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Rebelión policial amenaza la democracia ecuatoriana

El presidente Correa había quedado retenido en el hospital del Regimiento de Quito, amotinado desde la mañana.

Una sorpresiva crisis institucional se desató ayer en Ecuador cuando unos mil policías tomaron el Regimiento mayor de Quito –en rechazo a una ley que según reclamaron les quita adicionales salariales– y el presidente Rafael Correa acudió al lugar para dialogar con los sediciosos. El mandatario tuvo que salir escoltado y entre gases lacrimógenos, por lo que fue trasladado para recuperarse en el hospital policial, donde quedó “secuestrado” por los rebeldes. El propio Correa advirtió sobre “un intento del golpe de Estado de la oposición” y el gobierno decretó el estado de sitio. Manifestantes en apoyo a Correa marchaban para romper el cerco y liberar al presidente, y por la tarde al menos uno de ellos murió en enfrentamientos en donde hubo varios heridos. La Unasur llamó a una reunión urgente que tenía lugar anoche, al cierre de esta edición, en Buenos Aires.

Los mandatarios de la mayor parte del continente incluido los Estados Unidos salieron en respaldo de la constitucionalidad del gobierno ecuatoriano ante una posible conflagración en contra de Correa y, anoche, al cierre de esta edición, comenzaba una reunión urgente de los mandatarios de la Unasur, en Buenos Aires.

Todo comenzó a primeras horas de ayer cuando alrededor de mil policías se insubordinaron y tomaron el Regimiento Quito, el mayor de la capital, en rechazo a una ley aprobada en la asamblea el martes pasado y que, según alegan, les quita adicionales salariales.

El amotinamiento policial se extendió rápidamente hacia el resto del territorio nacional con el corte de rutas y cierre de algunos aeropuertos como el de la propia capital Quito.

El presidente de Ecuador acudió tan pronto como pudo al lugar pero no pudo ingresar al recinto policial. Desde una ventana del Regimiento, que da a un gran patio, dio un improvisado discurso.

“No daré ni un paso atrás, si quieren tomarse los cuarteles, si quieren dejar a la ciudadanía indefensa y si quieren traicionar su misión de policías, traiciónenlos”, les dijo Correa a los amotinados y ante el griterío y el abucheo por parte de los rebeldes, fuera de sí, se sacó la corbata, se abrió la camisa y desafió: “Señores, si quieren matar al presidente, aquí está: mátenme si les da la gana, mátenme si tienen valor, en vez de estar en la muchedumbre, cobardemente escondidos”. 

“Si quieren destruir la patria, destrúyanla, pero este presidente no da ni un paso atrás, ¡viva la patria!”, finalizó el mandatario.

Al retirarse del Regimiento, en medio de una turba, fue empujado al tratar de abrirse paso, entre bombas de estruendo y gases lacrimógenos.

Horas después, desde el hospital militar donde recibía tratamiento tras recibir un golpe en una pierna recién operada, y luego de haber sufrido los efectos de aspirar gases lacrimógenos, Correa dijo a un canal de televisión ecuatoriano: “Me siento traicionado, no por todos, pero habrá que depurar. Hago un llamado a la ciudadanía a la calma… superemos rápidamente esto y sancionemos a los responsables”.

Después se vivieron momentos de confusión y se difundieron distintas versiones de lo que ocurría. Desde Venezuela Hugo Chávez expresaba que el presidente Correa se encontraba retenido “y en peligro de muerte” por los rebeldes en el hospital policial y clamaba a la comunidad internacional evitar un golpe de Estado.

La retención a Correa se fue confirmando con el pasar de las horas. Centenares de policías en rebelión mantenían sitiado al presidente de Ecuador. Unos de civil y otros uniformados, lanzaban arengas contra el gobierno en las afueras del sanatorio de la Policía, en el norte de la capital,

Desde el mismo centro de salud, Correa denunció que su gobierno era víctima de un intento de golpe de Estado y que policías sublevados intentaban ingresar a su habitación.

“Nosotros queremos que derogue la ley aprobada por el Legislativo. Vamos a estar aquí hasta cuando sea necesario”, dijo a la AFP un policía, que pidió no ser identificado. Los agentes, varios de ellos movilizados en vehículos y motocicletas, impedían que el presidente socialista fuese trasladado hasta el Palacio de Carondelet, sede del Ejecutivo en el centro colonial de la ciudad, a pesar del enardecido ambiente.

La agencia oficial Andes informó que delegados de los sublevados se reunirían por la tarde con Correa para negociar la ley que rechazan.

Una mujer que se plantó frente al hospital para gritar un “gracias” al gobernante fue agredida con insultos y recibió impactos de botellas de plástico hasta que una policía enmascarada la retiró a empujones. “Correa, a la Policía se respeta” y “Abajo este gobierno asesino de Correa”, respondían por su parte algunos policías rebeldes a través de un megáfono.

En tanto, el ministro de Exteriores, Ricardo Patiño, llamaba a los cientos de partidarios de Correa congregados para dar su apoyo fuera del Palacio de Gobierno de Carandolet, en el centro de Quito, que acudieran al hospital a rescatar al presidente.

Mientras, el ministro de Seguridad Interna y Externa, Miguel Carvajal, daba una rueda de prensa urgente en la que confiaba “que todo vuelva a la calma en pocos minutos”. Hasta las últimas horas de ayer la situación todavía era de incertidumbre.

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