Economía

Panorama económico

Programa económico y apoyo político: dos claves en la lucha contra la inflación

La falta de un abordaje político y económico consistente y sostenido en el tiempo volvió a generar que la inflación encabece el ranking de las principales preocupaciones de los argentinos. Aun cambiando de medidas y recetas, sigue siendo el síntoma de un problema estructural mucho mayor


Esteban Guida

 

Fundación Pueblos del Sur (*)

 

Especial para El Ciudadano

La inflación ya es un problema característico de la economía argentina y lidera el ranking de las principales preocupaciones de los argentinos. Pero no sólo aflige el aumento sostenido y generalizado en el nivel de precios (así se define la inflación), sino también la falta de un abordaje político y económico consistente y sostenido en el tiempo que permita infundir alguna expectativa de definitiva y justa solución.

Tras la experiencia de varios años consecutivos registrando un elevado Índice de Precios al Consumidor, queda demostrado que la inflación no es problema de “un gobierno”, o de la ideología que éste persiga. Se pudo ver que, tanto sea durante gobiernos de corte neoliberal, como heterodoxos, la inflación registrada viene siendo mucho mayor a proyectada en la ley de Presupuesto Nacional que se vota anualmente. Aun cambiando de medidas y recetas, la inflación sigue siendo el síntoma de un problema estructural mucho mayor.

Tal vez sea este el motivo por el cual existe entre los economistas académicos amplio consenso acerca de que resulta equivocado abordar este fenómeno desde una única visión interpretativa. El repetido argumento de que la inflación es culpa de la emisión monetaria es insuficiente para explicar el fenómeno inflacionario en nuestro país, ya que los supuestos detrás de la teoría que sustenta esta posición no se verifican en la ineficiente, concentrada y extranjerizada economía argentina.

Son muchas y complejas las cuestiones que ayudan a explicar por qué ocurre de esta manera en nuestro país: las tensiones de precios, en el contexto de una economía con encadenamientos productivos clave que presentan elevados niveles de concentración y oligopolización; los bajos niveles de producción local que restringen la oferta agregada y generan dependencia de productos e insumos extranjeros para el proceso productivo; la vinculación que esto genera entre el sistema de precios domésticos y las variaciones del tipo de cambio (que lo hacen sensible a los ataques especulativos contra la moneda local); los recurrentes déficit fiscales, que mediante sus diferentes formas de financiamiento, agudizan las distorsiones en los precios relativos, y la falta de acuerdos políticos intersectoriales, producto de la inexistencia de un programa económico creíble y sostenible en el tiempo, que conduzca al país en un sendero de crecimiento y desarrollo económico, con justicia social.

Con la crisis económica generada a partir de la declaración de la pandemia por el covid-19, y la reciente escalada bélica por el conflicto entre Rusia y Ucrania, la economía argentina se está viendo también afectada por la suba en el precio internacional de productos que importa y exporta. La suba de precios de bienes e insumos importados genera un aumento directo en los costos, que se replica en los productos finales. Por su parte, la suba en el precio internacional de productos que se exportan, impacta también en el mercado local, que debido a su nula, escasa o mala regulación, padece las consecuencias del desplazamiento de la oferta hacia el exterior y su consecuente aumento de precios internos.

Todo ello indica que el problema inflacionario es mucho más profundo y complejo de lo que algunos piensan; de hecho supera ampliamente la discusión ideológica y se encalla en las inconsistencias macroeconómicas que los sucesivos gobiernos, desde la vuelta a la democracia hasta hoy, no han querido o no han podido encarar con verdaderas propuestas de solución.

El ministro de Economía, Martín Guzmán, en declaraciones públicas recientes, manifestó que la inflación se explica por dos grandes componentes: uno externo y el otro interno. Respecto al segundo dijo que “se ataca con un programa económico y apoyo político”. Está declaración es cierta, pero llama fuertemente la atención: es cierta, por cuanto no habrá política antiinflacionaria exitosa sin un programa económico sostenible que conduzca al país en un sendero de crecimiento y desarrollo económico, con justicia social. Pero es llamativo que el gobierno no quiera reconocer (o se niegue a aceptar públicamente) que la falta de apoyo político (no sólo de un sector del Frente de Todos, sino del conjunto de los argentinos), obedece a la disconformidad respecto al rumbo económico que está llevando su gestión, y al rechazo a las políticas que de éste se derivan. Una peligrosa miopía que conduce a interpretar que la falta de apoyo político es el resultado de una actitud opositora oportunista, negando o subestimando el rol político de las organizaciones de diversa índole que existen y operan en la base de la realidad.

El punto de quiebre definitivo de esta falta de apoyo (generalizado) al gobierno y su gestión económica, ha ocurrido claramente con la firma del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Este hecho de por sí refleja dos cosas básicas que el gobierno no quiere aceptar: la primera es que está defendiendo a rajatabla un programa económico fallido, ya que al establecer metas de cumplimiento poco probable (muchas de ellas directamente incumplibles), lo da por fracasado antes de su implementación. Justamente, cuando se habla de la falta de un plan económico sostenible, nos referimos a que el mismo se pueda cumplir; y cuando se dice que debe conducir al país en un sendero de crecimiento y desarrollo económico, con justicia social, nos referimos a que tiene que ser aceptado y bien recibido por el conjunto de los argentinos de buena voluntad.

En efecto, ninguna de las dos cosas ocurre con la decisión del gobierno argentino de comprometer al país con un acuerdo de estas características. Se sabía con fundamento desde antes de su firma que el acuerdo no podría ser cumplido, y que sujetar el rumbo económico del país al dictado de un organismo internacional que poco interés tiene en el desarrollo económico nacional y el bienestar de los argentinos nunca podría generar el “apoyo político” que el ministro Guzmán afirma (correctamente) que debe tener una política antiinflacionaria exitosa.

Los medios de comunicación están induciendo a la opinión pública a pensar que esto es sólo una disputa interna de poder entre el presidente y su vicepresidenta. De esta forma persisten en eludir los deseos y aspiraciones del pueblo argentino que, aunque no aparezca en la televisión, vive y se expresa de innumerables maneras y formas.

Ante un panorama tan conflictivo, y sin una comprensión cabal por parte del gobierno que va exhibiendo cada vez más fisuras internas, y aviva con ello las chances de retorno de una peor y más peligrosa alternativa (en vista de la experiencia que significó el gobierno de Mauricio Macri), es muy lógico que los agentes económicos comiencen la triste cincha por el “sálvese quien pueda”. El sistema de precios es el mecanismo mediante el cual ésta se practica, propiciando un triste escenario ya conocido por todos, en el que siempre ganan los poderosos, y pierden los trabajadores.

Si el ministro Guzmán lo dijo con tanta claridad, es porque esto ya se sabe; tal vez sea el compromiso político asumido con sectores del poder real (siempre ajenos a la voluntad popular) lo que esté apartando al gobierno del interés nacional.

Pero no se puede esperar el éxito de un gobierno que da la espalda a su pueblo. Más tarde o más temprano, los lobbies que financian y sostienen artificialmente a sus dirigentes, ceden ante la lucha incansable de un pueblo que nunca jamás renunciará a su destino de ser feliz, y de vivir en una Patria Grande.

 

(*) fundacion@pueblosdelsur.org

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