La Cazadora

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Por un séptimo arte más diverso

A lo largo de la historia ha habido una considerable evolución en la forma de enfocar y abordar la identidad de género, la orientación sexual y la expresión de la sexualidad. Acá, diez películas que abren la puerta a una nueva forma de estar en el mundo y deconstruirlo hacia algo un poquito mejor


Feliz Navidad, Mr. Lawrence (Nagisa Ôshima, Japón, 1982)

Una de las grandes virtudes del cine es que se nutre de acontecimientos y de contextos socioculturales para la creación de contenidos y la difusión de discursos e ideas que impactan de distintas maneras a los grupos sociales. A lo largo de la historia del cine ha habido una considerable evolución en la forma de enfocar y abordar temáticas sobre identidad de género, orientación sexual y la expresión de la sexualidad.

Desde los inicios del séptimo arte, la homosexualidad masculina ha tenido varios clichés en las representaciones cinematográficas. Algunos de estos estereotipos homosexuales en las películas son: el amigo especial, refiriéndose a la relación amistosa entre hombres gais y mujeres heterosexuales o lesbianas; el chantajeado, que es víctima por sus gustos sexuales;  el uniformado atormentado, perteneciente a la milicia y rodeado de hombres a quienes no puede expresar su amor; el guapo proveedor sexual indiscriminado; el agresor y éticamente corrupto; el cowboy afeminado y el cowboy serio que no ha salido del closet; grupos de homosexuales amigos y los sobrevivientes al SIDA.

Uno de los casos más controversiales es la figura del homosexual malvado como transgresor, muchas veces representado en villanos o personajes asociados a la criminalidad, a la violencia, a la delincuencia y a la prostitución. Esta es una visión producto de la discriminación y de considerar al homosexual como un pecador, una persona amoral y que va en contra del orden natural.

En muchas ocasiones el cine se ha acercado a la homosexualidad femenina de manera erótica, y en algunas ocasiones pornográfica, para satisfacer los deseos masculinos. Generalmente las películas que exploran este tema han sido pocas, las más comunes son las que sobreponen dos estereotipos: el de la mujer ruda con rasgos comúnmente asociados a lo masculino, y el de la mujer más femenina con un comportamiento que se acerca a los patrones socialmente aceptados.

La caja de Pandora (1928), producción alemana muda dirigida por G.W Pabst, fue la primera en tratar el deseo lésbico, aunque en esa época el cine todavía no se atrevía a pronunciar la palabra “lesbiana”.

La caja de Pandora (G.W Pabst, 1928)

En los años ‘30, la iglesia católica y la estrecha moral de la época amenazaron con promover boicots por el contenido de algunas películas que consideraban indecentes y poco ejemplares para la sociedad. Para frenar estas presiones, la Asociación de Productores de Estados Unidos dio el visto bueno al Código Hays, que se aplicó hasta 1967, para prevenir que se hiciera mención explícita a cualquier comportamiento sexual no convencional.

El cine de terror fue usado muchas veces para representar la atracción de una mujer hacia otra, debido a que ese tipo de películas eran menos controladas por la censura. A finales de los ‘70 y principios de los ‘80, la homosexualidad femenina en el cine de terror resultó ser la excusa perfecta para mostrar a las mujeres ligeras de ropa. Este fenómeno, conocido como sexploitation, tuvo gran auge en países como España, Inglaterra o Italia.

A lo largo de la década del ‘70 la homosexualidad fue apareciendo de un modo más abierto, pese a que aún había obras que preferían disfrazar el amor en amistad.

Ya para los años ‘80 y ’90 hubo un auténtico boom de películas abordando la diversidad sexual, sobre todo proveniente del cine independiente de todo el mundo. Surgieron una multitud de títulos que tocaban el despertar sexual en la adolescencia, hoy convertidos en pequeños clásicos del género: Feliz Navidad, Mr. Lawrence (Nagisa Ôshima, Japón, 1982), Mala noche (Gus Van Sant, Estados Unidos, 1985), El beso de la mujer araña (Héctor Babenco, Brasil, 1985), Otra historia de amor (Américo Ortiz de Zárate, Argentina, 1986), La ley del deseo (Pedro Almodóvar, España, 1986), Los juncos salvajes (André Téchiné, Francia, 1994), Beautiful Thing (Hettie Macdonald, Reino Unido, 1996), Get Real (Simon Shore, Reino Unido, 1998), Edge of Seventeen (David Moreton, Estados Unidos, 1998), Philadelphia (Jonathan Demme, Estados Unidos, 1993).

Philadelphia (Jonathan Demme, Estados Unidos, 1993)

Lo anterior sólo es un breve recuento de cómo el cine, en sus inicios, ha abordado los estereotipos de la homosexualidad para sus producciones. Todavía hay mucho por hablar, más que todo del cine de reivindicación y de lucha de los derechos de la comunidad LGBTIQ+, pero eso será material de otra entrega. En la actualidad es posible encontrar muy buenas películas que muestran personajes y escenarios más realistas, exhibidas en salas comerciales y en los festivales de cine más reconocidos del mundo.

Ahora bien, he intentado hacer una lista de películas que abren la puerta a una nueva forma de estar en el mundo y poder deconstruirlo hacia algo un poquito mejor.

 

Paris is burning (Jennie Livingston, 1990)

Es considerado uno de los documentales LGTBIQ+ más importantes de la historia del cine. Documenta el fenómeno de las competiciones de Drag Queens (conocidas como “balls”) que tenían lugar en las sociedades gay del Harlem neoyorquino de finales de los ‘80. Una pieza tan esencial para comprender la cultura drag de la época como fascinante.

 

 

 

 

Azul y no tan rosa (Miguel Ferrari, 2012)

Aprovecharé la ocasión para recomendarles una película de mi país, Venezuela. La diversidad sexual ha sido un tema poco explorado en el cine venezolano, al menos como tema central, persiste como una especie de tabú cualquier referencia, aunque sea mínima, sobre este tema. El actor y  guionista Miguel Ferrari debutó como cineasta con esta comedia dramática que habla sobre la paternidad, la homofobia, la diversidad sexual y el maltrato a la mujer, con actuaciones convincentes, música adecuada en los momentos cómicos o dramáticos, diálogos oportunos y el humor donde debe estar.

 

 

Call me Kuchu/ Nazywaj mnie Kuchu (Katherine Fairfax Wright y Malika Zouhali-Worrall, 2012)

En Uganda, una nueva enmienda permitirá castigar a los homosexuales con la pena de muerte. David Kato, el primer hombre de Uganda en “salir del armario” y sus compañeros activistas trabajan a contrarreloj para derrocar esta legislación mientras luchan para sobrevivir a las continuas persecuciones. Pero nadie, ni siquiera los directores/productores, está preparado para el fatal asesinato que llevará al movimiento a su auge y se expandirá por todo el mundo.

 

 

Tangerine (Sean Baker, 2015)

Alabada a nivel mundial, Tangerine más que un filme, al uso, es un pequeño milagro. El humor desmadrado que el realizador Sean Baker impregna a las aventuras y desventuras de la prostituta transgénero Sin-Dee Rella por las calles de Los Ángeles, termina de poner el broche de oro a una brillante producción sacada adelante con 100 mil dólares y un teléfono móvil.

 

 

 

Viva (Paddy Breathnach, 2015)

Al principio puede parecer la típica historia gay anticuada en la que un chico aprende a amarse a sí mismo a fin de poder amar a los demás. Pero más allá de la trama familiar, la película nos ofrece una visión clara y nítida del panorama Drag Queen en Cuba, la gente que lo hace realidad cada noche, y un cautivador joven que desea formar parte de todo ello.

 

 

 

 

They (Anahita Ghazvinizadeh, 2017)

Como si de un poema se tratara, la película donde debuta Anahita Ghazvinizadeh pasea sobre el devenir de los días de le protagoniste. J es une niñe no binarie que atraviesa un tratamiento de hormonas para tener tiempo de decidir cuál es su identidad. Un retrato exquisito que elimina el foco del tránsito o identidad. Situando la cámara en el punto de vista de J. y en su atmósfera afectiva.

 

 

 

 

Retrato de una mujer en llamas/ Portrait de la jeune fille en feu (Céline Sciamma, 2019)

Scianma es uno de los nombres eminentes del cine queer contemporáneo, escribió en pleno siglo XXI una novela romántica para el cine, algo que su compatriota François Truffaut seguramente hubiera querido hacer. De suicidios por amor, secretos y fuegos está hecha la literatura romántica, y Retrato de una mujer en llamas no es otra cosa que una historia de amor-pasión, en tiempos en que ciertos amores estaban socialmente condenados.

 

 

 

Lingua Franca (Isabel Sandoval, 2019)

Esta película dirigida por Isabel Sandoval es una de las mejores obras LGTBIQ+. En particular, sobre el colectivo trans, con la interseccionalidad en su base fundamental. La protagonista, encarnada por la propia directora, es una mujer trans filipina que debe conseguir la documentación para vivir en Estados Unidos. La etnia y el género interseccionan de la forma más cruda y realista. Toda esta historia, se envuelve además en una atmósfera visual hermosa. Con composiciones e iluminación que terminan por construir una obra audiovisual queer imprescindible.

 

 

 

Tengo miedo torero (Rodrigo Sepúlveda, 2020)

Basada en la novela de Pedro Lemebel, entre disparos y boleros, una relación apasionada florece entre una travesti solitaria y un joven guerrillero durante la dictadura de Pinochet en 1986.

 

 

 

 

 

Ma Belle, My Beauty (Marion Hill, 2021)

La cineasta Marion Hill debuta con este filme queer e íntimo. Un relato pausado y contemplativo sobre el desarrollo de la relación entre Bertie, Fred y Lane. Con el personaje de Lane, además, se rompen muchos de los estereotipos de género establecidos por el sistema. Situadas en una campiña francesa repleta de viñedos y una piscina averiada, las protagonistas se desnudan ante la audiencia para recorrer un camino repleto de obstáculos, para perderse y encontrarse en la exploración de sí mismas y la relación entre ellas. Todo esto, además, acompañado por una atmósfera visual exquisita.

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