Espectáculos

Samalea, desde la pura memoria del rock

Con marcado tinte autobiográfico y descriptivo, el baterista y escritor Fernando Samalea recorre en un libro momentos de la movida del género de la que fue partícipe por tocar con grandes músicos como, entre otros, Spinetta, Cerati y Charly García.


BIOGRAFÍA
Qué es un long play
Fernando Pedro Samalea
Sudamericana, 560 páginas

Atiende el teléfono interrumpiendo el trabajo, está dando los últimos retoques de lo que será la segunda entrega de su libro autobiográfico llamado Qué es un long play; el lugar, el paisaje elegido, es el Delta del Tigre. Allí Fernando Samalea descansa y escribe, cerca nomás de su moto, fiel compañera de viajes. La vista lo invita a la calma e inspirará la charla. El músico se toma su tiempo para cada respuesta, tan descriptivas como la prosa con la que recorre su vida o, por lo que se lee hasta el momento, una primera parte de ella. Con el subtítulo Una larga vida en el rock, el material que editó Sudamericana comienza –tras una anécdota que involucra a Charly García– en su infancia, y continúa repasando sus primeros acercamientos a la música, las bandas adolescentes, el primer beso. En ese itinerario van apareciendo cuadras, esquinas, estudios de grabación, personalidades del rock que de admiradas fueron mutando en compañeras y amigas; y las primeras giras con sus respectivas anécdotas.
Al título lo explica el escritor colombiano Sandro Romero Rey en el prólogo: “Veintidós años después de nuestro primer encuentro viajé a Buenos Aires, invitado por Samalea, asistí a tres conciertos memorables en el Teatro Gran Rex. Una tarde, la ninfa que nos acompañaba le preguntó a mi querido amigo: “Fer, ¿qué es un long play?… Nunca nos habíamos sentido tan jóvenes y tan viejos al mismo tiempo”. Ahí, en esa frase, se abre la puerta al mundo que Samalea invita a recorrer.
Fernando Samalea nació en Buenos Aires en 1963, desde muy pequeño se dedica a la música, aunque también coqueteó con el fútbol, el dibujo y la arquitectura, según rezan sus biografías. Como suele suceder, algunos hábitos marcaron su vida. “Desde chico, si me gustaba una película y se había filmado en un lugar que conocía, iba a ver las locaciones y me imaginaba los personajes allí”, dijo quien cuenta en su haber con once CD-libros (música instrumental de bandoneón protagónico, acompañada de relatos escritos), con cinco discos en colaboración con otros artistas, y compuso varias bandas sonoras. “Lo mismo me pasa con los libros. Voy a buscar las estelas perdidas de las personas. Soy de los que le buscan la vuelta para imaginar y pensar esa cosa «mágica» que cada uno va dejando, incluso aunque ya no esté”.
A la hora de escribir su biografía, Samalea se dispuso a hacer el camino inverso: para cada capítulo subió a su moto y se fue al lugar exacto donde sucedieron los hechos. “La vida pasa, se te escapa o no. Yo trato de apretar lo más posible aunque en algún momento sea como arena que se va entre los dedos, como dicen. Intento conservar cada cosa que me va pasando, no sólo las de antes sino las de ahora. Me gusta capturar las cosas y darles un lado no convencional, simplemente para que la vida no pase sin que uno se entere. En eso el libro fue maravilloso porque volví a vivir todo eso pero en medio de la vorágine actual. Fue más un emprendimiento del tipo romántico que otra cosa, hice este libro con el fin de que exista; hablarle a un chico o una chica que dentro de 20 o 30 años lo encuentre en algún lugar y pueda revivir lo que fue ese momento del rock argentino”, contó Samalea.
Además de revivir esos años de rock de la mano de Qué es un long play, el lector podrá ir captando los climas de épocas que se van sucediendo. “Dentro de lo posible quería hacer que el libro vaya llevando al lector por una situación real, por la atmósfera del país o de la ciudad, que esté en cada situación que se describe. Si estaba en el Caribe intentaba transmitir ese olor, esa atmósfera, el calor y la naturaleza. Quería mostrar un lado humano, la forma de relacionarse entre los músicos, la forma de hablar de esos años, los gestos, y eternizar esas situaciones que en muchos casos no se volverán a repetir y está bien que así sea. Es un libro cero nostálgico, más allá de la nostalgia que despierta pensar en los que ya no están, es un libro futurista, en el que valoro que el tiempo haya pasado y valoro también que en algún momento se termine la vida. Es la ley y tiene su lado poético también”.
Luis Alberto Spinetta, Gustavo Cerati, Gabriela Epumer. Muchos de aquellos compañeros de ruta de Samalea ya no están pero cobran vida en las páginas de su libro. “Fue duro. Hablar sobre mi papá también. De las cosas que heredé de él. De la forma que me dio de ver la vida, de descubrir los libros, las películas. Por otro lado es como hacerle un guiño a esas situaciones. No se trata de un libro de chismes pero intenté que sea lo más veraz posible. Cuando llegaba a un lugar, bajaba de la moto, agarraba la computadora y me ponía a escribir en una esquina donde había estado con tal persona, las imágenes que iba recibiendo de la escenografía me iban trayendo charlas, gente”.
La intención del baterista de Metrópoli, Clap, Fricción y el Sexteto Irreal, en los 80, fue mostrar “un lado más humorístico y también los lados más cuestionables del rock, hablar de todo tipo de situaciones, incluso las que son un poco dudosas. No se trataba de develar intimidades ajenas pero sí momentos muy veraces que ayudan a comprender a las personas”, remarcó, al tiempo que agregó: “Además de mostrar la mística de las personas que conocí me gustaba mostrar el poder del deseo. Me gustaba estimular a otros, porque en mi niñez, a pesar de las posibilidades económicas limitadas, con el poder del deseo y la insistencia fui buscando la vuelta para que las cosas sucedan. Inevitablemente está la suerte y esa varita del destino que te hace hacer algo”.
Es que Samalea, cuyo nacimiento fue propiciado por un recital suspendido (sus padres se conocieron en un baile al que su padre llegó tras la suspensión de un concierto de Pugliese), supo siempre qué quería hacer: “Cuando vi por primera vez La Máquina de hacer pájaros, el nombre de Charly García me generó un tremendo deseo de participar de algo así alguna vez”, dijo y fue premonitorio, ya que hoy Samalea es miembro de The Prostitution la banda que actualmente acompaña a Charly.

Para entendedores y entendidos

Nombres de calles, disquerías, marcas de instrumentos, personalidades del rock que no tuvieron tanta trascendencia forman parte de los relatos. “Me gustaba introducir a las personas que para mí han sido claves y que muchos no conocen. Cada vez que hablo de una persona en particular, intento hacer una breve introducción, para que uno se pueda imaginar qué tipo de persona es, no sólo lo que ha hecho sino también su fisonomía.
Es que su vida, por mantenerse en actividad e ir integrando nuevas bandas, atraviesa generaciones. “Mi vida tiene ese estigma, una amiga me dijo que soy como una especie de Doctor Who, porque me ha tocado un destino muy extraño, de adaptarme a las épocas, descubriéndolas. Te vas quedando cada vez un poco más sólo porque las personas de mi generación, o se dedican a otras cosas, o no están en determinados lugares. Yo por la música sigo saliendo mucho y en algún sentido vi cuatro generaciones en los boliches. No desde el lugar de mantener la juventud eterna pero si de poder tener amigos de 18 o 20 años y también de 70. Puedo asumir que llevo medio siglo en este planeta pero no tengo achaques, ni me faltan las ganas”.

Cinismo, humor y literatura

A la hora de hablar de aquella literatura que, como lector, influenció su camino como escritor Samalea nombró a Sandro Romero Rey, quien tiene a cargo el prólogo del libro, y quien para él “es un gran literato y una persona muy culta y a su vez escribe sobre las situaciones más frívolas”. “También descubrí eso en un escritor español, una especie de icono gay, Luis Antonio de Villenas. Él escribía, con un conocimiento literario y una cultura extrema, sobre el «Madrid loco», la movida de los 80, la noche, las drogas; las situaciones variopintas de los noctámbulos. Groucho Marx también me pareció un genio total, con esa pequeña cuota de cinismo y humor para nombrar determinadas cosas. Ese era el estilo de relato que me interesaba, que por un lado sea profundo, pero que cuente con una cuota de humor y algo de cinismo que nos hace divertir a todos”, concluyó quien supo formar parte de las bandas de Andrés Calamaro, Illya Kuryaki & The Valderramas, Daniel Melingo, Willy Crook, Calle 13, María Gabriela Epumer, Jorge Drexler, Hilda Lizarazu y Rosario Ortega, entre muchos otros.

Momentos maravillosos

En 1997 culmina la primera parte de Qué es un long play y de ahí partirá su continuación, que contiene “un lado muy especial”, igual que formar parte de la banda de Charly. “Es cuando empiezo a hacer los discos de bandoneón y me muestro desde un lugar más personal, están también todas mis experiencias en Europa integrando la banda de Joaquín Sabina y muchos otros proyectos. El regreso a Buenos Aires y los discos Ahí vamos y Fuerza Natural. Una época que, más allá de la tragedia que todos conocemos (el fallecimiento de Gustavo Cerati), fue un momento maravilloso de nuestras vidas”, adelantó Samalea.

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