Cultura

Entrevista

Santiago Roggerone presenta el libro “Tras las huellas del marxismo occidental”

En una entrevista con El Ciudadano, el autor dejó sus impresiones sobre la vigencia de esa ideología, sus características y los aportes de nuevos intelectuales que piensan los problemas o personajes de la actualidad desde esa perspectiva


A mediados de los 70 ya se oía el ruido de lo que iba a ser el triunfo de Margareth Thatcher en Reino Unido como gran abanderada de la derecha frente a un laborismo, frente a una izquierda que parecía inmovilizada ante el discurso del neoliberalismo. En esa misma época, el historiador Perry Anderson lanzaba su texto Consideraciones sobre el marxismo occidental en el que retomaba a una serie de intelectuales de Europa del oeste desde Antonio Gramsci hasta Theodor Adorno, pasando por Louis Althusser o Walter Benjamin, entre otros. El libro fue una revalorización de esa tradición de pensamiento a la vez que una mirada crítica hacia dichos pensadores. A casi 50 años, Santiago Roggerone vuelve a hacer una lectura de esa corriente de pensadores con Tras las huellas del marxismo occidental, el libro que será presentado este miércoles 7 de septiembre, a las 18, en el Espacio Cultural Universitario (ECU, San Martín 750). La actividad es organizada por el Centro de Historia de los Trabajadores y las Izquierdas (Cehti). En una entrevista con El Ciudadano, el autor dejó sus impresiones sobre la vigencia de esa ideología, sus características y los aportes de nuevos intelectuales que piensan los problemas o personajes de la actualidad desde esa perspectiva.  

 —¿Qué vigencia tiene el marxismo occidental en la actualidad?

Conceder una respuesta concluyente a esta pregunta sería algo ciertamente difícil de hacer, pues, en términos muy generales, ella atañe a lo que intento explorar en la integridad del libro. Lo que me propuse en este trabajo, vale decir, es efectuar una aproximación al concepto de marxismo occidental y, como derivado de ello, pasar revista a la trayectoria intelectual de uno de sus principales promotores: el historiador y ensayista británico Perry Anderson. Luego de un largo recorrido, en el libro arribo al contexto de las discusiones conceptuales contemporáneas y, de alguna manera, verifico que expresiones de las que actualmente se hace uso dentro y fuera de la academia –mil marxismos, nuevas teorías críticas, etc.– se hallan en deuda con la noción y sus premisas. Este sería entonces un primer motivo por el cual podría decirse que el marxismo occidental goza de una cierta vigencia: el que perviva a través de otros términos supone que continúa detentando capacidad explicativa. Existe, sin embargo, un segundo motivo que es aún mucho más empíricamente corroborable. El marxismo occidental dispone de vigencia a causa de que las principales corrientes, tradiciones y escuelas que conformaron su canon –y, en lo que respecta a la definición del mismo, la intervención de Anderson fue sin dudas clave– continúan desarrollándose, produciendo y constituyendo un semillero de figuras y exponentes intelectuales. Piénsese, por caso, en el althusserianismo o la llamada Escuela de Fráncfort: se trata de dos tradiciones de pensamiento marxista-occidental que, en unas condiciones que claramente no son ya las de otrora, siguen activas e interpelando al presente.

 Tras la Caída del Muro de Berlín, ¿es necesario seguir dividiendo al marxismo de manera geográfica?

Recién proporcionaba dos motivos –podría proporcionarse algunos otros como por ejemplo el de la obsesión que derechistas conspiranoicos manifiestan tener por un marxismo cultural presuntamente surgido por obra de la Escuela de Fráncfort– gracias a los cuales puede establecerse que el marxismo occidental dispone de una cierta vigencia. Ahora bien, podría afirmarse también que el marxismo occidental, tanto como concepto y como realidad que ese mismo concepto intenta nombrar, no cuenta con demasiada vigencia debido a que el mundo del cual surgió y al que a su modo respondió ha cambiado drásticamente. De 1989-1991 para acá, efectivamente, hablar de occidente y/u oriente no tiene mucho sentido. Tras el colapso de los socialismos reales y la globalización del capitalismo neoliberal, “occidental” ya no puede ser por tanto un adjetivo del marxismo. Hay, desde ya, muchos adjetivos del marxismo a los que tiene sentido seguir recurriendo. Pero dado que “oeste” y “este” ya no tienen la misma connotación o incluso significado que en la época del mundo bipolar, “occidental” no puede seguir siendo uno de ellos. Esto no quita, obviamente, que se pueda apelar a otro tipo de divisiones geográficas para dar cuenta de la actualidad del marxismo y el más amplio pensamiento crítico o emancipatorio-radical. Hablar de marxismos periféricos o del sur y centrales o del norte, por ejemplo, es algo completamente admisible y que se adecúa a la realidad global en la que vivimos.

 ¿Qué tomás de Fredric Jameson para analizar el marxismo occidental?

 Para la propuesta del libro, Jameson es, luego de Anderson, el autor probablemente más importante. Lo que recién señalaba a propósito de la irrelevancia que en las presentes condiciones posee hablar de marxismos occidentales y/u orientales se complementa con lo que en el libro denomino la hipótesis de Jameson. En lo fundamental, ella implica un cambio del registro espacial o sincrónico al temporal o diacrónico, pues, en el contexto de la imposición del neoliberalismo como lógica del capital a escala planetaria, el crítico y teórico literario estadounidense va a decir que, dejando atrás toda forma temprana o intermedia, el marxismo ya no tenía más alternativas que volverse tardío. Lo que el marxismo debía hacer en medio de la caída del Muro de Berlín y la disolución de la URSS, en efecto, es devenir tan trasnacional, global y tardío como el momento o ciclo al que el capitalismo había entrado a partir de la década de 1970. Existen algunos indicadores como para creer que, al menos en términos teóricos, desde mediados de la misma década de 1990 ocurre algo como eso. Se trata, sin embargo, de algo sumamente discutible. En cualquier caso, entiendo que apelar al registro histórico y universalizante jamesoniano para dar cuenta del estado o la situación del marxismo es algo que posee muchísima más potencia que una división eminentemente anacrónica como es la de occidente y oriente.

 ¿Es posible que el posmodernismo haya entrado en crisis con la aparición de personajes políticos como Milei, Trump o Bolsonaro, o forma parte de lo mismo?

Para ensayar algún tipo de respuesta a un interrogante tan complejo como éste, pienso que primero habría que establecer algo sobre el posmodernismo, idea ciertamente esquiva de la que, sobre todo entre las militancias de izquierdas, se ha hecho verdadero abuso, empleándose como una especie de comodín peyorativo. Si nos valemos exclusivamente de la obra de Jameson, el posmodernismo es un término que da cuenta de una dinámica intrínseca a la fase trasnacional, global y tardía del capitalismo. El posmodernismo, en efecto, es al capitalismo neoliberal lo que el realismo y el modernismo correspondientemente habían sido a las variantes liberal y posliberal de ese modo de producción histórico: una dominante cultural. Como buen pensador dialéctico que es, Jameson, no obstante, no piensa que, particularmente en el caso del posmodernismo, haya un quiebre o ruptura radical respecto al modernismo. Lo contrario es más bien lo cierto, pues, a los ojos del autor norteamericano, la posmodernidad –que, desde ya, no es estrictamente lo mismo que el posmodernismo– no es tanto algo que sigue o sucede a la modernidad como la consagración absoluta de sus premisas y por ende de ella misma. Teniendo particularmente esto en cuenta, me aventuraría a decir que la aparición de los personajes aludidos no necesariamente supone una crisis del posmodernismo. Tal aparición, en un punto, es una expresión más de él.

Ahora bien, esto no implica que el capitalismo neoliberal del que dicho posmodernismo es una lógica o dominante cultural se encuentre incólume. No hay dudas de que vivimos en una época de guerras, crisis e incluso revueltas en el que los parámetros del consenso neoliberal se zarandean a izquierda y derecha. De momento, sin embargo, la tensión se mantiene y no hay consumación alguna. El que nos toca en suerte es un momento de transición en el que, como decía Gramsci, lo viejo no muere y lo nuevo no termina de nacer. En ese trágico y prolongado claroscuro hay lugar para fenómenos aberrantes y la emergencia de todo tipo de monstruos.

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