Edición Impresa

Puerta abierta al propio hogar

Un grupo de jóvenes emprendió la difícil tarea de recuperar clubes de la ciudad. Con el respaldo de vecinos, y a puro esfuerzo, logran devolver al barrio la actividad perdida en los años de crisis y fraudes

Por: Luciana Sosa

Se escribieron cientos de historias y se inventaron otras tantas en las mesas del bufé del club de Rondeau y Larrechea. Los avatares de la historia y la crisis económica, o la falta de ganas de seguir adelante, cerraron sus puertas y años más tarde un grupo de jóvenes osados (algunos decían que estaban locos) se puso la camiseta de los clubes barriales y trabajó por su reapertura. Hoy el club Leña y Leña, tantas veces mencionado en los cuentos del Negro Roberto Fontanarrosa, lleva casi tres años de su segunda vida. Es un pulmón en el barrio Alberdi y conecta a más de 100 familias de la zona. El espacio, también único escenario de la zona norte de los carnavales de este verano (este sábado tendrán su último baile, a las 21), espera seguir creciendo y que otros grupos y otros clubes se hagan eco de esta movida de recupero de historias.

Javier Alvarado, Diego Ferreyra y Diego Bozitkovic fueron algunos de los quijotes que emprendieron la aventura de reabrir el club. Ya habían pasado por la recuperación del mítico Argentino de Rosario, que incluyó movidas periodísticas, cena para recaudar fondos y demás iniciativas que tuvieron como resultado un club nuevo pero que mira adelante y crece.

Alvarado, Ferreyra y Bozitkovic no están solos, a su alrededor hay casi diez jóvenes que se reparten funciones en los distintos espacios recuperados. Porque además de Argentino y Leña y Leña, también trabajaron y trabajan por la existencia de los clubes Sarmiento e Internacional. En conjunto con otros clubes,  han unido fuerzas para el movimiento “fortalecimiento a los clubes de barrio”, con el cual esperan recibir subsidios para continuar con el crecimiento del espacio.

“De repente nos encontramos con que muchos clubes de la zona (y de la ciudad en sí) estaban abandonados, y en el peor de los casos usurpados. La gente le dio la espalda a la los clubes y con ello aumentó la mala fama de un espacio dejado. Se había roto el lazo que unía al club con la gente de su barrio, con las familias, con las historias que se tejían en cada cancha, en las mesas del bufé, en cada partido de fútbol o de bochas”, explicó Alvarado a El Ciudadano.

Por su parte, Bozitkovic agregó que lo que sucedía puertas adentro de los clubes cerrados originó desconfianza en la gente para con este grupo de jóvenes que pretendía reabrir el lugar. “Muchos decían que estábamos locos y muchos otros desconfiaban de nuestras intenciones cuando comunicamos que nos interesaba recuperar los clubes. De apoco, con el recuerdo de tíos o abuelos –que es algo que aún mantienen los barrios como éste– la confianza se fue ganando de a poco, sobre todo cuando vieron que realmente el club seguía siendo de los vecinos”, expresó. “Nos educaron a desconfiar de la gente –agregó Alvarado–, y nosotros no fuimos la excepción”.

Asimismo, dejaron en claro que lo adquirido para el club “queda en el club” y que cada peso que ingresa “sale para que el club siga creciendo”. “Vemos tanta gente que va al casino a tirar la plata, tantos otros que invierten sus ahorros en un viaje inolvidable o en algún emprendimiento, nosotros invertimos nuestros ahorros en una actividad de gran carga social, que es para todos”, señaló Alvarado.

Leña y Leña fue reabierto a fines de 2007 y desde entonces los vecinos se acercan a compartir momentos de ocio, a practicar yudo, a aprender ajedrez, a bailar salsa y tango o a jugar un picadito. “Comenzamos este trabajo como una epopeya para recuperar espacios y tenemos en claro que las necesidades de la familia dista mucho de las que se tenían hace 50 años”, explicó Alvarado. “Antes los padres estaban más tiempo en su casa, con sus hijos, y se compartían otras cosas, ahora apenas se ven, los horarios son otros, y un club también tiene que amoldarse a los nuevos tiempos”, sostuvo. Sin embargo, la razón de esta iniciativa ha sido la comunicación entre vecinos y la extensión del living de su casa al bufé o a las canchitas del club.

En cuanto al orgullo de haber emprendido esta aventura y compromiso barrial, Ferreyra expuso: “Leña y Leña es un espacio que recuperamos para la comunidad hace dos años y medio. Con esto no sólo logramos darle más ritmo de vida al barrio, sino también incorporarle actividades deportivas y sociales. El presente nos gratifica”.

Comentarios