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Referéndum en Cuba: el comunismo barbudo no se comía a los hijos

Una lectura en primera persona por un periodista rosarino, desde La Habana, sobre el referendo constitucional en la isla caribeña


Ocho millones de cubanos están habilitados para votar en el referendo de este domingo.

Fabián “Negro” Romero, desde La Habana / Especial para El Ciudadano

Es invierno, hace calor, el malecón de La Habana está repleto. Más todavía porque a las 12 de la noche cerraron todos los negocios, algo inexplicable para un sábado por la noche. Es que hay que dormir temprano porque a la mañana del domingo comienza el referéndum constitucional de Cuba.

Es raro ver tanta gente agolpada por la noche en las calles de La Habana, buscando taxis que combinan en Chevrolet del 53 y el Lada cero kilómetro, pasando por toda la variante automotor.

El que tiene más suerte vuelve a su casa en guagua o colectivo, al módico valor de 40 pesos cubanos, algo así como 0,80 centavos de peso argentino. Hay que votar, el referéndum es realizado por ley, única manera de aprobar la nueva constitución de Cuba. La actual fue votada en 1974 y hoy se vuelve a repetir este ejercicio con nuevos aires. El 82 por ciento de los cubanos votará por primera vez un referéndum. Esos 80 artículos son de avanzada. Permiten el cuentapropismo y a través de estos aprueban, de alguna manera, la propiedad privada de niveles bajos y medios.

Elimina la idea del casamiento entre hombre y mujer, por casamiento, y de esta manera hace un guiño a la aceptación del matrimonio igualitario. Incluso agrega el derecho de los animales y el cuidado del medio ambiente. El poder constituyente de Cuba puso esa ley en proceso de discusión durante tres meses, en los distintos organismos sociales del país, que se realizaron modificaciones y agregados.

La ceremonia de la elección seguirá siendo la misma. El elector llega con su carné a la mesa que le corresponde con sistema de tachas. Allí se encontrará con las opciones de sí y no.

Al dejar su boleta en la urna, un pionero, un estudiante de escuela primaria, custodio de la urna, lo va a saludar con un gesto militar en el momento de introducir el sobre.

El gobierno promueve el sí; la pregunta es qué pasará con el no. El que quiera buscar oposición al gobierno debería buscar en ese lugar, en la existencia del no, los votos nulos, pero se descarta que la mayoría se espera arrasadora.

El comunismo barbudo no se comía a los hijos, la educación y la salud cubana siguen siendo la vanguardia del mundo, la seguridad en las calles es envidia de la humanidad. Fidel murió, el socialismo no cayó y, más aún, Miguel Díaz-Canel promueve el paso de aceptar la actividad cuentapropista, incipiente forma de la propiedad privada.

 

Este espacio infinito en Cuba vuelve más real este camino, el camino del socialismo, tan real y difícil como un pueblo resistiendo por seis décadas el bloqueo más insensato de la historia de la humanidad.

El anuncio del fin del socialismo de Donald Trump es visto con gracia, sentado en una mecedora, recibiendo el salado viento del mar, el viento de los nuevos tiempos. Como dice Fernando Niembro: mirando fútbol gratis en Cuba.

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