Ciudad

Santa Fe innova en los planes de vivienda social

En la capital ya se construyen las llamadas Casas del Cambio, que diseñan sus propios adjudicatarios.

La imagen muestra el prototipo ya construido en la zona norte de la capital provincial.

Por: Claudio de Moya

Casas iguales, uniformadas en fila o una sobre otra, con escasa luz natural y ventilación, imposibles de modificar sin menoscabar la calidad de vida de sus habitantes y sin tener en cuenta sus identidades y el entorno. Son características comunes a la mayoría de los planes de vivienda social existentes en la Argentina. Rasgos negativos que, incluso, comparten con no pocas construcciones de gama media o alta erigidas bajo la primacía del negocio inmobiliario. El gobierno de Santa Fe comenzó a materializar la semana pasada un proyecto destinado a gente de escasos recursos que, afirma, va en sentido contrario: el futuro propietario es protagonista del diseño de su vivienda, la que a su vez está pensada para poder ampliarse en forma programada –o incluso achicarse– acompañando de esta manera los cambios del núcleo familiar y de sus necesidades. La iniciativa, que en su inicio contempla 24 unidades en la zona norte de la capital provincial, pone en juego el innovador concepto de Casas del Cambio, que propone el reconocido arquitecto de la Universidad Nacional del Litoral César Luis Carli: un prototipo base organizado en módulos que admite nada menos que 10 millones de combinaciones posibles “a gusto del usuario”, y que incluye entre sus singularidades la implementación de aberturas “esclusa”, que permiten modificar a voluntad los ambientes transformándolos en polifuncionales.

Detrás del concepto de déficit habitacional asoma la gente que por sus ajustados ingresos económicos no puede acceder a una casa propia o, al menos, al alquiler de una ajena. En la provincia de Santa Fe, según los conservadores datos del Registro Único de Inscripción Permanente que lleva la Dirección Provincial de Vivienda y Urbanismo, existen 120 mil familias en esas condiciones. Como demuestra la cifra de 300 edificios levantados el año pasado sólo en Rosario, viviendas se construyen. Pero se lo hace con la mirada puesta en la ganancia de los inversores inmobiliarios o en la renta de los futuros propietarios que, siguiendo la metáfora de las publicaciones financieras, “refugian en ladrillos” el valor del dinero que les sobra. Y así, las necesidades de quienes efectivamente tendrán que vivir bajo esos techos quedan rezagadas, precisamente, al segundo plano de los proyectistas. Incluso cuando no es el sector privado con su inseparable motivación de lucro, sino el Estado con su obligación social a cuestas, el que financia y diseña. El Ejecutivo santafesino puso en marcha un proyecto que devuelve el centro de la escena y el protagonismo a las familias que pasarán gran parte de sus vidas en las nuevas edificaciones. Está basado en las llamadas Casas del Cambio, un concepto de viviendas “flexibles” que no sólo contemplan la profunda transformación social del último medio siglo sino también la capacidad de responder a las necesidades cambiantes de quienes las habitan.

La solución es local, pero el problema es universal. “Es una preocupación de la mayoría de los países la carencia de viviendas, y entonces enfatizan la cantidad. Hacen una cantidad enorme, pero se olvidan que dentro de esos habitáculos, la mayoría de las veces todos iguales, en hilera, tiene que vivir gente, chicos, y que en ellos va a desarrollarse el caudaloso universo de la vida, tan cambiante, tan impreciso hoy, que se ha modificado sustancialmente en los últimos 50 años”, esgrime el arquitecto Carli sobre su visión social de la arquitectura. “Porque cambió la sociedad, no es la misma. Le dio lugar a las mujeres, a la gente con sexualidad diferente, a la que comenzó a respetar. Y una sociedad en cambio exige una arquitectura de cambio. Esta que nosotros nos propusimos. Pero que al mismo tiempo sea confortable, que tenga galerías, que los chicos jueguen, que puedan reunirse con sus amigos del barrio. Y que los jóvenes y los viejos también puedan hacerlo”, sostuvo. Así, la transformación social y el respeto por la identidad de cada lugar y de sus habitantes se unen en la propuesta de este profesional recibido en la Universidad Nacional del Litoral en 1964, con un posgrado de urbanismo realizado en Francia, autor de numerosas publicaciones y fundador de la Escuela de los Grandes Espejos, que funciona en la capital provincial (ver aparte).

Carli explica la idea de las nuevas Casas del Cambio, que ya empezaron a construirse en un terreno de avenida Aristóbulo del Valle al 9000, al norte de la capital provincial: “En un lote de 10 metros por 20, una geometría que no es casual sino que apunta a articular el sistema de medición en pulgadas con el métrico decimal, se trazan tres franjas a lo largo de los 20 metros. Las dos laterales son las que se construyen, cada una de ellas con seis módulos que serán los diferentes ambientes o quedarán como espacios abiertos. La del medio siempre queda libre, limitada en la parte superior por un pergolado que puede contener un parral o una enredadera”. Precisamente el patio interior que se extiende a lo largo de todo el lote oficia de “aireador” de la vivienda, a modo de lo que los físicos denominan Tubo Venturi: una suerte de chimenea acostada que por diferencia de presión hace circular la brisa. Un detalle fundamental en la calurosa y húmeda Santa Fe. “A lo largo de las dos franjas laterales pueden materializarse numerosas combinaciones. Pueden construirse hasta seis dormitorios en cada una, pero además un negocio, un estudio, un atelier, un lugar de esparcimiento o estudio para los jóvenes, o un depósito”, indicó Carli. Del análisis matemático, despejando las redundancias, se deduce que las combinaciones posibles con este esquema son más de 10.600.000. Como para resistir la uniformidad.

Es que los propios adjudicatarios de estas 24 primeras “casas del cambio” se involucraron activamente del diseño final de sus viviendas. “Lo que más nos entusiasma es la participación de la gente. La urbanización de este proyecto corrió por su cuenta y riesgo. Nosotros le dijimos: tenemos este prototipo, que pueden correr más adelante, más atrás, puede pensar en hacer una cochera, un negocio sobre la calle. Hágalo pensando en el hoy, pero también en el mañana”, relata Carli. Hubo cinco reuniones con los futuros propietarios. El arquitecto explica el planteo de su equipo, y de paso despliega su concepto de la profesión: “Les dijimos, supónganse que alguno de ustedes tiene 50 años y queda cesante en su trabajo. Qué hace con lo que recibe de indemnización de aquí en más. Y la arquitectura entonces, decimos nosotros, tiene que correr en auxilio de aquellos que necesitan, por ejemplo, aumentar sus recursos. Esta gente entonces qué es lo que hace. Construye un elemento que puede ser el espacio para un negocio, que alquila, o para explotar él mismo. Puede hacer que la casa vaya a favor suyo. Esto es una nueva forma de entender la arquitectura. Porque la casa actual en general, los edificios, son cajas herméticas. Cómo va a ampliar un departamento horizontal, o una vivienda de tipo Fonavi, donde si pone un tercer dormitorio tiene que iluminarlo y airearlo con un ventiluz que está a dos o tres metros de altura”. En cambio, las casas de Carli, por su diseño, permiten que “cualquiera sea el crecimiento, la exigencia que se les pida en el futuro, siempre van a tener una ventana al frente que permita entrar el sol”, y aireación por su patio central.

Carli explica que sus viviendas son resultado de años de observación y estudio de las formas de vida y las condiciones climáticas de la región. El planteo se inspira en dos tipos de casas vernáculas: la “casa del gringo”, algo así como la casa chorizo, de donde toma el patio central, y la “culata yobai”, una tipología binuclear oriunda de la cuenca del río Paraná, que enfrenta habitaciones y las une a través de un espacio semicubierto. De aquí rescata la posibilidad de que un cuarto no esté condenado a un uso específico como sucede en la arquitectura moderna, sino que se pueda adaptar a múltiples funciones. Esto se materializa mediante las llamadas aberturas esclusa, puertas plegables y corredizas vidriadas que no comunican o cierran espacios, como las tradicionales, sino que los transforman para usos diferentes. Por ejemplo, en lugar de delimitar la cocina del patio, la “une” a otra habitación enfrentada y así arma un espacio mucho más amplio atravesando el patio central. “Cuando abre cierra, y cuando cierra abre”, resume.

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