Espectáculos

Se apagó la voz de Los Mejores, murió Chiabrando

Norberto Chiabrando falleció a los 69 años. Había venido desde Bell Ville cuando se abrió Canal 3, y se transformó en uno de los grandes locutores de Rosario.


Conductor de radio y  un difusor de las músicas del mundo. Falleció Norberto Chiabrando, el locutor del clásico programa de la AM rosarina Los Mejores, durante dos décadas.

Norberto era un amante de la música, aunque su debilidad y pasión era el flamenco. Según alguna vez contó, en su juventud formó una banda de rock en BellVille, junto a su amigo Julio Orselli, con quien se vino de la localidad cordobesa para trabajar en las radios rosarinas. Norberto consiguió su primer trabajo como locutor de cabina de Canal 3, cuando se inauguró la señal en 1965.

 

Chiabrando trabajó durante cuarenta años en las radios de la ciudad, donde se desempeñó en LT2 y LT8, pero también pasó por varias radios de frecuencia modulada de la ciudad.

Fue conductor del programa Los Mejores que se emitía por LT8 de lunea a viernes, en el horario de 8 a 12, donde ponía todo su energía para ‘levantar’ el clima de radio, con su enorme y contagiosa  capacidad, y transformar el estudio en un improvisado escenario donde los músicos cantaban y él hacía palmas y bailaba, olvidando por momentos que estaba en el aire. 

Norberto estaba casado con Perla Peiretti, también locutora, con quien tenía dos hijos.

En su perfil de la red social Facebook. Chiabrando escribió: “me gusta el flamenco, el fandango y la jarana. Juntarme con mis amiga/os, verlos bailar Y HACERLOS FELICES. Sé que no es fácil pero tengo 68 y no mucho tiempo por delante”. Norberto había nacido el 13 de septiembre de 1942, era un declarado devoto de la Virgen del Rocío.

 

Los restos del locutor serán velados en el 3ª piso de Caramuto (Córdoba 2936), y sus restos serán sepultados el miércoles a las 9, en Cementerio Jardín de Ibarlucea.

 

 

El flamenco, el fandango y la jarana. Por Patricia Dibert.

Foto gentileza de José Rodríguez

“Me gusta el flamenco, el fandango y la jarana. Juntarme con mis amigos, verlos bailar y hacerlos felices. Sé que no es fácil, tengo 68 y no mucho tiempo por delante”, había escrito Norberto Chiabrando en su perfil de Facebook hace un tiempo. Todo dicho. Cuando se conoció la noticia del fallecimiento del entrañable locutor, los recuerdos concordaban con sus propias palabras.
“Pat, escuchá lo que traje”, me decía Norberto en las mañanas de LT8, y sacaba de sus dos portafolios cassettes y CDs con grabaciones encontradas, donde sonaban músicas del mundo. Chiabrando era dueño de una voz potente, una modulación impecable, con un registro que sabía domar y adaptar a las circunstancias; era un locutor de la vieja escuela, siempre dispuesto a subir los tonos hasta el techo o bajarlos a los graves, para convertir cualquier frase en la verdad más rotunda y vendedora.
Con su actitud positiva, comenzaba la mañana de la radio con envidiable polenta; su saludo de comienzo de programa podía poner de buen humor a cualquiera, aunque cedía a otros climas más tranquilos ante la realidad truculenta.
Lo mismo hacía en los escenarios. En la Fiesta de Colectividades, que él ayudó a instalar en la ciudad con su fanatismo hacia las culturas del mundo, se ocupaba de conducir el Día de la Tradición. A veces se quedaba parado al borde del escenario y, en el momento justo, encendía el micrófono y se transformaba, y arremetía en la escena con una fuerza arrasadora y contagiosa.
Su devoción hacia la Virgen del Rocío lo llevó a peregrinar por los caminos de España, disfrutando a cada paso de los tablados y de las bulerías. Otro “clásico de su repertorio” eran los villancicos de Navidad cantados en Los Mejores, reclamados cada año por los oyentes que pedían “los 12 cascabeles”.

Un verdadero artista, gracioso y genial. Por Diego Montilla.

Una noche del año 2000, un  frío viernes exactamente, en una LT8 desierta, con Marcelo Martín, otro productor, le dimos el borrador de un personaje que habíamos inventado para el programa Delirantes al Gordo Chiabrando. Era el Doctor Remersaro, un operador político de la más baja estofa que tenía que dar un discurso a integrantes de un partido político para convencerlos de la necesidad de lograr más votantes. Claro que las intenciones de este truhán eran las más bajas e infames. Le dijimos a Norberto de qué se trataba y el gordo se paró frente al micrófono y materializó al turro de Remersaro. Con toda naturalidad, e impostando la voz, simuló estar frente a un comité de barrio con un auditorio pequeño pero encendido. Sin titubear, improvisó un discurso sin fisuras y muy gracioso, como si fuera este tipo, típico representante de la faena política de los años 30. Ahí fuimos testigos de su genialidad, y es algo que me quedó marcado a fuego. Atrás del vidrio veíamos cómo el tipo se compenetraba en su papel de manera impresionante.
Delirantes fue una experiencia inolvidable, un programa que salía los sábados a la mañana por La Ocho. Participaron, además de Norberto, las actrices Andrea Fiorino y Gachy Roldán; Monchi Balestra, Marcelo Tapia y Patricia Dibert. Otro personaje bizarro al que el Gordo le puso el cuerpo fue Norberto Internacional, un cantante decadente pero totalmente querible, que era algo así como una especie de Sandro de cantina. Norberto cantaba sobre pistas de bolero poniéndole más pasión que Raphael. Es por eso que no dudo en afirmar que, además de un locutor de fuste, el Gordo era un artista en el más amplio sentido de la palabra.

Foto J. Rodríguez. Chiabrando, Carlitos Balá, Mariel Borelli, Tony Bozer y Ester Stekelberg

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