Sociedad

El hombre de la imprenta

Sarmiento, Rosas y el por qué de la calle 25 de Diciembre

Rosario se sumó decidida al Ejército Grande pero su oposición al Restaurador a la Leyes no había sido hasta entonces su habitual postura


“No pudiendo ahora ni más tarde manifestar de otro modo mi gratitud a los habitantes del Rosario, lo hago por este medio, para que mi nombre se asocie al recuerdo del día más feliz para su pueblo civilizado y es aquel que erigió su primera imprenta”, agradeció y reclamó Domingo Faustino Sarmiento con una carta dirigida a los rosarinos y fechada el 1º de enero de 1852. Una semana antes, el 25 de diciembre de 1851, la Villa del Rosario había proclamado su apoyo a Justo José de Urquiza y al Ejército Grande, del cual formaba parte Domingo Faustino Sarmiento en su función de “boletinero”. Por este motivo, se había hecho confeccionar un traje militar, aunque nunca entró en combate sino más bien peleó con la pluma, y se había tomado un daguerrotipo, uno de los primeros de nuestra historia.

En ese marco, unos 28 mil soldados, 55 mil caballos aportados por Entre Ríos, Corrientes, Uruguay y Brasil, que habían cruzado el río Paraná a la altura de Diamante, se unían a los rosarinos y emprendían una campaña para buscar derrotar al gobernador de Buenos Aires, don Juan Manuel de Rosas. El choque se dio en Caseros, el 3 de febrero de 1852, donde se produjo un claro cambio en la historia argentina.

El Restaurador fue vencido y emigró. Justo José de Urquiza, quien tenía el mando del Ejército Grande, se impuso como nuevo líder nacional, impulsó la Constitución argentina y ocupó el puesto de presidente de la Confederación argentina desde 1853. Rosario, claramente se unió a la oposición a Rosas y la semana que transcurrió entre Navidad y Año nuevo fue clave: reacomodó a la Villa del Rosario en el nuevo mapa político. Por qué los rosarinos agasajaron a Sarmiento y se opusieron a Rosas, es una pregunta que continúa llamando a la reflexión.

Saludo a Sarmiento

“Habituado a luchar con el tirano de nuestra patria, desde el destierro, y sin otro galardón que el testimonio de mi propia conciencia me sentía demasiado conmovido anteanoche para dirigir la palabra a los habitantes del Rosario que se han dignado darme tan envidiable prueba de estimación, visitándome reunidos. Si algo he hecho en bien de nuestro país, este acto me lo paga con usura, y creo que he logrado expresar en mis escritos los sentimientos comprimidos por tantos años en el corazón de cada uno de mis conciudadanos, por las simpatías que he encontrado en cada una de las provincias que he atravesado”, recordó Sarmiento la manera en que capitalizó la efervescencia popular que debería haber vestido a Urquiza durante las últimas jornadas de 1851 en Rosario.

Alojado en la casa que había pertenecido a Martín de Santa Coloma, el lugarteniente de Rosas en el sur santafesino y norte bonaerense, el sanjuanino recibió los aplausos, vivas y elogios de los rosarinos. Entre otras cosas, aplaudieron que Sarmiento se había hecho traer una imprenta con la que pretendía combatir al gobernador de Buenos Aires. Esa no fue la única vez que el sanjuanino despojó al héroe de la batalla de Quebracho (cerca de San Lorenzo) contra la flota anglofrancesa, sino que tras la batalla de Caseros Sarmiento lo sacó de una iglesia y, junto al abogado unitario santafesino Francisco Seguí, quien sostenía que Santa Coloma le había robado una novia, lo hicieron degollar.

Más allá de las muestras de júbilo hacia Sarmiento, Rosario no siempre se había mostrado en oposición a Rosas; incluso desde la batalla de la Vuelta de Obligado, la Villa había reactivado su comercio fluvial.

El Hueco de Cardoso

El vuelco de la población rosarina en contra de Rosas se dio en el denominado Hueco de Cardoso, ubicado en la actual calle San Luis entre Buenos Aires y Juan Manuel de Rosas, un lugar –que sirvió de arsenal también– donde se realizó la proclama.

“Una vez en el sitio indicado, y a pocos momentos, estuvo con nosotros el señor Centeno, acompañado de don Pedro Tiscornia y del tambor Casimiro Fernández con su instrumento; (…) dimos el grito de viva la libertad y muera Rosas”, recordó José Prudencio Arnold, según cita de Juan Álvarez.

Desde allí, los rosarinos se dirigieron por la calle que tomó la denominación del acontecimiento, 25 de Diciembre, antiguamente llamada Mensajería y actualmente lleva denominada Juan Manuel de Rosas en un gesto de reconciliación durante el gobierno de los noventa. La otra vía urbana que fue renombrada en base a esta coyuntura fue 1º de Mayo, y tiene que ver con el célebre “Pronunciamiento de Urquiza”, es decir la declaración formal de oposición del entonces gobernador entrerriano a Rosas, el 1º de mayo de 1851. ¿Por qué entonces, Rosario y Santa Fe se unieron al Ejército Grande?

Un puerto, dos proyectos

En 1835 Rosas inició su segundo gobierno al frente de la provincia de Buenos Aires y con mano férrea. Tras el asesinato de Facundo Quiroga, el Restaurador de las Leyes logró consolidarse como el jefe máximo del federalismo en las Provincias Unidas y, con el acuerdo de las provincias, se mantuvo como el interlocutor de éstas con los demás países. Rosas, entonces, controló la navegabilidad de los ríos, es decir hizo que todas las transacciones pasaran obligadamente por el puerto de Buenos Aires. Eso permitía que las mercancías extranjeras no den por tierra a la producción local.

Una provincia federal, Corrientes, sin embargo no estuvo tan de acuerdo con este marco comercial de tinte unitario y siempre mantuvo el interés de vender sus cueros a los ingleses y franceses de forma directa. A ésta luego se unió la de Entre Ríos bajo la órbita de Urquiza. En tanto, Santa Fe había sido la eterna aliada de Rosas cuando Estanislao López fue gobernador entre 1818 y 1838, y bajo este gobierno la provincia se mantuvo pobre y ayudada por Buenos Aires. A la muerte del Patriarca federal santafesino, lo sucedió su hermano Pablo, quien tuvo idas y vueltas con el rosismo, tentado por unitarios y por las posibilidades del comercio exterior.

En 1845, cuando se produjo la batalla de la Vuelta de Obligado, desde Buenos Aires se destinó un contingente de mil hombres bajo las órdenes de Santa Coloma, que se acantonaron en la orilla del arroyo Saladillo y protegieron el sur provincial. Empezaron entonces años de bonanza por la ampliación de la ganadería y del comercio por agua con Montevideo. Sin embargo, hacia fines de los 40 se produjo una terrible sequía que complicó dicha producción mientras Rosas intentaba recortar el comercio con los montevideanos. Esas muestras de bienestar, tal vez, hicieron creer a los rosarinos que con Urquiza y no con Rosas, estarían mejor. La llegada de Sarmiento con su imprenta, entonces, no hizo más que agitar ese entusiasmo.

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