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Pueblo chico, infierno grande: narcotráfico y crímenes tenebrosos en una pequeña localidad costera

A partir del hallazgo en la playa de cadáveres de varones ahorcados y con la lengua amputada, una sheriff y su extravagante ayudanta deberán resolver el enigma en el seno de una comunidad de hábitos algo delirantes, todo en un tono de oscuro thriller que oscila entre lo siniestro y lo grotesco


Especial para El Ciudadano

Un par de series nada desdeñables, marcadas por el tono de comedia y el juego con el policial, se estrenaron entre mayo y junio de este año. Por un lado Apple TV+ lanzó la divertida High Desert, creada por Jay Roach (Austin Power, Los Fockers) y protagonizada por una Patricia Arquette desenfrenada que se carga en los hombros todo el relato, componiendo a una desquiciada e irreverente narcotraficante caída en desgracia que debe recomponerse trabajando como investigadora privada para una agencia en ruinas.

Por su parte Prime Video, la plataforma de Amazon, estrenó Deadloch (Callejón sin salida en su traducción), serie australiana creada por Kate McCarthy y Cate McLennan, comediantes reconocidas en su país de origen. Pero si High Desert se ubica directamente en el terreno de la comedia, en el caso de Deadloch se propone un juego un poco más personal en el cruce de códigos diversos.

En principio Deadloch juega en un territorio ampliamente transitado. En un pequeño pueblo costero de Australia aparece un cadáver. La sheriff local deberá trabajar en la investigación junto a una agente recién llegada configurando la típica pareja despareja. Tras el primer descubrimiento, los cadáveres comienzan a multiplicarse casi diariamente, y la comunidad integrada por excéntricos personajes empieza a iluminar sus aristas más tenebrosas.

El esquema resulta conocido: pueblo chico, infierno grande. Imposible no pensar, en estos casos, en la mítica Twin Peaks, pero aquí estamos, claro, a un gran distancia de aquel fenómeno inagotable de David Lynch. Nada de aquella desmesura y aquella extravagante complejidad. Lejos de aquellos vericuetos fantásticos y enrevesados entre mundos y submundos. Pero sin embargo, y sin que quepan comparaciones, Deadloch intenta, por otras vías más amenas y convencionales, instaurar también un universo singular regulado por diversas fuerzas en tensión que dan lugar a una extrañeza.

Lo tenebroso no excluye lo ridículo

Allí entonces lo más singular de Deadloch es el modo en que intenta articular el tono de thriller oscuro con el humor más absurdo. No se trata de plantear una parodia de las series de investigación, lo cual podría resultar más simple y reconocible, sino por el contrario, de hacer jugar en el mismo terreno dos imaginarios diversos y distantes para construir un único universo, algo extraño e inestable, marcado tanto por sesgos mórbidos como por trazos gruesos de un humor que oscila entre el absurdo, la incorrección y el llano mal gusto.

o en principio remarcable, por tanto, es la coherencia alcanzada en el modo de hacer confluir esos universos para instaurar una lógica singular que fluye desde el comienzo con extraña naturalidad. Lo siniestro y lo grotesco se anudan dando lugar a un mundo de rasgos particulares y, en cierto modo, distintivos, como propuesta. El chiste de trazo grueso (muy grueso por momentos) está siempre presente, pero sin perturbar jamás la atmósfera oscura ligada a la serie de crímenes y narcotráfico que se va expandiendo capítulo a capítulo.

No se trata por lo tanto de dos líneas que discurren paralelas (la oscura de los crímenes y la humorística), cada cual con sus personajes y sus situaciones, sino de la composición de ambas en una sola frecuencia en la que lo tenebroso no excluye a lo ridículo.

El relato gira entonces en torno a una serie de crímenes cometidos en ese pequeño pueblo. A partir de un primer hallazgo, comienzan a aparecer en la playa cadáveres de varones, todos ahorcados y con la lengua amputada. Algo podría ligarse al narcotráfico, ya que el negocio de las drogas parece ser moneda corriente en el pequeño pueblo.

Todo siempre al borde del precipicio

A la sheriff del pueblo, Dulcie Collins, educada y respetuosa, se le asigna una ayudante de afuera, Eddie Redcliffe, malhablada e irrespetuosa hasta lo exasperante. Típica pareja despareja, incluso en la composición de los personajes. Si Dulcie esboza cierta seriedad y dramatismo en sus actitudes, Eddie parece sacada de una mala comedia descarriada de los 90, eructando, insultando y haciendo todo lo posible por mostrarse profundamente desagradable ante el pueblo. La apuesta es rara, pero sin embargo funciona.

Lo discordante se acopla con coherencia, y sobre todo porque ya el pueblo en general, desde el comienzo, se muestra transitando ese delicado límite.

 

Lo grotesco se instala así naturalmente desde el comienzo, incluyendo a una enorme foca acusada de comerle la lengua a los cadáveres, y que forma parte de las excentricidades habituales de la comunidad, como también a un curioso coro de mujeres que canta canciones sobre la masturbación, o un cortejo fúnebre que equivoca torpemente su camino.

Todo, siempre, está al borde del precipicio, y en gran parte se juega con una suerte de graciosa incorrección ligada a temáticas de género, como el machismo ostensible del pueblo y el hecho de que gran parte de las mujeres de esa comunidad sean lesbianas.

Deadloch lleva cuatro capítulos emitidos hasta el momento, y si bien no es una propuesta realmente destacable, cuanto menos propone la construcción de un universo singular en el que se componen muy efectivamente ese ubicuo humor irreverente con la atmósfera oscura del “pueblo chico, infierno grande”.

Deadloch / Amazon Prime / 1era. Temporada 

Creadoras: Kate McCarthy, Cate McLennan

Intérpretes: Kirsty Fisher, Anchuli Felicia King, Mdeleine Sami, Christian White, Kim Wilson  

 

 

 

 

 

 

 

 

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