El Ciudadano. A casi tres años de la masiva manifestación frente al Congreso y la posterior represión, habla de una persecución judicial a la clase trabajadora y cómo los medios intentaron ensuciar su imagen que se sintetizó bajo el nombre “el gordo mortero”. “La orden era desalojar a los manifestantes y así sucedió lo que sucedió. En el medio de todo ese ínterin salió mi foto tirando una pirotecnia de la forma que la tiraba, los medios lo tomaron y lo replicaron tantas veces que se perdió un poco el por qué yo me estaba manifestando ese día”, explica.

Romero sostiene que con la pirotecnia -y de la forma que la tiró, a 45 grados- no podía lastimar a nadie y que tampoco era ese el fin. “Yo creo que más violentas eran las políticas del Estado en ese momento. Y más violenta fue la Policía. Fue la primera vez que estaba frente a una represión de tal magnitud. Ellos estaban armados con su sistema de seguridad, balas de goma, gases lacrimógenos y yo tiré una pirotecnia que está demostrado que no hace daño a menos que reviente cerca y yo no fui y la puse en la cara de alguien. Es una bomba de estruendo que hace ruido. Está bien, se puede discutir si estaba bien o mal romper la plaza como rompieron o tirar piedras. Se dañó una plaza pero así de destruidas quedan las familias trabajadoras cuando son despedidas y lo que pasó en General Motors con las 350 suspensiones de ese momento fue eso: te replanteás cómo vas a vivir, qué le vas a dar de comer a tus hijos, si vas a poder continuar pagando el alquiler”, relata.

En este sentido, agrega que “hay que defender el empleo como sea y la autodefensa es un derecho de los trabajadores”: “Me pusieron el gordo del mortero para ridiculizarme o para hacer pasar la discusión por otro lado. Se olvidaron de quién era yo, jamás dijeron que era uno de los suspendidos en General Motors ni que era un trabajador quejándome contra la reforma que iba a empobrecer primero a mis viejos y en un futuro a mí. Estábamos en contra de todo un paquete de reformas y de medidas políticas del gobierno. No era una cosa sola, era un conjunto de situaciones que nos llevaron a miles a manifestarnos”.

“Fui uno de los miles y miles de trabajadores que ese día dijeron basta”

Romero tiene 35 años y siempre vivió en Rosario. Creció en un Fonavi de zona oeste y en 2012 empezó a militar en política gremial. Recuerda los días previos a esa manifestación de fines de 2017. Relata que había un clima tenso dentro de las fábricas, donde los sindicatos advertían que si se aprobaba la reforma previsional propuesta por el gobierno sería más fácil posteriormente que se apruebe una reforma laboral. “Teníamos que ser la mayor cantidad posible de fuerza porque era frente al Congreso donde se iba votar la ley y la clase obrera también tenía que estar ahí presente”.

“Quisieron ponerme a mí como el culpable de todos los males, como el responsable del desorden de ese día. Pero yo fui uno de los miles y miles de trabajadores que ese día dijeron basta”, señala.

La viralización de su imagen, los informes sobre su vida, los memes que se compartieron aquellos días lo impactaron. Primero le pareció un poco absurdo que le dieran tanta entidad. Después, cuenta, sintió que hubo un ataque gordofóbico al elegir el apodo “el gordo mortero”. De todos los adjetivos que podían elegir, eligieron ese, puntualiza Romero. “Hay una estigmatización hacia las personas que son obesas. En ese momento estaba gordo y lo reconocía, no tenía problemas con respecto a eso pero hay muchas personas que sufren inclusive los chicos en la escuela sufren bullying y la anorexia y la bulimia son una de sus consecuencias. Todo para cumplir patrones de la sociedad, el deseo del ser flacos. Tuvo algún impacto en lo personal en el sentido de decir podrían haber puesto un montón de apodos ¿por qué el gordo del mortero? Lo hicieron para ridiculizar”.

Al mismo tiempo piensa que algo de eso generó simpatía en sectores de la sociedad que jugaron a transformarlo en una suerte de símbolo de la resistencia al macrismo.”Hay una cosa un poco burlesca, medio divertida de la imagen que se compartió. Se hicieron un montón de memes, el ingenio humorístico de agarrar algo y ponerlo al servicio de varias miradas. Para mí fue una exposición muy grande a nivel mediático. Primero me pusieron en una línea de personaje violento. Después me discriminaron por gordo. Pero todo eso jugó en contra porque así como generó se un símbolo de violencia otro sector lo vio con una simpatía increíble y como símbolo de resistencia, de lucha. Con el mortero no iba a hacer nada, no podía hacer nada. Pero de manera simbólica quedó plasmado esa imagen del gordo mortero frente a la plaza. Frente a todos los problemas habidos y por haber que tenía el país”.

“En lo emocional y personal lo que más me preocupaba era mi familia, que son trabajadores, no son del partido y fue muy violento todo lo que se dijo. Yo soy militante socialista de un partido revolucionario, tengo conciencia de clase y tengo mucha conciencia también de que en las luchas a veces se puede hasta perder la vida. En Argentina hay muchas situaciones de gatillo fácil y de militantes socialistas que fueron muertos por la represión desde el 2001 en adelante”, plantea.

“Apareció esta cuestión de dar explicaciones. Los medios pueden formar opiniones, tienen el poder de destruir a una persona. Está bien, ya se dijo todo lo que se dijo y todo lo que pasó, ¿pero dónde está ahora la posibilidad de que reivindique quién soy? Al frente de la mirada del público va a quedar como que soy un violento o el gordo del mortero o un personaje medio ridículo o un símbolo de lucha. Eso es algo que veré cuándo salga de esta situación. Todavía no caigo de la dimensión que tomó. Mis compañeros y mi familia ahora que ya podemos estar comunicados vía video llamada me dicen del impacto que tuvo. Todavía no pude salir a las calles a verme con mis amigos o participar de una asamblea o de movilizaciones para ver el impacto que tuvo aunque parece que fue bastante masivo”.

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