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Procesan a Calavera Pelozo por secuestrar y asesinar a dos mecánicos

El juez federal Carlos Alberto Vera Barros procesó a Gustavo Fabián Pelozo, alias «Calavera», y cinco personas más por emboscar, secuestrar y asesinar a Silvio David Vitullo y Diego Fabián Segura, dos mecánicos hallados calcinados la tarde del 10 de diciembre de 2022 dentro de un utilitario Citröen Berlingo en Guernica, partido de Presidente Perón.

Por Encripdata

Con ensañamiento, porque los hicieron sufrir prendiéndolos fuego. Con alevosía, porque se aprovecharon del estado de indefensión al que los sometieron. Por concurso premeditado. Y por homicidio criminis causa. El juez federal Carlos Alberto Vera Barros procesó a Gustavo Fabián Pelozo, alias «Calavera», y cinco personas más por emboscar, secuestrar y asesinar a Silvio David Vitullo y Diego Fabián Segura, dos mecánicos hallados calcinados la tarde del 10 de diciembre de 2022 dentro de un utilitario Citröen Berlingo en Guernica, partido de Presidente Perón.

Todo comenzó por un dato que corrió por Ezeiza: «Ema» y «Rojaijú», jefes de Los Lindos presos por «cortar autos», se enteraron de que a «Calavera» Pelozo lo irían a visitar familiares con una Toyota Hilux SW4 cargada con plata, cocaína o lingotes de oro, según documentos oficiales a los que accedió el portal Encripdata. El 24 de noviembre fue el día elegido: mientras el narcotraficante rosarino recibía a un amigo, dos «lindos» en libertad sustrajeron la camioneta.

Carlos Andrés Suárez, alias «Gordo Bichi», hizo la denuncia en la comisaría de Ezeiza. Obviamente, no dijo nada sobre lo que había adentro, pero precisó que la dejó estacionada en la colectora frente a la entrada de la cárcel.

Desde su celda, Pelozo ordenó hacer lo que fuera necesario para recuperar la SW4. Varios rosarinos armados bajaron al conurbano bonaerense. Por las buenas, ofrecían una recompensa de 3 millones de pesos para quien aportara información. Por las malas, mientras reventaban galpones, exigían: «Nosotros queremos que nos digas quién clavó la chata, lo vamos a torturar hasta que nos diga quién la compró y al que la compró, sí lo vamos a matar… ¿dónde está la chata?».

Uno de los que había «clavado» la camioneta cayó en la trampa. Abrió la boca. «Yo marqué la chata», dijo. Era Vitullo, de Los Lindos.

La organización tenía dos grupos: mientras «los cañeros» se dedicaban a robar los vehículos, «los intelectuales», como Silvio, se especializaban en adulterar los números de motor y chasis para revenderlos.

Con ese dato, Pelozo marcó a los dos compañeros de pabellón que idearon el robo de la camioneta y el botín. «Ema» y «Rojaijú» corrían peligro. «Calavera» planificó la venganza a la altura de su apodo: ya no le bastaba con recuperar lo suyo, ahora Los Lindos tenían que «entregar» a Vitullo.

Y eso sucedió el 10 de diciembre: Nazareno Andrés Ezequiel Cantero -sin parentesco con Los Monos- y Carolina Belén Tschernitschek -vinculada sentimentalmente con la víctima- convocaron a Silvio con la excusa de hacer un «clavado». Vitullo fue al taller con Segura -no estaba imputado por el robo de autos, pero trabajaba con él-. Cuando ingresaron a las 13.08 del sábado al barrio El Triunfo, Monte Grande, el grupo comando los emboscó.

En simultáneo, en Ezeiza también hubo acción: a «Ema» y «Rojaijú», los jefes de Vitullo, los arrinconaron contra la pared. Terminaron en el Hospital Penitenciario Central (HPC).

En Monte Grande, mientras tanto, Pablo Martín De la Serna y Gustavo Fabián González inmovilizaron a Vitullo y Segura, los metieron en el baúl del utilitario Citröen Berlingo y lo llevaron a un descampado de Guernica. Enseguida, lo prendieron fuego. Las víctimas estaban vivas.

Los médicos forenses concluyeron que Vitullo y Segura murieron por «shock traumático secundario a carbonización y asfixia por gases incandescentes», o sea, por intoxicación.

Por el seguimiento de las cámaras de seguridad, por el impacto de los teléfonos en las antenas y por las declaraciones de tres testigos de identidad reservada, los investigadores determinaron que el grupo comando estaba liderado por «Calavera» desde la cárcel.

Al día siguiente, la Policía Bonaerense informó que había hallado a dos personas calcinadas en el baúl de un utilitario Citröen Berlingo todo quemado. Al principio, los investigadores pensaron que podían ser los cuerpos de Lautaro Morello, de 18, y Lucas Escalante, de 26, dos amigos secuestrados no mucho antes, no muy lejos de allí, pero, finalmente, determinaron que eran de los mecánicos. Por el crimen de Lautaro y la desaparición de Escalante, un tribunal juzgará al por entonces comisario Francisco Centurión, hasta entonces enlace de la Bonaerense con Interpol, su hijo y su sobrino.

El 31 de octubre del 2023, el fiscal Álvaro Garganta solicitó las detenciones, pero el juez Martín Rizzo ordenó que el expediente pasara al fuero federal por tratarse de un doble crimen en el contexto de actividades de narcotráfico. Eso echó a perder la oportunidad de realizar una medida de prueba importante, imposible de reeditar. La contienda de competencia por la materia y la jurisdicción, además, demoró lo urgente: los arrestos.

Este año, un equipo de fiscales se hizo cargo de continuar la investigación: Diego Iglesias, Matías Álvarez y Matías Scilabra, titular y adjuntos de la Procuraduría de Narcocriminalidad (Procunar). A ellos se sumó Juan Argibay, de la Procuraduría de Criminalidad Económica y Lavado de Activos (Procelac). El juez federal fue Vera Barros, de Rosario.

Si Pelozo pudo recuperar el tesoro, es un misterio, pero cuatro días después del doble crimen, Suárez, el titular de la camioneta, amplió la denuncia: afirmó que no estaba en la puerta de la cárcel sino en el estacionamiento del aeropuerto de Ezeiza. Recalcular las coordenadas del robo de la preciada SW4 para desviar la investigación no fue suficiente: los hombres de Pelozo, una vez cumplido el encargo, cometieron varios errores de principiantes. Uno quiso vender las ruedas del auto de Vitullo. Otro le regaló a un amigo el celular de la víctima.

La Procunar ya conocía a Pelozo. Consiguió condenarlo a 9 años de prisión por llevar adelante la logística de una organización de narcotráfico internacional: recibía las avionetas con hasta 400 kilos de cocaína en su pista de aterrizaje en Monte Maíz, Córdoba, los «enfriaba» en su casona de Ibarlucea y coordinaba las entregas con los clientes. De 34 años, empezó en el mundo del narcotráfico de la mano de Esteban Lindor Alvarado, uno de los dueños de Rosario; después se asoció con Jorge Adalid Granier Ruiz, un narcotraficante boliviano vinculado al Primeiro Comando da Capital (PCC) de Brasil. Por negocios que salieron mal, la sombra de «Calavera» se proyectó sobre el triple crimen de Ibarlucea de enero de 2022.

Para resolver el doble crimen de Guernica, los fiscales contaron con la colaboración de la Dirección de Investigaciones de Crimen Organizado de la Policía Bonaerense y del Escuadrón de Operaciones Antidrogas de la Gendarmería.

En el camino, para desbaratar una operación de 464 kilos de cocaína de la organización, contaron primero con la División Hidrovía del Paraná de la Policía Federal y luego con el mismo escuadrón de la Gendarmería.

Ya en indagatoria, Pelozo y Suárez, procesados como autores intelectuales, ni siquiera se pusieron de acuerdo con lo sucedido con la camioneta. «Calavera» declaró: «Yo al vehículo lo mando a buscar el día miércoles, un día antes de mi visita. Tenía problemas personales, mandé a sacarle el vehículo a mi señora, le pedí a un amigo que me haga el favor, que vaya a buscar el vehículo». En cambio, «Suárez «Gordo Bichi», simplemente, dijo que le pidió la SW4 a la pareja de Pelozo en su auto no entraban las cuatro personas autorizadas a la visita.

De la Serna y González, procesados como autores materiales, prefirieron guardar silencio.

En el expediente, el juez escribió un nombre que podría ayudar a entender otros crímenes.

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