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Rosario: el destino de las curvas de Niemeyer

Por: Silvana Codina


Al decir del poeta “A veces la línea recta es un camino conduciendo a ningún lado” Alejandro Jodorowsky interpreta que la esencia del amor es la complejidad.

Uno de los temas relevantes de la arquitectura es el de poder precisar conceptualmente la unidad de las cosas. Unidad entendida de muchas maneras, pero básicamente entre dos polos, podría hablarse de “unidad ” como conjunto de todo lo que existe (aquí aparece el concepto de contexto) o bien que la “unidad” sea entendida como un atributo que define los límites de un objeto material, en este caso un edificio.

En esas dos lógicas se puede interpretar al Puerto de la Música de Rosario; una unidad con el contexto: la ciudad de Rosario y una unidad constituida por dos esferas que se ensamblan interiormente a nivel del Río Paraná sin barrancas: allí donde la llanura se funde con el agua: sin más.

Pensemos por un momento que se cambiara el contexto:

— que la trama de parcelas de viviendas no estuviera mediatizada por un Parque y se aproximara sin filtros al edificio.

— que ese Parque no estuviera definido por una barranca y no existiera la posibilidad de variar el punto de vista, es decir que se modificara la perspectiva desde y hacia.

— que esa barranca no tuviera una ancha costanera para ofrecerse como acceso y aparcamiento vehicular y que no se definan mediante claros límites: agua edificio y ciudad.

— que el predio no fuera el escenario imaginado por Ángel Guido para un hito cuando diseño el Monumento: la intersección de un paseo peatonal al que Niemeyer llamó Paseo de las Artes Lucio Fontana, que no se iniciara en el Monumento a la Bandera, y que no hiciera eje cartesiano con la avenida Pellegrini que desde hace decenios viene afianzando su identidad y pertenencia, con sus mesas servidas esperando a los espectadores a la salida de algún espectáculo.

Estas razones y otras más le quitarían al Proyecto su unidad con el el contexto. Desnaturalizándolo.

Ahora bien, si pensamos en la otra acepción de unidad, aquella que se define por las cuestiones internas del objeto, las tensiones que definen su forma seguirían maravillando al ojo?, o puesto en otro paisaje, arriba de una barranca forma y materia dejarían de actuar en concierto?. La materia por excelencia sería la materia prima, el hormigón, aquello que potencialmente puede serlo todo, pero que en sí misma no es nada sino se pone en juego con la forma. En este orden de ideas, se ha entendido la materia en oposición al espíritu. La materia es así pura “exterioridad”, a diferencia de lo espiritual que es aquello que puede volver sobre sí mismo y que es, por lo tanto, “interioridad”. A mas de 10 metros de distancia del agua en altura, sobre una barranca se perdería el ensamble entre materia y forma, se perdería su interioridad y de esta forma se estaría afectando también su espiritualidad.

Es de esperar que lo que se resuelva hacer con el Puerto de la Música siga siendo un acto de amor, conservando los atributos de unidad que le dieron origen en sus dos acepciones y que fueron motivo de la primera palabra de su nombre: allí donde hubo un puerto habrá música, es decir poesía. Y tal como dice el poeta es de esperar que nos animemos a la curva de la complejidad, al amor, sin la desviación de no llegar a ningun destino por vía de la línea recta.

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