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¿Quiénes le temen al jefe de la bancada del Frente de Todos?

Los debates de la semana pasada en Diputados evidenciaron el crecimiento discursivo y político de uno de los dirigentes más injustamente demonizados de la historia contemporánea argentina: Máximo Kirchner.


Por Mauro Federico/ puenteaéreodigital

Henry Higgins es un irascible y arrogante profesor de fonética. Una tarde en Covent Garden, tras salir de la Royal Opera junto a su amigo el coronel Pickering, ambos caballeros se topan con una joven florista callejera llamada Eliza Doolitle. Justo en ese momento, la mujer de modales ordinarios y lenguaje popular, estaba profiriendo insultos contra uno de los pitucos que salían del teatro. Al verla, Higgins -que presumía de ser un especialista en la lengua inglesa- asume ante su compañero un particular desafío: transformar en seis meses a esa joven vulgar en una dama de la alta sociedad londinense. Después de algunas clases infructuosas, Higgins logra convertir a Eliza en una mujer sofisticada que deja a todos con la boca abierta, el día en que ella se “gradúa”, tras ir a un “tea party”, luego a la ópera y hablar con todos en un perfecto y educadísimo inglés.

Así comienza una de las obras más emblemáticas del irlandés ganador del Premio Nobel de Literatura Bernard Shaw llamada Pigmalión publicada en 1913, época en que la fonética era un tema en auge. La pieza llegó al cine dos veces en el formato de musical: la primera, en 1938, con el mismo nombre que el libro original; la segunda, en 1964 y se llamó My fair lady. En ambas oportunidades fue galardonada con un Oscar por la Academia de Hollywood a la mejor película.

Difícil sería establecer a ciencia cierta quién pudo haber sido el Higgins de esta historia (si es que hubo uno) pero lo indiscutible es que el presente de Máximo Kirchner -y, lo que es aún más inquietante para algunos, su futuro- muestra claramente la transformación del mayor de los hijos del matrimonio Kirchner, en uno de los dirigentes con mayor proyección política del espacio que lideran Alberto Fernández y su propia madre.

Hace poco más de un año, al conmemorarse los dieciséis años de la llegada de su padre a la presidencia de la Nación, Máximo pronunció un discurso en José C. Paz que daban fe de su transformación: “Puede ser que estas manos hayan tenido un joystick, pero nunca se levantaron en el Congreso para votar a favor de los fondos buitres o de los ajustes”. Esa imagen distorsionada que pretendieron construir desde cierto discurso mediático de pibe rico que solo se preocupaba por conseguir el último juego de Play Station para disfrutarlo con sus amigos y al que la política no le importaba nada, quedó sepultada definitivamente tras su performance como líder de la bancada oficialista en estos casi nueve meses de gobierno.

Los mismos sectores del poder político y económico que antes lo menospreciaban y se reían de él, ahora lo miran con otros ojos. “Aunque no es la mejor manera de ganárselo, a veces el respeto viene de la mano del temor y a Máximo hay muchos empresarios que le temen porque lo consideran capaz de impulsar medidas que afecten al sector de la economía más concentrada”, relata a #PuenteAereo un dirigente empresarial de extracción ideológica cercana al peronismo.

El impulso reiterado al demorado impuesto a las grandes riquezas -que todavía no asoma en el horizonte parlamentario- y su crítica permanente a la actitud adoptada en este proceso político por la entidad que nuclea a los empresarios amigos de Héctor Magnetto, lo colocan en la lista de los políticos menos queridos por el establishment económico de la Argentina. Sin embargo, aunque no tenga absoluta concordancia con su pensamiento, el Presidente lo respalda. “Hablan un par de veces por semana y Máximo lo respeta mucho porque es perfectamente consciente de que sin una figura como la de Alberto, hubiese sido imposible desplazar al macrismo del poder”, afirma un legislador camporista con llegada directa al despacho del jefe de la organización.

Además de sus escasas apariciones públicas (no suele aceptar ni uno de los cientos de pedidos de entrevistas que le formulan semanalmente), el lugar donde comenzó a despuntar sus dotes de tribuno es la cámara de Diputados. Prepara sus presentaciones, las documenta, improvisa lo justo y necesario, es consciente que se trata de un paso más en su carrera política con un destino que algunos presienten, otros desean y unos pocos temen.

Tiene la palabra

El viernes pasado el oficialismo logró la aprobación en Diputados del proyecto de ley que amplía la moratoria impositiva. Tras una maratónica sesión que combinó participaciones remotas con presenciales desde el recinto, el jefe del bloque del Frente de Todos cerró el debate desplegando una batería de recursos discursivos que sorprendió a más de uno. En una pieza de oratoria sólida, Máximo argumentó a favor del proyecto oficialista con argumentos contundentes, sin dejar pasar la oportunidad para cuestionar duramente la actitud del ex presidente Mauricio Macri -quien partió de vacaciones rumbo a Francia, en medio de uno de los momentos más críticos del país- a quien calificó como alguien que “es mucho mejor turista de lo que fue como Presidente”. Durante su alocución, Kirchner jugó fuerte con un recurso que caracterizó a su padre a la hora de verbalizar una idea: el sarcasmo. Y, de paso, aprovechó para cuestionar a la Justicia: “No debemos pensar que Macri quiere fugarse, creo que tiene todo el derecho de viajar con su familia por el mundo, después de todas las causas que tuvo en la Argentina, ¿qué miedo puede tener el expresidente a que el Poder Judicial le haga algo? Ninguno. Creo que hace lo que le gusta, que es hacer turismo”, ironizó.

De paso, el diputado aprovechó para cuestionar la doble vara de los opositores –tanto mediáticos, como políticos– a la hora de juzgar los viajes de la vicepresidenta, que iba a visitar a Florencia a Cuba, donde estuvo internada más de un año por problemas de salud. “Cada vez que Cristina viajaba, se fugaba. Tenía la hija enferma y se fugaba. Pero no se fugó: se quedó con la gente. Y perseguida y sin el Fondo Monetario Internacional les ganó la elección. Y todavía no lo asumen”, comparó.

Sin sacar la mira del líder del PRO, volvió a cargar contra su figura y la de sus partidarios. “¿Hablan de plan de impunidad? El Presidente que asumió procesado por escuchas y que a los cinco días de asumir lo desprocesan y los jueces que lo habían procesado terminan todos fuera del Poder Judicial. Y ahora está nuevamente atravesando una denuncia de espionaje”, señaló Máximo.

Por último, el dirigente del Frente de Todos intentó despejar dudas respecto de su supuesto resentimiento con el universo empresarial al señalar que “la moratoria alcanza también a grandes empresas”, como por ejemplo Telecom. “Para que vean que no nos guía ningún odio ni rencor, sino que realmente estamos preocupados por el destino de la Argentina, de sus empresas y fundamentalmente de quienes trabajan en ellas, que es lo que nos debe ocupar”, finalizó.

Un tándem que amalgama

Cuando el duque Jorge de York quiso vencer su tartamudez, acudió a un fonoaudiólogo de origen australiano llamado Lionel Logue. Ambos trabaron amistad mientras trabajaron juntos y, cuando su hermano Eduardo VIII abdicó del trono de Inglaterra por amor, el nuevo rey Jorge se valió de los servicios de Logue para poder realizar la transmisión radial sobre la declaración de guerra a Alemania en 1939.

Esta historia, impecablemente ficcionada en la película El discurso del Rey, también puede servir para entender los términos de la relación entre Máximo y Sergio Massa. Bastó ver el modo cómplice con el que el presidente de la Cámara lo observaba el viernes mientras el líder de la bancada oficialista desandaba su discurso en el debate por la moratoria, para comprender que existe entre ellos una relación mucho más sólida que la de meros compañeros de labor parlamentaria. Más allá de los encuentros públicos entre ambos dirigentes –sin demasiados lazos de unión en el pasado– existe un trabajo sotto voce que la dupla realiza diariamente para distender la cuerda unificadora de los diferentes sectores de un Frente tan poderoso como heterogéneo.

No es fácil congeniar miradas tan contrapuestas como las que pueden expresar los extremos de la coalición gobernante, con la propia marcha de la gestión, incluso en diferentes ámbitos territoriales como puede ser la Nación o la provincia de Buenos Aires. “Lo que ocurre con (Sergio) Berni y (Sabina) Frederic es apenas un botón de muestra de los contrapuntos que hay que aflojar para evitar la ruptura”, señala un colaborador del líder Renovador.

Otro capítulo importante le cabe a la convivencia dentro del ámbito parlamentario, donde la heterogeneidad se cristaliza de un modo palpable y cotidiano. Massa y Cristina encabezan ambos cuerpos legislativos, y deben articular con los miembros de las dos bancadas, en las que conviven kirchneristas, renovadores, peronistas ortodoxos, sindicalistas y hasta algún socialdemócrata enamorado del ala alfonsinista del albertismo. Y en esa arena cobra relevancia el tándem que Sergio y Máximo constituyen con el solo objetivo –por ahora al menos- de respaldar al Presidente y a sus medidas. Claro que no están solos en esa tarea. Los secundan el jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, y el ministro del Interior, Eduardo “Wado” de Pedro, quienes coordinan los aspectos políticos y la gestión para trasladar los planes al despacho principal de Olivos.

Con estilos distintos, historias sin demasiados puntos de contacto y estructuras de sostén bien diferentes, los dos se han transformado en piezas clave para garantizar el tan ansiado equilibrio con el que el gobierno pretende transitar los próximos meses. “Ya habrá tiempo para sacar las garras, ahora es tiempo de negociar”, confían los allegados.

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