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Pueblos de la Patagonia siguen peleando contra la ceniza

Comunidades del sur de Río Negro y Chubut pelean desde hace tres meses contra las cenizas producidas por la actividad del volcán chileno Puyehue, que aún persiste.

Las pequeñas comunidades de la línea sur de Río Negro y norte de Chubut pelean día a día con un adversario que llegó hace tres meses, pero que nadie sabe cuánto tiempo se quedará, a partir de la actividad que persiste en el volcán chileno Puyehue.

La lluvia de cenizas que inauguró este período gris para la región comenzó a caer en la tarde del 4 de junio pasado y si bien el espeso manto gris de los primeros días se modificó, su presencia es permanente en las calles y campos de los pequeños pueblos patagónicos, donde de miles de animales han muerto.

Cuando la ceniza apareció, la región central de la Patagonia sufría desde aproximadamente 5 años atrás, una prolongada sequía que afectaba principalmente a la producción de lanares ovinos y caprinos, base de sustento de la población asentada en los campos de la región.

El fenómeno climático se agravó de modo superlativo desde hace tres meses, cuando el volcán Puyehue inició una erupción que si bien se ha moderado, aún persiste.

De acuerdo a los datos aportados por los servicios de geología de Chile, ese procesó generó más de cien millones de toneladas de cenizas, arena y piedra pómez en la atmósfera, que afectó a varias provincias de la Argentina.

Por la intensidad y principalmente la dirección de los vientos predominantes en la Patagonia, gran parte de ese material quedó depositado en territorio argentino, afectando alrededor de 7,5 millones de hectáreas en Neuquén, Río Negro y Chubut.

Si bien las ciudades más afectadas por el fenómeno fueron Villa La Angostura, Bariloche y San Martín de los Andes, por su cercanía al volcán, existe una gran cantidad de pequeñas localidades y poblaciones ubicadas en la meseta, sobre la denominada línea sur de Río Negro y el centro norte de Chubut, que sufren de modo constante los embates de la ceniza.

La zona es desde hace décadas el refugio de miles de productores que a través de las ovejas y las chivas han encontrado su modo de sustento en este rincón del país, pero que hace algunos años vieron afectados sus intereses por dos flagelos.

Por un lado, la sequía y por el otro la expansión de algunos depredadores naturales como el puma, que ha ganado terreno sobre campos vacíos o subocupados en ambas provincias.

Sin embargo, el 4 de junio la ceniza aportó el golpe de gracia para cientos de familias de minifundistas que ven como sus animales se mueren ante la imposibilidad de alimentarse.

Los voladeros que produce el viento aleja a las ovejas de su comida, tapa las aguadas y genera numerosos inconvenientes en los animales, como lesiones en boca, ojos y limado de las dentaduras.

Débil y deshidratado, el ganado se muere en el campo y las pérdidas son incalculables, por lo que la única esperanza de los productores es que el refuerzo de forraje enviado por el Estado llegue a tiempo y que se puedan limpiar los bebederos o se logren nuevas perforaciones.

Si bien no hay cálculos oficiales sobre las pérdidas en el sector, algunas estimaciones realizadas al principio del fenómeno daban cuenta de que sólo en Chubut podrían perderse más de 700 mil cabezas lanares.

Los productores y las autoridades consultadas auguraban una escasa producción de lana y corderos para la próxima zafra, a raíz de la muerte de miles de ovejas madres en la región centro norte de la provincia.

El sector recibió como único aporte por parte de la Nación, a través de la Dirección de Emergencias Agropecuarias, un fondo de 5 millones de pesos destinado a los productores de los tres departamentos más afectados.

Los ganaderos con menos de mil cabezas reciben una ayuda de 2 mil pesos, mientras que quienes tienen entre mil y cuatro mil animales, se hacen acreedores de 10 mil pesos.

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