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Punto de partida de un país

Los acontecimientos del 25 de mayo de 1810 siguen generando contradicciones entre historiadores. Algunos dicen que no hubo plan para crear un nuevo Estado. Otros rescatan ideales independentistas.

Aunque los sucesos ocurridos el 25 de mayo de 1810 comenzaron a celebrarse inmediatamente como una fecha cívica fundacional de la Nación argentina, el carácter independentista que tenían aquellos primeros “patriotas” todavía es fuente de contradicciones para los historiadores.

Muchos de ellos sostienen que los revolucionarios de Mayo no se plantearon el nacimiento de un nuevo Estado sino apenas desconocer la autoridad napoleónica que por entonces había obligado a abdicar al rey de España, Fernando VII, para poner en su lugar a José Bonaparte. Tal afirmación se basa en que las primeras menciones a una Nación argentina aparecen recién alrededor de 1837, muy lejos en el tiempo de los hechos y próceres que se supone le dieron origen.

En contraposición, no son pocos los estudiosos que sostienen que detrás de su aparente “defensa” de la Corona española, los revolucionarios ya acunaban la idea de una independencia total del poder europeo que se daría oficialmente con la declaración de la Independencia en 1816.

Por la razón que fuere, lo concreto es que aquel viernes de 1810 concluyó una semana que cambió el orden establecido en el Virreinato del Río de la Plata. Lo que se conoce como la Semana de Mayo comenzó el viernes 18, cuando se confirmó oficialmente la caída de la Junta de Sevilla –órgano de poder de la monarquía española–, y finalizó siete días después con la asunción de la Primera Junta.

Las causas internas y externas de la Revolución fueron múltiples: entre las segundas, dos hechos que calaron hondo en el espíritu de los criollos (hijos de españoles nacidos en América) fueron la declaración de la Independencia de los Estados Unidos en 1776 y la Revolución Francesa de 1789.

El ideario independentista, liberal y republicano que encarnaron ambos sucesos históricos, así como la declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano en Francia –resumida en la tríada “libertad, igualdad, fraternidad”–, fueron adoptados  como propios por jóvenes de la burguesía ilustrada criolla.

El afianzamiento y expansión del sistema capitalista en Europa tras la revolución industrial nacida en Gran Bretaña necesitaba crear nuevos mercados para poder vender sus productos, algo que no era posible en las colonias españolas porque la Corona monopolizaba el comercio exterior.

Este seceso no es menor, ya que tras el fracaso de las invasiones inglesas de 1806 y 1807, el poder británico apostó a promover entre las sombras la emancipación del Virreinato del Río de la Plata. La limitación que la burguesía criolla encontraba para desarrollar el sistema de libre comercio en estas pampas, con la consiguiente imposibilidad de acceder al mercado inglés para los cada vez más poderosos comerciantes locales, fue una de las causas económicas internas de la Revolución.

La cronología revolucionaria comenzó el día 18 de mayo de 1810 con una proclama del virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros que afirmaba gobernar en nombre de Fernando VII, para intentar impedir que la noticia de la caída del monarca le quitara sustento político.

Al mismo tiempo, en una maniobra para cuestionar la autoridad virreinal, el grupo de “agitadores” –como llamaban los realistas a los criollos– comenzaba a exigir la realización de un Cabildo abierto que finalmente se produjo el día 22. Ésta y otras concesiones arrebatadas a Cisneros se obtuvieron gracias a la constante presión del ala más dura de los revolucionarios, conocida como “La Legión Infernal” e integrada, entre otros, por Domingo French y Antonio Luis Beruti.

Tres días después del primer Cabildo abierto, fueron estos mismos grupos los que consiguieron deponer al virrey  y elegir la Primera Junta, presidida por Cornelio Saavedra y conformada por abogados, comerciantes y un sacerdote.

Una de las consecuencias más importantes de la Revolución de Mayo en la sociedad fue –al menos en lo discursivo– el cambio de paradigma con el cual se consideraba la relación entre el pueblo y los gobernantes. Poco después, el concepto del “bien común” dio paso al de “soberanía popular” impulsado por Mariano Moreno, Juan José Castelli y Bernardo de Monteagudo, que sostenía que en ausencia de las autoridades legítimas el pueblo tenía derecho a designar a sus propios gobernantes.

Lo que sigue a las jornadas de mayo es parte de una nueva historia: la puja interna entre saavedristas y morenistas; el alejamiento y muerte de Moreno –que se sospecha fue asesinado por orden de Saavedra–; la Junta Grande; los Triunviratos; la Asamblea del año 13; los Directorios de Posadas, Alvear y Balcarce; y, por fin, la Declaración de la Independencia en el Congreso de Tucumán en 1816.

Todos estos acontecimientos, atravesados por las campañas militares y libertarias de José de San Martín y Manuel Belgrano, fueron parte de un momento crucial de nuestra historia durante el cual esta región volvía a ser soberana e independiente de la realeza española.

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