Edición Impresa

Reflexiones

Scioli y Randazzo testean los perfiles para sus vice

Gerardo Zamora, de los últimos radicales con dominio territorial que perduran en la galaxia K, figura en los radares de Daniel Scioli y de Florencio Randazzo cuando, en ejercicios aún teóricos, los candidatos sondean variables para seleccionar un vice.


Gerardo Zamora, de los últimos radicales con dominio territorial que perduran en la galaxia K, figura en los radares de Daniel Scioli y de Florencio Randazzo cuando, en ejercicios aún teóricos, los candidatos sondean variables para seleccionar un vice.

Zamora, segundo en la línea de sucesión presidencial detrás de Amado Boudou, conjuga varios dones: domina una provincia, Santiago del Estero –gobierna su mujer, Claudia Ledesma Abdala–, en teoría ensancha el sendero del peronismo por su perfil radical y es, al menos cronológicamente, inevitablemente K.

La coincidencia de Scioli y Randazzo respecto de Zamora puede resultar llamativa porque, según la hoja de ruta de los búnkers, los presidenciables K parecen necesitar vices distintos. Por eso no son los únicos y flota, además, la incertidumbre sobre cuál será la intervención de la presidenta. Cuáles son las circunstancias.

Scioli parece condenado a seleccionar a un híper-K o, al menos, a alguien que resulte más kirchnerista que él en el sentido discursivo e, incluso, estético. El propósito es puntual: kirchnerizarse para retener, en la primaria, el voto ultra K que constituye al menos el 40 por ciento del potencial voto del FpV en agosto.

Motonauta en aguas bravas

El sciolismo marcó a Axel Kicillof como el indicado para ese fin. ¿Qué mejor que el mejor asesor de Cristina de Kirchner, el ministro más neocamporista? Pero ahora en La Plata entienden que, quizá, la presidenta no permitirá que ponga de vice a uno de sus ministros porque eso, en el futuro, podría leerse como un condicionamiento o una intromisión. Algo así como una remake de lo que ocurrió con Gabriel Mariotto como vice bonaerense.

Al expediente Axel lo sobrevuela una picardía: la alta exposición como potencial vice podría formar parte de una operación más destinada a “quemarlo” que a impulsarlo. Por lo pronto, Scioli –en su poesía híper K– llegó en estos días a plantear que podría mantenerlo como ministro. Esas definiciones dicen mucho sobre cómo se para el gobernador frente a la pelea de agosto, porque debe retener el voto kirchnerista para que no se concentre en Randazzo.

José Luis Gioja, el gobernador de San Juan, es el preferido de Scioli, pero no parece cumplir el requisito de kirchnerizar al bonaerense. Más útil para ese fin podrían ser Jorge Capitanich o Sergio Urribarri, dos nombres que aparecen en las grillas tanto de Scioli como de Randazzo. El misionero Maurice Closs, de diálogo con los dos pero más cerca del gobernador, luce entre nombres posibles.

Randazzo, que recién empezó a transitar la campaña con intensidad, visualiza a Zamora –también encaja Urribarri– por una razón más práctica: con despliegue en el norte y de buen vínculo con los demás gobernadores, el santiagueño puede permitirle equilibrar la alianza de Scioli con los caciques del PJ de esos pagos, entre ellos José Alperovich (Tucumán) y Eduardo Fellner (Jujuy). Nadie lo dirá, pero subyace un asunto más mundano: la fiscalización en esas zonas durante las Paso, un temor que a medida que se acerca la elección adquiere más fuerza.

Encarrilando la formación

En teoría, Randazzo no necesita un vice que le potencie el perfil ultra K porque, en la comparación con Scioli, aparece más cercano en ideología y conductualmente más parecido a Cristina o a Néstor Kirchner. Así y todo, entre los votantes cristinistas las preferencias están divididas casi en partes iguales.

El randazzismo dice, entre el desafío y el consuelo, que “la militancia está con Florencio y la dirigencia con Scioli”. Por eso, quizá, al margen de Zamora podría apuntar a un jefe provincial que le aporte volumen y estructura, como Urribarri, que además queda suelto y tiene un esquema propio. O, en otro juego, buscar a un delegado de La Cámpora.

Ahí asoma otro asunto y tiene que ver con el rol de Cristina. Hace tiempo se desliza que permitirá que los candidatos pongan a sus vice luego de especularse con que decidiría a los dos. Se da por hecho que la prioridad de Olivos serán las boletas legislativas y que, llegado el caso, imponer a los vice es más riesgoso que beneficioso. “Si pone el vice, cuando éste marque algún matiz, van a acusar a Cristina de querer condicionar al presidente y de no dejarlo gobernar”, sintetizó un operador ultra K. Deja vú Mariotto.

La preferencia de la jefa

Así y todo, la opinión de Cristina y Máximo tendrá valor en ese trámite, porque ningún dirigente que asuma como jefa a la presidenta aceptaría el cargo de vice sin antes consultar en Olivos. Tanto respecto de Scioli como respecto de Randazzo. Por otro lado, no intervenir en ese proceso podría leerse como una actitud prescindente, algo que parece beneficiar a Scioli más que a Randazzo, que debe seducir a los votantes ultra K y le vendrían bien gestos o palabras de la presidente.

Comentarios