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Reencuentro con los objetos tras el desastre de calle Salta

Por Santiago Baraldi.- Vecinos del edificio siniestrado el pasado 6 de agosto recuperan pertenencias en los galpones del ex predio de la Rural.


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“Estoy inmunizada a las emociones, no sentí nada al encontrarme con mis cosas, ya nada me sorprende… Desde que nos sacaron al juez impunemente, sigo anestesiada a las emociones. No me cayó una lágrima. Por todas estas cosas yo ya hice el duelo y ahora es tiempo de reencontrarme con mis pertenencias”, dice Ana Ceci mientras acomoda objetos personales y ropa en bolsas negras, en un galpón del ex predio de la Sociedad Rural, donde una veintena de contenedores precintados y etiquetados dicen, en su caso, 10º B. Es el piso y el departamento donde Ana vivía junto a su pareja, en el edificio que explotó en Salta 2141.

La ceremonia del reencuentro con los objetos es lenta. La mujer, de 31 años vuelve a tener en las manos sus libros y carpetas de inglés. “Soy docente y traductora”, dice orgullosa. “Pero me estallaron los tímpanos y en el verano me tengo que operar, perdí la mitad de la audición y me ha complicado laboralmente”, agrega.

La escena es dantesca: es el último día de octubre y llueve torrencialmente, entonces ingresa agua al inmenso galpón del predio que perteneció a la Sociedad Rural, en el parque Independencia. El estado de abandono en que se encuentran las instalaciones queda reflejado en las goteras del techo que dejan filtrar el agua hacia las pertenencias de quienes habitaron en el edificio que estalló el pasado 6 de agosto, y donde murieron 22 personas.

Olvidados

Ana cuenta con la colaboración de dos amigos que tienen una camioneta y la ayudan a cargar los bultos. Hay dolor e indignación en sus palabras. Al momento de la explosión trabajaba en una traducción y su pareja estaba en el sillón del living: en un segundo quedaron tapados por escombros y vidrios. “Creí que mi compañero había muerto. Yo tenía los ojos lleno de astillas y en medio del polvo que flotaba en el ambiente lo pude sacar, estábamos vivos. Pero ahora estamos olvidados, con las elecciones en el medio, calle Salta quedó muy lejos”, se lamenta.

Ana era propietaria y se pregunta: “¿Quién me devuelve los años de trabajo y sacrificio? Ahora estamos suplicando que nos den un crédito Procrear, que vamos a tener que pagar por algo que ya teníamos, que no va a salir rápido. Tengo las emociones atrofiadas porque me siento una persona de 90 años. Por eso cuando ingresé aquí, no se me movió un pelo”.

Entre los contenedores que aún se mantienen precintados y etiquetados hay una montaña de ropa y objetos con las cicatrices de la explosión, cosas que ya no sirven, retazos y ropa aún con polvo adherido. Cajones con papeles, ropa, perchas, ollas, almohadas, colchones, un sifón, una computadora destrozada, un teclado sin teclas. Los dueños se transforman en cirujas de sus pertenencias: revuelven en los contenedores en busca de un objeto preciado que les devuelva una mueca… “Ah, mirá, el mate se salvó”, se escucha desde el otro lado del galpón.

El antes

Ana sigue con su relato y recuerda con precisión qué pasó en los días previos al fatídico 6 de agosto. En diálogo con El Ciudadano repasa los hechos de la misma forma que lo hizo en su momento ante el juez Javier Beltramone, ya apartado de la causa después de ser recusado por Litoral Gas y por la administradora del edificio. “Casi dos semanas antes de la explosión, Litoral Gas nos cortó dos o tres días el gas; cuando vinieron para restituir el servicio, estuvieron toda una tarde trabajando con unas llaves gigantescas, haciendo mucha fuerza para abrir una válvula o no sé qué. Esto fue en el palier de la planta baja, contra la calle, ahí estaba nuestra famosa válvula. Esta persona que no podía llamó a Litoral Gas. Llegó un utilitario de la empresa, entre dos operarios hacían fuerza y reemplazaron un caño. Al rato nos dieron el gas, ¿pero nadie repara en las condiciones en que dejaron estos dos empleados de Litoral Gas esa llave, válvula o tuerca? No digo que lo dejaran adrede, pero sí que hubo negligencia. Hay una pirámide de responsabilidades, el gasista es el último eslabón. Cuando yo vi la manera negligente y grosera con que trabajaron con ese caño, me dije para mí: ‘¡Uy, acá explotamos!’. Dos semanas después pasó realmente”.

A casi tres meses del desastre, a Ana le irrita la actitud poco solidaria de las inmobiliarias de la ciudad, que desoyeron el pedido de que a las víctimas de calle Salta no les cobraran comisión para alquilar un inmueble. “Tuvimos que salir a alquilar y nos cobraron la comisión. No le importó nada. Sé de mucha gente que también pasó por lo mismo. Hay que retomar la vida, pero en medio del dolor, la bronca y la impotencia no podés. De mi bolsillo tuve que pagar medicamentos, flebólogo, traumatólogo, kinesiólogo… hay que sobrevivir y si bien hay que seguir no es bueno hacerlo con odio”, concluyó.

El proceso de recuperación

El director provincial de Protección Civil Zona Sur, Aldo Fabucci, es el encargado de comunicarse con cada uno de de los inquilinos y propietarios de Salta 2141 para hacerles saber que pueden pasar por el ex predio de la Sociedad Rural en el parque Independencia para retirar pertenencias.

La empresa Milicic, que tiene a su cargo la tarea de demolición del edificio, realizó en cada departamento una filmación de cómo estaba al momento en que ingresaron y también se obtuvo material fotográfico. “Una vez que se terminó con eso, ingresaron operarios que fueron removiendo los escombros y colocando en baldes las pertenencias encontradas, y todo se colocó en un contenedor. Se juntó todo: cosas sanas y rotas, porque nosotros no somos quién para decir qué sirve y qué no”, apuntó Fabucci.

Los damnificados, luego de convenir día y horario de visita, son convocados a uno de los galpones del parque Independencia para que tenga su tiempo y decida qué quiere hacer con los objetos. “Una vez terminada la tarea, la persona firma un documento donde consta que retiró sus pertenencias. Las cosas que no se llevan van a parar al relleno sanitario. En el galpón hay 29 contenedores, ya pasaron 16 propietarios e inquilinos y aún restan unos 20”, explicó el funcionario provincial.

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