La Cazadora

Cocinando inclusión

Rico y Sabroso, una cooperativa de chicas trans que se instaló en Pichincha con una viandería

En mayo abrieron su local en Tucumán 2868. Atienden de lunes a viernes y venden al público o por pedido telefónico, vía delivery. En el mismo edificio funciona Agujas Trans, otra cooperativa, del rubro textil

Fotos: Franco Trovato Fuoco
Gisel, Abigail y Claudia, tres de las socias de la cooperativa gastronómica

Rico y Sabroso. Cocinando Inclusión. Ese es el nombre que lleva la viandería que desde mayo tiene su local en Pichincha. Es un emprendimiento colectivo llevado adelante por chicas trans, que todas las mañanas encienden las hornallas y suman una opción para almorzar en Rosario. Están organizadas en una cooperativa gastronómica que les permite acceder a un derecho prácticamente vedado para la comunidad trans: acceder a un trabajo formal. Sus productos se pueden comprar en el local de Tucumán 2868, o se pueden pedir por teléfono, en modalidad delivery.

La viandería comparte el edificio con otra cooperativa, Agujas Trans, que funciona en el primer piso y se dedica al rubro textil: fabrican remeras, bolsas y uniformes a pedido.

Las chicas están recién instaladas. Hace menos de un mes, las responsables de Rico y Sabroso abrieron al público la viandería, y el barrio las recibió bien. Todas las mañanas, las cocinas se encienden. La misión: preparar los distintos menúes que venden al público y por delivery desde el mediodía. Las propuestas son variadas y tienen la magia y el sabor de lo casero. Los pedidos se pueden realizar a los teléfonos 3417002168 o 3413622666.

En este número de La Cazadora nos acercamos conocer el nuevo espacio y a sus protagonistas.

De recorrida

Son las once de la mañana de un jueves, y en Rico y Sabroso ya está todo encaminado. Al fondo, en la cocina, está Claudia Berra. Tiene 50 años, es la primera vez que tiene un trabajo que no sea hacer la calle y revuelve con destreza tres ollas enormes: todos los días tienen la misión de preparar 140 viandas que les encargan desde el Ministerio de Igualdad y Género.

A la par, con sus compañeras preparan el pastel de carne que van a vender al público. Todos los días tienen opciones distintas de menúes.

En la habitación de al lado están Abigail Escobar y Gisel Cabral con las manos en la masa. Siguen al pie de la letra las recetas que decoran las paredes del espacio de panificación, y van dando forma a los discos de tarta y empanadas que luego van a meter al horno.

Ellas tienen 25 y 34 años, y sus historias coinciden. Conformar esta cooperativa las sacó de la calle, en donde trabajan desde que eran adolescentes. No al cien por ciento, aclaran. Porque la viandería les dio un piso económico diferente desde el cual pararse, pero la mano está dura y la plata nunca alcanza.

“Es muy difícil para nosotras trabajar de otra cosa. La primera opción para subsistir que tenemos es irse a la esquina. Y ahí estás expuesta a todo. No todas tenemos una oportunidad como esta”, coinciden.

“Acá me encontré con otra vida”, dice Claudia. “Siendo travesti no te dan trabajo. Y ahora estando en esta cooperativa podemos acceder”, agrega. “Yo desde los 12 años trabajo en la zona de la Terminal, en Mitre y Pasco. Nunca pude conseguir trabajo de otra cosa. Menos en los tiempos de antes, con los militares, y después también. Ahora no tanto, pero antes íbamos presas”.

Las dos cooperativas funcionan con el apoyo de Communitas, una cooperativa especializada en el abordaje de problemáticas de poblaciones vulnerables, junto con el apoyo del Ministerio de Igualdad y Género de la provincia de Santa Fe.

Caren Carlini es miembro de Communitas y coordinadora Rico y Sabroso y Agujas Trans. “Las dos cooperativas funcionan de forma independiente y son de ellas. Están inscriptas, tienen una estructura de funcionamiento interno, con autoridades”, explica a La Cazadora.

Estos proyectos tuvieron como antecedente directo un centro de día para personas trans que funcionaba en Santiago y Córdoba. Era un espacio gestionado por la provincia y por Communitas, que brindaba algunos talleres y tenía un comedor. “El formato no funcionaba. No les estábamos dando las respuestas que ellas necesitaban, que era poder tener un trabajo. Asique empezamos a pensar en otro tipo de asociación, como la cooperativa, que les permitiera gestionar sus propios espacios”, detalló.

Rico y Sabroso tiene ocho asociadas: además de Claudia, Abigail y Gisel están Mayte Figueroa, Tamara Carrizo, Morena Pereyra, Georgina Montenegro y Carina Vilches. Agujas Trans tiene cuatro socias: Mónica González, Katia Benítez, Lola Quintana y Fiama Payer.

“Trabajar al público en este nuevo local nos permite expandir la cooperativa. Tenemos el objetivo de que en el futuro esto pueda crecer más allá del convenio con el Estado, que se puedan solventar solas”, agregó la coordinadora.

Carina Vilches es otra de las integrantes de Rico y Sabroso. Tiene 41 años y como muchas de sus compañeras, llegó al espacio a través el centro de día. Luego le ofrecieron conformar la cooperativa. También es trabajadora sexual desde chica y eso le permitió llevar una vida digna. Cuenta que Pichincha las recibió bien, que los vecinos les abrieron los brazos y las tratan bien. “Es la primera vez que tengo un trabajo distinto. Porque está el cupo laboral, pero muchas no tenemos estudios, entonces una se presenta, pasan los años y nunca queda”, dijo a La Cazadora.

Carina pidió que la sociedad y los gobernantes apoyen la Ley de Reparación Histórica post dictadura para mujeres trans, que fueron perseguidas tanto en el gobierno de facto como en democracia. “Son chicas muy grandes que siguen laburando en la calle. Yo trabajo en la calle desde que tengo 11 años, y veo lo que pasa. Las chicas se mueren porque son grandes, por las enfermedades, por las drogas. Ellas no tienen que estar ahí, tienen que ser reparadas. Esa ley va a sacar a muchas de ellas de la calle, que al día de hoy siguen ahí porque no tienen otra forma de mantenerse”, argumentó.

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