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Rozariobizu: el animé que se esconde en las calles de la ciudad

Un artista cruza paisajes urbanos de Rosario con escenas y personajes de ficciones orientales


Maxo había elegido el asiento de la línea 120 con cuidado. Sabía el ángulo preciso que quería para la foto del interior del colectivo que lo llevaba a un cumpleaños por avenida Pellegrini esa tarde de marzo. Pero algo no estaba bien. Un hombre ocupaba los asientos que necesitaba retratar y no quería incomodarlo disparando con el celular. La parada de Maxo casi llegaba y se resignó hasta que una cuadra antes el hombre se bajó. Entonces aprovechó y tomó las fotos para más tarde agregar digitalmente lo que él sintió que había realmente en los asientos: una pequeña de 10 años y Kaonashi, un fantasma que la acompaña en El viaje de Chihiro la película animé de Hayao Miyazaki.

Maxo es el apodo de Máximo Grieco, el artista detrás de la cuenta de Instagram Rozariobizu que cruza paisajes urbanos de la ciudad con personajes de distintos animé. En diálogo con El Ciudadano, explica que empezó a subir su contenido hace un año con una imagen que ubica a protagonistas de Cowboy Be Boop en los galpones del río y le sirvió para superar un bloqueo personal instalado por la pandemia. 


Desde 2021 Maxo sale a caminar para sacar fotos de Rosario. Algunas veces sabe lo que quiere mezclar, como con la imagen de El viaje de Chihiro. Otras deja que el paisaje le proponga qué animé puede habitar ese cuadro. Por ejemplo, el memorial a los caídos en Malvinas frente al Monumento a la Bandera, donde aparecen personajes de Shingeki no Kyojin. “Es el animé que mejor retrata los espantos de la guerra”, explica el artista.

La cuenta incluye cruces entre realidad y ficción oriental, poniendo a los Supercampeones en el Gigante de Arroyito, a Anna de Shaman King en una movilización del 8M, al Catbus de Mi vecino Totoro en la terminal de ómnibus Mariano Moreno y a los chicos de Hunter x Hunter en la Casa LGTBIQ. “Siempre vi ternura en ellos, aun cuando querían disfrazar de amistad que se gustaban. Quizás solo me pasó a mí”, explica el artista.

Maxo trabaja únicamente con su teléfono celular y suma el animé con Photoshop, una herramienta digital que aprendió a dominar durante sus primeros años en la carrera de Arquitectura en la Universidad Nacional de Rosario (UNR), donde tenía que hacer fotomontajes de las maquetas para mostrar la espacialidad de un proyecto a escala humana. La técnica usada se luce cuando pone a Naruto y Kuroari, una marioneta con forma de hormiga, en la Plaza de la Cooperación. Así, Maxo le dio un nuevo sentido a la instalación de insectos de aluminio donado por una fábrica al grupo Trasmargen que en 2002 pedía por justicia a un año del asesinato de Claudio “Pocho” Lepratti. Según la investigación de Marile Di Filippo en la maestría de estudios culturales de la UNR, las hormigas simbolizaban también el trabajo colectivo, cotidiano y silencioso de quienes trabajan en la economía social y comunitaria.

Maxo disfruta de su arte porque siente que así acerca a las personas al género que ama desde que veía Dragon Ball en el canal televisivo Magic Kids. “El animé era un género poco valorado en Argentina que ahora se está volviendo más conocido. Creo que interesa porque no es tan naif como el cine estadounidense”, dice y completa: “El animé no tiene miedo de incomodar, o de ser crudo o muy sexual, algo que claramente refleja una realidad que la gente quiere ver a veces”.

A un año de haber abierto su cuenta en Instagram (y luego sumarle Twitter) Maxo responde a por qué eligió ponerle Rozariobizu. “Puse «Rosario» en el traductor de Google. Me lo tradujo al japonés y me aclaró que la pronunciación era Rozariobizu”, cuenta, ríe y agradece la conversación. 

Para conocer más sobre la obra de Rozariobizu pueden ingresar aquí.

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