Policiales

juicio a los monos

Protesta en calzoncillos de ocho reos para volver a Piñero

Ocho de los acusados de integrar la banda de Los Monos se desnudaron para reclamar por sus condiciones de detención.


Policías vestidos de tortugas, de enteritos camuflados, con la clásica camisa celeste, todos desfilaban ayer por las inmediaciones del edificio del Centro de Justicia Penal que tuvo su inauguración con el comienzo del juicio a la banda de Los Monos. No fue lo que se esperaba en cuanto a movimiento. Es que, sacando los policías, los imputados, los defensores y los periodistas el edificio estaba vacío. Pero no tanto. Había varios hombres armados en la terraza. Y las tres horas en la que se estiró el comienzo del juicio se vio a los 19 conocidos penalistas muy bien vestidos, subiendo y bajando, algunos de ellos tratando de que sus pupilos se pusieran la ropa y se sentaran vestidos en el banquillo.

La banda de Los Monos comenzó a ser juzgada. Son 25 acusados –13 de ellos policías– sindicados como miembros de una asociación ilícita y algunos de ellos por cinco homicidios.

El problema por el cual el proceso se estiró tres horas tuvo que ver con el traslado de los detenidos. Como si se tratara de una escena de Full Monty, aquella película donde un grupo de desempleados se desnudaba para hacerse de unos pesos tras el despido de una fábrica, ayer los ocho reclusos acusados de formar parte del núcleo duro de la banda de Los Monos hicieron lo mismo en señal de protesta, ya que pretendían volver al penal de Piñero los días en los que no se lleve adelante el juicio. La negociación duró tres horas.

Es que, la primera vez que se sacaron la ropa, fue en el subsuelo del nuevo Centro de Justicia Penal. Cuando todo parecía zanjado y fueron trasladados a un lugar cercano a la sala de audiencias se enteraron que el problema no estaba resuelto, por lo que volvieron a sacarse la ropa. “Hace dos días que no nos bañamos ni nos dan de comer”, alcanzó a decir uno de los internos una vez sentado en el banquillo. Pero rápido volvieron atrás, y los tres reclusos que habían llegado fueron sacados de la sala.

Ahí, otra vez, volvieron a quedarse en calzoncillos y medias. Y según algunos testigos también rompieron la ropa. Cuando el tribunal decidió que anoche volverían a Piñero, buscaron ropa y media hora después los reclusos al fin hacieron su entrada a la sala de audiencias en medio de los flashes de los fotógrafos.

El incidente había comenzado anteayer, cuando los internos presentaron un hábeas corpus por el agravamiento de las condiciones de detención, ya que fueron trasladados a la cárcel de Pérez y alojados en celdas de resguardo, los llamados buzones. Al final, los jueces resolvieron que los imputados sigan retornando a Piñero, hasta que se resuelvan sus condiciones de detención. Y pidieron que se mantenga el mismo nivel de seguridad que el de ayer tanto en el edificio como en los traslados.

Norma Acosta

El de los acusados no fue el único problema. En la sala irrumpió Norma Acosta, quien saltó a los medios por sus reiteradas denuncias sobre grupos de Villa Gobernador Gálvez a los que acusaba de narcos, cuya ex pareja falleció en un confuso incendio en la Alcaidía de Rosario. También fueron asesinados su padre y su hermano, dos episodios que ella atribuye a una banda de Villa Gobernador Gálvez. La mujer se sentó junto a Lorena Verdún, madre de los tres hijos del asesinado Claudio “Pajaro” Cantero y pidió permanecer en la audiencia. Sin embargo la Policía la retiró de la sala y Acosta empezó a gritar. Advirtió de que presentará una denuncia por “violencia de género y laboral” por el suceso. Sobre el final, agregó: “Acá adentro –por la carpeta que llevaba en la mano–  están las pruebas de que este juicio es una farsa”.

Superados los incidentes, arrancó por fin la primera jornada del inédito juicio. Es el primero que se realiza en el flamante Centro de Justicia Penal, de Mitre y Rueda. En el centro de las sospechas, además, se encuentra la labor del juez que instruyó la mayor parte de la megacausa, Juan Carlos Vienna. En el juicio se debate la acusación de asociación ilícita, la misma figura penal que ya enfrentó la banda en el juicio por el crimen de Walter Cáceres, el chico asesinado en febrero de 2010 mientras viajaba en un micro de la barra de Newell’s frente a barrio Las Flores, proceso en el cual los enjuiciados, entre ellos el Pájaro, terminaron absueltos.

El juicio que comenzó ayer tiene sentados en el banquillo a 12 civiles y 13 policías. Pese a que el nombre de la banda tiene un correlato inmediato con el narcotráfico, no se juzga ningún hecho vinculado con drogas. La mayoría fueron procesados por una asociación ilícita con fines indeterminados, ya que si esos fines fueran el tráfico de drogas la causa hubiese pasado a la Justicia federal. También se unificaron cinco homicidios, aunque no todos los acusados deben responder por ellos. La investigación comenzó con el crimen de Martín “Fantasma” Paz, en septiembre de 2012, pero durmió más de 8 meses, hasta fines de mayo de 2013, cuando en el boliche Infinity Night de Villa Gobernador Gálvez asesinaron al Pájaro Cantero. Y tras ese crimen se sucedieron en dos días otros cuatro, lo que despertó la alarma en el gobierno.

Y allí arrancó la causa que nunca logró siquiera aproximarse a quién mató al Fantasma, pero desató una investigación acusada de parcialidad en la que no faltaron cuestionamientos por el vínculo de amistad entre el juez Vienna y el padre del Fantasma. La familia Paz estaba relacionada en la causa; la hermana del Fantasma, Mercedes Paz, era la mujer del Pájaro. Sin embargo los Paz nunca fueron investigados. Y Mercedes ni siquiera prestó declaración informativa. Otro punto oscuro en la causa fue el brazo policial del juez Vienna, es decir la División Judiciales, que terminó desarmada luego de que llamaran a conferencia de prensa a periodistas y les mostraran en vivo cómo se armaba una extorsión.