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Boxeo

Rubén Riani, el campeón argentino que aprendió a boxear mirando a Horacio Accavallo por TV

Entrerriano de nacimiento pero rosarino por adopción, en junio del año 1979 derrotó al multicampeón argentino y sudamericano Víctor Echegaray, primero en el ranking mundial, y se alzó entonces con la preciada corona de los livianos juniors

Boxeo giani accavallo

Rubén Gerónimo Riani nació para boxear. El deporte de los puños lo atrapó enseguida y así se lo hizo saber a su padre, quien lo alentó y acompañó durante toda su carrera. Cuando se vinieron a vivir a Rosario conoció al club que lo cobijó y educó boxísticamente, el histórico Rosarino Boxing Club, escuela de boxeo fundada por Juan Umberto Natale en 1931.

Nacido el 1° de diciembre de 1955 en la pequeña localidad entrerriana de La Paz, con apenas 10 años se ponía a mirar las peleas de Horacio Accavallo que pasaban por la televisión. A los 13 realizó cinco combates como aficionado y ya instalado en Rosario con sus nueve hermanos, justo fueron a parar enfrente del Rosarino Boxing Club. Cómo amateur, fue campeón rosarino de barrio, campeón argentino, fue a Chile y se coronó como el mejor de todos y hasta participó también de un campeonato sudamericano en Perú, sumando una cantidad de 41 peleas como aficionado, con un sólo traspié.

En el campo profesional se mantuvo invicto en 13 presentaciones perdiendo esa condición ante otro crack rosarino, Rubén Mateo Granados. Pero esta derrota no lo frenó y en junio del año 1979 derrotó al multicampeón argentino y sudamericano, Víctor Echegaray, primero en el ranking mundial, en una pelea durísima, donde ambos terminaron muy lastimados pero con la gente contenta.

Rubén Riani se alzó entonces con la preciada corona argentina de los livianos juniors. Su juventud y velocidad llevaron por delante la experiencia del campeón Echegaray, quien tenía una pelea programada por el título del mundo. “Fue una noche hermosa. En el séptimo round logra alcanzarme con una tremenda mano, me viene a sacar y lo abrazo más fuerte que a mi novia. Hasta que vino el árbitro, había un silencio sorpresivo en el Sportivo América impresionante. El juez nos separa y él regresa a rematarme, pero justo suena la campana. En el octavo round el aliento de la gente me dio mucha fuerza, lo llevé por delante y gané el título argentino”, rememoraba Rubén en alguna de las tantas charlas con sus pupilos. Defendió la corona en dos oportunidades y la perdió justamente con el sanjuanino Echegaray, en una pelea muy pareja.

Riani se retiró del boxeo el 6 de diciembre de 1984, ganándole por puntos a Sergio Brites. En 1999, junto al “Griego” Pilafi, nace su etapa de entrenador, dándole vida nuevamente al Rosarino Boxing Club en el barrio Saladillo, en la zona sur de la ciudad. Allí armó un lindo equipo amateur donde entrenó a Sebastián Luján, Sergio Benítez, Miguel  Bolbol y “Trini” Albornoz, entre otros.

En el 2006 el destino le jugó una mala pasada. Fue atravesado por una bala que lo dejo hemipléjico, pero eso no detuvo su pasión por enseñar, al punto que instaló un gimnasio de boxeo en los galpones abandonados del ferrocarril en 27 de Febrero y Alem, junto a un grupo de jóvenes, con quienes años levantaría otro lugar de entrenamiento frente a su domicilio de calle Lola Mora.

Pero sus problemas de salud le empezaron a pasar factura. Pasó de internación en internación luchando por su vida en el hospital Roque Sáenz Peña, donde recibió siempre a sus visitas con su acostumbrada sonrisa y un sentido del humor maravilloso. Las enfermeras comentaban que estaba desorientado, pero lo que ocurría era que no entendían su pasión, ya que Rubén hablaba únicamente de su amado deporte de los puños. “Debo irme a entrenar, hay que boxear”, repitió una y otra vez hasta su fallecimiento.

Rubén Gerónimo Riani fue, sin dudas, uno de los mejores valores del boxeo rosarino, así como uno de los últimos representantes del histórico Rosarino Boxing Club. Cumplió su carrera profesional siempre con Ángel Travaglini y Roque Ángelo en su rincón. Dotado de buen estilo, rápido y guapo, forjó su carrera combatiendo con los mejores de su categoría en el ranking nacional. Luego llegaron algunas peleas en el exterior, hasta que el 6 de diciembre de 1984, en Olavarría y tras ganarle por puntos a Sergio Brites, decidió colgar los guantes. Tenía 29 años. Claro que nunca se alejó del boxeo: su pasión sólo se reinventó como entrenador, aunque la historia siempre lo recordará primero como un gran campeón, maestro y sobre todo un gran amigo.

(*) Especial para El Ciudadano de Ever Palermo, ex boxeador amateur y autor de “Rebeldes de uniforme” y “Puños Rosarinos: tierra de campeones”, libro declarado de interés Municipal y Provincial.

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