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Rescate de relatos infantiles con una mirada renovada

Por Leticia Pogoriles / Télam.- El sello Planta Editora rescata cuentos infantiles que escribieron autores en la década de 1950 y que al pasar el tiempo quedaron en el olvido. Ahora fueron “revividos” con ilustraciones de distintos artistas.

Héctor Germán Oesterheld, Sara Gallardo, Alejandro Jodorowsky, Marcel Schwob, Ricardo Zelarayán, Saki, Daniel Link y Fabián Casas escribieron, cada uno en su época, cuentos infantiles que hoy rescata el sello Planta Editora con ediciones exquisitamente ilustradas por artistas contemporáneos.

El valor agregado de esta editorial independiente, creada en 2008 por la joven Luciana del Fabro, es el rescate –tras una ardua investigación– de libros que quedaron fuera de circulación y agotados, pero que en la década del 50 –años de oro para la literatura infantil– lograron irrumpir en el mercado. “Eran textos de autores que se desempeñaban fuera del ámbito de la literatura infantil”, cuenta la editora.

Olvidados en archivos y bibliotecas, relatos como “ran tres amigos de Oesterheld, el creador del mítico –y colecxtivo– héroe de El Eternauta–  o Las siete puertas, de Gallardo, fueron redescubiertos por la editora para dar inicio a un proyecto que sumó a autores actuales y a jóvenes artistas visuales.

La idea central fue trasladar un mismo concepto a través del tiempo: historias de iniciación en la vida y la formación de la espiritualidad de las personas.

“Queríamos hacer libros ilustrados, textos en armonía con los dibujos y que esa conjunción tenga una carácter universal. Eso lo encontramos en los libros para chicos, que es la literatura que le llega a todo el mundo”, cuenta Del Fabro  sobre este redescubrimiento de aquellos relatos “que padres y abuelos leyeron y leerán siempre”.

De hecho, el público de Planta no se ajusta solamente a los más pequeños:  “Los libros que dicen que son para chicos, son en realidad para todos, con motivos clásicos y universales que abren mucho más el espectro”, explica la investigadora sobre los contenidos literarios.

Por ejemplo, Memorias de un niño bombero, del chileno Jodorowsky, ahora con ilustraciones del rosarino Max Cachimba, es un cuento mágico donde se narra la relación de un niño con su padre, donde se muestran dos modos de vivir y estar en el mundo, uno aferrado a las limitaciones de la mente y el otro, abierto a todas las manifestaciones del universo.

“Este libro, junto a La estrella de madera, de Schwob, con dibujos de Alfredo Prior, pertenecen a la colección «Recién ahora», pensada para un nivel de lectores más avanzado porque incluyen una iniciación en el mundo y en la vida. Muestran a personajes que viven momentos transicionales”, subraya la editora.

“En esa misma colección –adelanta del Fabro– estamos trabajando una adaptación de Las mil y una noches a cargo de Link, con una contundente mirada sobre la formación espiritual”.

“Mis autores”, colección para los más chicos, incluye El contador de cuentos y otras historias de miedo, de Saki con ilustraciones de Pablo Cabrera, el libro de Oesterheld con dibujos de Mariano Grassi, el texto de Gallardo acompañado por el arte de Silvia Lenardón, Rita viaja al cosmos con Mariano, de Casas y dibujos de Santiago Barrionuevo y, el recientemente editado Traveseando, de Zelarayán, con tramas de Guillermina Baiguera.

Este último fue la única obra dedicada a los niños que escribió el gran poeta, donde con absoluta y simple belleza literaria relata pensamientos existenciales y curiosas historias en la voz de objetos como un paraguas, un vaso y un tenedor.

“Este libro es para niños, de cualquier edad, porque para ellos se inventó la poesía”, escribe Francisco Garamona.

En el caso de los autores fallecidos, Del Fabro mantuvo las conversaciones sobre los derechos con los herederos. “Hay una vuelta generacional en la revisita de esos textos. Ellos quieren mostrarle a sus propios hijos el libro que escribió su papá y volvemos a ellos de una manera renovada”, dice.

“Muchos padres –enfatiza– nos decían que les costaba compartir momentos de lecturas porque las elecciones de algunos chicos no les eran gratas. Para nosotros, ese momento tiene que ser agradable tanto para los papás como para los chicos”.

Otra de las novedades de Planta que habla de ese fuerte lazo en el hábito de la lectura fue la inclusión –y el primer desembarco comercial en el país– del Kamishibai, los “teatros de papel” portátiles nacidos en los años 30 en Japón, donde a partir de láminas ilustradas se va narrando una historia frente a una curiosa audiencia de niños.

Con teatros de madera hechos artesanalmente, Planta presentó la fábula Los artistas del bosque, un cuento que Link le narraba a sus hijos por las noches y que encontró –junto a las ilustraciones de María Guerrieri– el formato perfecto para perdurar en el tiempo.

Esta apuesta fuerte, donde prima el diseño delicado con la belleza literaria, se da en un momento donde el sector editorial infantil está creciendo y se están renovando.

“Me parece que hay mucho por hacer, pero desde hace diez años están emergiendo propuestas independientes. También hay mucha chatarra, vinculadas con querer llegar al máximo, pero eso pasa en todos los sectores. El balance es positivo, dentro de eso hay cosas nuevas y pequeñas que están surgiendo y la gente se muestra muy interesada”, opina Del Fabro.

Sin embargo, para ella, todavía “se trasladan muchas neurosis de adultos en los cuentos para niños donde la gracia y las características de un personaje es que es hosco, malhumorado o estresado”, dice y agrega: “Antes los libros daban una formación espiritual y personal y eso es lo que nos proponemos buscar”.

Ante estos pequeños lectores, Del Fabro insiste en “la responsabilidad sobre los chicos, ávidos y receptivos. No hay que subestimarlos, los libros son complejos y tienen muchos niveles de lecturas y ellos entienden mucho y lo que no, lo harán a posteriori, pero será parte de su formación como personas”.

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