Aun con matices –algunos irreconciliables y con riesgo de resentir la unidad en la acción– el paro de este lunes demostró que el abanico opositor a la política de hambre y sumisión que ejerce el gobierno nacional sobre vastos sectores de la población a los que nunca se les posibilitará entrar en el segmento de los que detentan el poder, dio un primer paso a una resistencia que puede dar que hablar anta la posibilidad de producir un cisma inédito. Los pronunciados desmanes oficiales en el último año del gobierno macrista, que no cesan de producir profundas heridas en todos los ámbitos de la vida socio-política, su obediencia debida a las directivas del FMI, su desmantelamiento de la trama social construida luego de otra devastación, producida en planes que atenuaban las diferencias sociales y hasta raciales pronunciadas en la Historia Argentina desde el positivismo del 80 del siglo XIX producen cierto hartazgo no sólo en quienes abominan de estos depredadores, sino en aquellos que todavía apostaban a lo que el blindaje mediático les dictaba: había que esperar para salir del “desastre anterior”, el a esta altura inefable “se robaron todo”. No hubo políticas ni obras prometidas y el presupuesto 2019 vuelve a mostrarse mentiroso a la luz de los índices barajados por el vertiginoso derrotero en deudas de Lebacs, disparada del dólar, los nuevos préstamos que caen en agujero roto con el FMI y tornan casi un “Florence tropical” lo que se viene este fin de año.
Una señal para el mundo
Las centrales sindicales principales, con sus consignas, coincidieron en marcar varias de las traiciones más flagrantes –si esto no significa un oximorón–del gobierno nacional entre las que se encuentra pedir un 40% por ciento más a la friolera de 50 mil millones al FMI. “Buscaban una señal para mostrarle al mundo, para mostrarle al FMI,”, dijo Hugo Yasky, primer orador en Plaza de Mayo el lunes, cuando se conoció la primera foto del paro que comenzó 12 horas antes del general, que tuvo su inicio a la medianoche de ayer con participación de la hasta el momento reticente CGT. “Es la primera vez que somos capaces, que nos animamos, a convocar con esta amplitud —había dicho Yasky—, pero hay que decir que no va a ser la última”. Fue el primero de los dirigentes en tomar un micrófono que fue caracterizando uno a uno los retrocesos de este país, mientras nombraba las luchas más simbólicas: Atucha, Astilleros Río Santiago y los maestros y maestras en Moreno. Exigió que se caiga el modelo económico, y llamó a la oposición para que deje de jugar al oficialismo, especialmente de cara a la ley de Presupuesto.
Fuerza local
En Rosario, el armado también convocó a construir unidad y articulación en un plan de lucha, de una y mil marchas, o de uno y mil paros, con la Constitución en la mano porque “no somos golpistas” —como había dicho Sergio Palazzo, de Bancarios—, para expulsar en 2019 a Cambiemos. En un breve apartado de sintonía, Sonia Alesso alertó sobre la consigna –que también comenzaba a escucharse– de que se vayan todos y que debía alertarse porque no se tiene solución sin la política implementada desde el Estado. Y explicó que detrás del hostigamiento sobre las bases, que no va contra los dirigentes, lo que se busca es quebrar las tramas de solidaridad.
Muchos gremios de distintas extracciones participaron de la marcha local en una línea reivindicativa con las propuestas nacionales y colmaron las calles rosarinas con el himno de Bersuit “se viene el estallido” que corearon fervientemente los integrantes del Movimiento Obrero Santafesino (MOS); el Movimiento Sindical Rosario (MSR) y fundamentalmente los trabajadores de la CTA de los trabajadores, entusiastas con el reciente triunfo en la urnas. También se sumaron colectivos de amas de casa, docentes y docentes privados, desocupados, bancarios. ¿Fue diferente esta movilización masiva y con alto acatamiento en los más variados rubros a otras anteriores? Puede aventurarse que sí ya que tuvo una alta participación obrera-estudiantil-docente. ¿Puede a la vez causar alguna mella en la decisión del gobierno nacional de seguir tocando timbres financieros no para paliar ningún desastre sino para profundizar la recesión suprimiendo obras públicas para fantasear con el déficit cero al que obliga el FMI?. La proyección de crecimiento en el presupuesto no se la cree nadie, dada la declarada guerra comercial entre Estados Unidos y China y el proteccionismo generalizado.
Por otra parte, las suposiciones futuras juegan con ventaja en el terreno de la ciencia ficción: imaginar un dólar que se mantenga en 40 pesos trae aparejado algún capítulo de La dimensión desconocida cuando la inflación anunciada trepa el 50 % y se menciona que llegaría al 30 para 2019.
Las fotos de amor fránces
Las recientes imágenes de Christine Lagarde deshaciéndose en sonrisas ante un Macri embelesado en New York no hace suponer ninguna contemplación sobre el incumplimiento de las metas; ya se sabe de lo implacable de los métodos para los díscolos, más allá del guiño para que el delfín Luis Caputo abandone el Banco Central dejándolo en manos de quien nadie apostaría dos de los pesos celestes ya hace un tiempo fuera de circulación.
Los discursos que primaron entonces en un paro situado en el ojo de la tormenta –y no fueron en este escrito enumeradas todas las calamidades– circundaron la idea de unidad, resistencia y de lucha inclaudicable (en contundente diatriba del secretario general del sindicato de Prensa Rosario, Edgardo Carmona) contra un modelo destructor aplicado sobre toda América Latina pero que tiene hoy en el país, uno de sus rostros más lacerantes, el de la posible extirpación de un alto porcentaje de la sociedad, anulando cualquier visión de futuro. En contrapartida, el gobierno nacional viene aceitando su aparato represivo a pasos agigantados, con armas automáticas probadas en el Pentágono estadounidense y drones e instrucción de procedencia israelí. No sería exagerado decir que la imaginación en las banderas de las próximas marchas y paros partirán, seguramente, de “unidad, resistencia y lucha inclaudicable”.
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