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Salarios: ATE plantó bandera

El secretario general de los estatales santafesinos, Jorge Hoffman, le dijo a El Ciudadano que no van a depender “de la buena voluntad de los actores políticos” con vistas a las próximas reuniones paritarias

El rechazo a la reforma de Binner “Fué una derrota de la ciudadanía”.
El rechazo a la reforma de Binner “Fué una derrota de la ciudadanía”.

El secretario general de ATE Santa Fe, Jorge Hoffmann, mantuvo una extensa entrevista con El Ciudadano, en la que repasó algunos temas de la agenda política actual. El dirigente sindical plantó bandera respecto de la discusión salarial que se abrirá en los próximos días entre los gremios estatales y el gobierno provincial: “No podemos depender de la buena voluntad de los actores políticos”, sostuvo, a la vez que pidió no discutir solamente el monto de los aumentos –que, como UPCN, quiere que sea del 20 por ciento como mínimo– sino también otras variables. Hoffmann dijo que le hubiera gustado una reforma tributaria aún más progresiva que la que inicialmente propuso el gobierno de Hermes Binner, reclamó una vez más que se reconozca la personería jurídica para la CTA y disparó con munición gruesa contra “los gordos de la CGT”.

—¿Cuáles con las expectativas salariales para 2010, luego de la modificación del presupuesto?

—Si bien no fuimos partícipes de la elaboración del presupuesto y la reforma tributaria, estábamos totalmente de acuerdo en que se gravara con Ingresos Brutos a la industria y a la construcción. Nosotros hubiésemos hecho otra propuesta de reforma, que contemplara situaciones de mayor progresividad en el impuesto Inmobiliario Rural. El rechazo a la reforma impositiva y, fundamentalmente, a la aplicación de Ingresos Brutos para la industria, es un aspecto regresivo desde el punto de vista de la distribución del ingreso. Más aún si tenemos en cuenta que, más allá del parate del crecimiento económico el año pasado, en los últimos siete años tanto la industria como la construcción crecieron en el orden del 8 o 9 por ciento anual acumulativo. Si a esto le sumamos que las provincias limítrofes importantes tienen Ingresos Brutos, no cabe ninguna duda de que fue una derrota de la ciudadanía: porque impacta sobre el Estado, que es el instrumento de distribución de la riqueza. Más allá de los errores políticos que pudo cometer este gobierno, es un perjuicio. Y esto nos coloca en una situación muy complicada. Porque si bien una de las funciones del Estado es desarrollar obras públicas, la función determinante está dada por la política de servicios: servicios de salud, educación, seguridad. Y este recorte del ingreso sin dudas va a impactar en los salarios. Los servicios se prestan a través del trabajo; un portero, una enfermera, una maestra, el personal administrativo, lo que hacen por sus salarios es prestarle un servicio a la ciudadanía. Sin perjuicio de esto, nosotros como trabajadores y como entidad sindical, no podemos depender de la buena voluntad de los actores políticos. Tenemos derechos, consagrados por las leyes, producto de nuestro trabajo. Por lo tanto demandamos una recomposición que no puede estar sujeta a los avatares de la política sino al trabajo que le prestamos a la comunidad desde el Estado. Cuando uno habla de recomposición, existen muchas variables. Por eso es muy difícil reducir el tema a un porcentaje.

—¿Cuáles son esas variables?

—Tienen que ver con una combinación de sumas fijas con porcentajes, con el momento a partir del cual se llega a un acuerdo. Una cosa es un determinado porcentaje a partir de enero o febrero; otra cosa es acordar un porcentaje a partir de septiembre. Una negociación salarial supone una complejidad que no se puede reducir a un mero porcentaje; es un proceso. Ahora, sin perjuicio de esto, naturalmente están planteadas cifras y porcentajes que pueden ser una base para el inicio de la discusión salarial: el 20 por ciento que plantea Upcn y otros gremios. Esa es una cifra que puede ser tomada como base para la discusión. Pero lo de los porcentajes es relativo: nosotros no aceptaríamos un aumento del 20 por ciento si es a partir de julio, y ni siquiera del 25.

—De todos los sectores de trabajadores estatales, ¿cuál está más complicado?

—Absolutamente todo trabajo es imprescindible para el desarrollo de la sociedad. En algún momento, el trabajo de una mucama se convierte en el más trascendente dentro de un hospital, así como en otro momento puede ser el trabajo de un médico o de una enfermera. Todos los trabajos, no solo en el ámbito del Estado, son dignos e imprescindibles. Por el hecho de ser trabajos, están dirigidos hacia otros: hacia la sociedad. Por lo tanto, en determinado momento se convierten en algo fundamental para la convivencia. En ese sentido, la política salarial tiene que ser equilibrada para todos los sectores. Ojalá en algún momento podamos tener, todos los trabajadores, los salarios de los trabajadores mejor remunerados. Por otra parte, en la Argentina los trabajadores seguimos con sueldos atrasados, pese al proceso de recuperación salarial de los últimos años. Por eso nuestro horizonte tiene que ser tener un salario que vaya más allá de la inflación: no solo mantener el poder adquisitivo, sino también mejorarlo.

—Al principio señaló que hubo errores políticos del gobierno en las negociaciones por la reforma tributaria. ¿Cuáles fueron esos errores?

—En todas las estructuras políticas argentinas hay una gran crisis de representación. En general, todas las fuerzas tienden a sobreactuar, y cuando hablo de todas las fuerzas involucro al socialismo. En ese sentido me parece que es legítimo que el socialismo sea oposición a nivel nacional por una cuestión de convicción. Está dentro de lo que son las reglas democráticas y las diferencias. Pero me parece una sobreactuación que esa oposición, que proviene del progresismo, se termine mimetizando con la oposición de derecha, con la que en términos ideológicos no tiene nada que ver. De la misma manera, podría decir que desde el kirchnerismo se generan muchísimas iniciativas políticas en las que no se da el espacio para generar consensos con fuerzas que seguramente están de acuerdo con ese tipo de decisiones. También desde el kirchnerismo hay una sobreactuación que lleva a generar situaciones de confrontación innecesarias. A eso me refiero con los errores del socialismo de sobreactuar las diferencias políticas, que luego impactan en el terreno de las alianzas que se pueden articular en la provincia.

—De lo que se desprende que, si el socialismo no hubiese escatimado su apoyo a ciertos proyectos del gobierno nacional, el kirchnerismo en la provincia hubiese avalado la reforma tributaria.

—No necesariamente. Pero creo que (los socialistas) no han estado muy cómodos con este grupo que se conformó cuando asumieron los nuevos diputados: el PRO, la derecha peronista, el cobismo. Aparecen como siendo parte de un grupo heterogéneo, teniendo que hacerse cargo de posturas que no son parte de sus convicciones. Cuando se sobreactúa se termina siendo una oposición exacerbada, y muchas veces los parámetros de esa oposición están determinados por el hecho de no estar de acuerdo, sino además de juntarse con otros que tampoco están de acuerdo pero que no piensan en absoluto del mismo modo.

—Como referente de la CTA, ¿cómo están las gestiones por el pedido de reconocimiento de la personería jurídica?

—Es una deuda muy grande que tiene el gobierno con los trabajadores. El reconocimiento de la CTA ayudaría a generar un aire fresco en la sociedad y en el mundo sindical, a partir de la crisis que hay en el sindicalismo. Hay muchos dirigentes que vienen de vieja data: empezaron con el proceso militar, sobrevivieron a Alfonsín, a Menem, tuvieron la gran virtud de ser siempre oficialistas y están muy lejos de expresar los intereses de los trabajadores. El único vínculo que tienen con los trabajadores es la necesidad de legitimarse en sus cargos. Pero no piensan ni viven como trabajadores, ni se imaginan un país en el que los trabajadores tengan más protagonismo.

—¿Se refiere a los llamados “gordos de la CGT” o también a la CGT de Moyano?

—Me refiero centralmente a los “gordos de la CGT”. Podemos tener diferencias con Moyano, y de hecho las tenemos, pero nadie con buena leche puede desconocer el papel que jugó en la época de Menem ni puede considerar que Moyano entrega los intereses de los trabajadores. Uno puede no estar de acuerdo con su modelo de construcción política y sindical, pero una cosa son los “gordos” y otra Moyano. Por eso la CTA contribuiría a recrear el mundo del trabajo y también la democracia. Y a partir de ahí buscar instancias de redefinición del sistema de representación de los trabajadores, donde pueda confluir la diversidad y donde las diferencias no debiliten, sino por el contrario generen mayor fuerza para alcanzar mejores acuerdos. Ese es el modelo que se debería alumbrar hacia el futuro en el movimiento obrero, pero para eso es imprescindible reconocer la historia de la CTA. De lo contrario, el movimiento obrero quedará enredado entre las contradicciones de los “gordos”, que jamás contribuyeron a la recuperación de la democracia, que participaron del jolgorio de las privatizaciones y de las leyes de flexibilización y que hoy, como siempre, están tratando de potenciar a la derecha. Por eso para los sectores populares y progresistas es fundamental el reconocimiento de la CTA.

—¿Y qué señales advierten que puedan dar cuenta de que eso va a suceder en el corto o mediano plazo?

—Hay una serie de actitudes por parte del gobierno de reconocimiento en los hechos. En los anuncios más importantes, la CTA ha sido parte: la estatización del sistema previsional o la asignación universal por hijo, para citar algunos casos. De cualquier manera, esto está lejos de conformarnos.

—¿Cuáles son los elementos que están frenando el reconocimiento de la CTA?

—No hay dudas de que al poder económico no le interesa la democratización de los sindicatos. Acá, en la provincia, el 82 por ciento de las empresas no tienen organizaciones sindicales, y no las quieren tener. Las centrales patronales más concentradas de ninguna manera aceptan el reconocimiento de la CTA, sea porque no existen juntas internas o porque a través de los “gordos” tienen mecanismos de negociación que se ubican por encima de la democracia sindical y de los cuerpos de delegados. Por eso creo que el principal obstáculo es el poder económico y el poder de los “gordos”.

Perfíl

Jorge Hoffmann comenzó a militar en ATE durante la última dictadura, cuando el gremio estaba copado por dirigentes vinculados a los militares. Formó parte de una agrupación opositora a la conducción, encabezada en ese momento por el represor Horacio Barcos, que este año irá a juicio por delitos de lesa humanidad. En esa época se vinculó con Víctor De Gennaro, líder histórico de la CTA. Tras la recuperación de la democracia fue dirigente de ATE a nivel nacional: primero como secretario de actas, luego como secretario administrativo. En 1991 fue electo secretario general de ATE Santa Fe, cargo que ocupa hasta la fecha y en el que fue reelecto cuatro veces. En 2008, en pleno conflicto entre el gobierno nacional y las patronales del agro, fue uno de los pocos que en el ámbito de la provincia defendió la posición del gobierno de Cristina.

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