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Rastrean los llamados del celular del Pimpi

Si bien el aparato está en manos de la familia, la Policía ya tiene el número.

La pieza clave para desentrañar el misterio de la muerte de Roberto Pimpi Camino, el ex brarrabrava de Newell’s, asesinado la madrugada del viernes pasado de siete balazos en la puerta del bar ubicado en Servando Bayo al 1400, parece apuntar al celular de la víctima, que hasta ayer permanecía en manos de alguno de los familiares, según deslizó una fuente de la pesquisa. De todos modos, aseguraron que el número de teléfono ya está en manos de los investigadores y a partir de ese dato pueden reclamar a la empresa de telefonía en cuestión un listado para cotejar las llamadas entrantes y salientes y, de esa manera determinar quiénes fueron las últimas personas con las que se comunicó el Pimpi antes de morir y poder armar un rompecabezas que, motivado por razones que tampoco se conocen aún, parece haber obedecido a una emboscada, que podría desentrañarse si se conocieran los nombres de las personas que lo llamaron para acudir a su última cita.

Esa pesquisa, que está a cargo del juez de instrucción Javier Beltramone, es guardada con mucho recelo, sobre todo si se tiene en cuenta que hasta el momento no hay detenidos y, según la Policía, nada se descarta.

Lo cierto es que la familia Camino pretende constituirse como querellante en la causa. Y en ese sentido, el abogado de los Camino, Carlos Varela, se reunirá mañana con el magistrado con el objetivo de informarse sobre el estado de la  pesquisa.

El ex jefe de la barra brava de Newell’s fue asesinado a las cinco de la mañana del viernes en la puerta del bar Ezeiza, ubicado en Servando Bayo al 1400, adonde había estado bebiendo champagne desde las doce de la noche con varios amigos; uno de ellos es el dueño de otro bar, el otro un policía, según los datos aportados por allegados al Pimpi.

Estaba con el dueño del bar y policía que supo ser un hombre de confianza del actual jefe de la Policía provincial, Osvaldo Toledo, quien confirmó que se trata de uno de los uniformados comisionados para atrapar al Pimpi en abril del año pasado en Buenos Aires, cuando se encontraba prófugo de la Justicia por el copamiento al club del Parque Independencia, que después lo mantuvo varios meses preso.

Lo cierto es que hasta el momento la pesquisa logró reconstruir que el Pimpi salió a la puerta el bar, no se sabe si para fumar, y fue abatido de siete balazos.

Una muchacha declaró ante el juez Beltramone que vio a una persona de “gorrita” atacando al Pimpi. “Decir que vio a alguien de gorrita disparando es lo mismo que no decir absolutamente nada”, sostuvo un vocero de la pesquisa.

El Pimpi, después de recibir los disparos quedó tendido en la vereda del bar, que luego fue baldeada eliminando los rastros de sangre y muchos de los proyectiles que cayeron alrededor del cadáver. El hombre fue trasladado al hospital Carrasco en su propio vehículo, un flamante BMW color gris, pero llegó muerto. De todas formas, los médicos intentaron revivirlo en vano con un desfibrilador. Las personas que lo habían acompañado hasta el hospital, desaparecieron poco después de escuchar la noticia de su muerte.

El mismo viernes, el Fonavi de la calle Alice se vistió de luto. En la planta baja, y a pocos metros del santuario que alberga al Gauchito Gil, de quien el Pimpi era devoto, sus restos fueron velados. Los vecinos de la zona se apuraban a llegar primero, y una multitud se apuró a despedirse del hombre fuerte del barrio. Pero después, con el paso de las horas, todo se fue calmando.

Hasta que llegó el momento del entierro en el cementerio El Salvador, que se producía casi al mismo tiempo que el  partido que disputaban Ñuls y Vélez, a escasos 300 metros de diferencia. La hinchada que despedía al Pimpi era populosa, vestía la camiseta rojo y negra y dejó en claro que otra justicia se gestaba ya en los pasillos de El Salvador, ya que prometían a su líder venganza. Otra preocupación para las autoridades.

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