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Preolímpico de básquet en primera persona

Por David Ferrara (enviado especial).- Vivir un acontecimiento de la magnitud de este torneo no es algo que se de muy a menudo. Por eso, pese a algunos contratiempos, el privilegio de ser testigo y estar en el lugar es algo para gozar y disfrutar.

Desde el mismísimo momento en que uno puede observar los partidos desde una ubicación más o menos decente y no tener que pagar entrada para hacerlo, debe sentirse privilegiado.

Esta profesión, la de periodista, puede tener algunos sinsabores que no vale la pena detallar, pero también permite gozar de eventos que para otros amantes del básquet representaría una gran erogación e incluso un dolor de cabeza con sus patrones.

Por esta pasión, por estas ganas, ser uno de los 389 periodistas acreditados de entre más de 3.000 solicitantes representa un lujo y por esa pasión cada uno de los que trabajan en el certamen le pusieron una sonrisa a los inconvenientes para acreditarse de la jornada inicial, después lucharon seriamente contra los pupitres de escuela primaria (sin respaldo) que obligaban a ser contorsionista para poder enchufar las computadoras o los teléfonos. Ni hablar de que para apoyar camperas o bolsos había que estar iluminado y no tener a ningún colega al lado.

Y, si todo lo relatado se vivió en los primeros juegos de la jornada, que despertaban escaso interés periodístico, local, ni hablar de lo que fue el choque de Argentina, con el estadio a reventar y rogando por estar sentados al menos en el pasillo.

Por eso la sala de prensa fue lugar de rápida huida para poder escribir, bajar fotos y lograr un poco de comodidad. Nadie aguantó más de una hora y media en su asiento.

Pero pocos se quejaron y la mayoría lo tomó con humor y simpatía, destacando los aspectos positivos, como contar con Internet y, sobre todo, la buena predisposición.

La pasión lo puede todo.

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