Me convocan para meditar sobre la llegada de Colón a América. Esto me impulsa a repasar vibraciones internas y compartidas en discurrires, a veces en soledades, y otras, en rondas de coplas allá en algún rincón de los Andes o en algún recoveco del Marañón y sus gentes.
Me permito imaginar una búsqueda diferenciadora de lo ya dicho y de lo no dicho en discursos que se comprenden sólo entre interlocutores previamente acordados. El juego que propongo es el que me lleve y nos lleve, a los oyentes reales o imaginarios, a presuposiciones o afirmaciones o negaciones de universos en diálogos polémicos. Enunciados en enfrentamientos de colonizaciones subjetivas que se presentan como leyes y como principios incuestionables. Estos se encuentran, en realidad, en el sistema de los discursos. Lo que digo es que lo dicho es lo impregnado en mi mente, tanto o más, que lo no explicitado, lo no dicho.
La fecha próxima –12 de octubre– tiene una carga simbólica de la cual es muy difícil escapar. Desde niños nos enseñaron significados que hoy no todos compartimos. Esto nos lleva a inferir inquietudes e incógnitas con respuestas no siempre satisfactorias y unívocas. Sin embargo, es relevante recomprender el poder, la conciencia y el control de una complejidad poblada de diferentes representaciones sociales. Se abre un espacio de cavilaciones nuevas y sus correlaciones: las acciones liberadoras de opresiones.
¿Es posible suponer que el 11 de octubre de 1492 fue el último día de la autodeterminación de los habitantes naturales de las tierras que hoy llamamos América? Autodeterminación de hombres, mujeres y niños portadores de culturas, lenguas y modos de “civilizaciones”. Cosmovisiones que son hoy poco conocidas porque nos invaden con difusiones falaces proyectadas para crearnos confusiones.
Nos distraen con lo que nos presentan como superior en lo estético y en lo ético: discursos hegemónicos que instalan un deber ser de un sentido común inamovible y supuestamente franco. Sin embargo, bloquean y ocultan los resortes sostenedores de privilegios de unos y de opresiones de otros. El otro, el desposeído de sus tierras, de sus lenguas. El coaccionado a desconocer y a ausentar de sus memorias los acontecimientos del pasado: sus héroes, como Viltipoco, Juan Calchaquí, Tupac Katari, Tupac Amaru, y sus mujeres, entre otros. Constructores de rumbos de liberación.
Estoy pensando en el lenguaje; diferentes lenguas primeras, las que construyeron realidades de los hablantes originarios y los hicieron ver como tales. Lenguas que les dieron valía de existir en contexto, y les posibilitaron la denotación del enraizamiento con los conceptos del mundo natural, social y del universo. Lenguajes, en fin, como instrumentos fundantes para el pensamiento. ¿Cómo se intentó destruir tales cosas? ¿Cómo se pretendió desarticular las lenguas? ¿Con qué supuestos e intenciones?
Tal vez el pensamiento, la autodeterminación, la diversidad, la libertad, la acción son instrumentos conceptuales extraídos de la observación de las prácticas de los hombres, ¿acaso son actividades para ser útiles a determinados fines de las minorías del mundo? ¿Para qué? ¿De qué manera? ¿En qué contextos?
En todo caso, lo posible es el hacer del hoy. Hoy estamos cristalizando la revitalización de lenguas originarias en cursos promovidos porla Universidad Nacionalde Rosario. Es desde este espacio que buscamos la unidad. Expresamos esto en la fiesta (Yachay Wasi – Casa del Saber) del pasado viernes 17 de septiembre, en la que se vivenció el hecho desde el ser, desde el sentir para visibilizar lo oculto, lo no dicho para después valorar, amar e incorporar elementos identitarios antiguos en la construcción permanente de nuestra identidad social e histórica del aquí y ahora.
(*) Poeta y ensayista. Docente de antropología cultural, literaturas orales y etnolingüística en la UNR y otras universidades de la Argentina, Perú y Bolivia.