En las próximas elecciones nacionales no se vota solamente a una persona para presidir los destinos de nuestro país por cuatro años. Tampoco se vota únicamente a un partido político. En las próximas elecciones se pondrá en juego toda una cosmovisión que atraviesa al pueblo argentino. Al señalar que la justicia social es una aberración, el candidato que sacó más votos en agosto está desafiando a las propuestas del candidato peronista, pero también a la propia cultura forjada por los sectores nacionales y populares a lo largo de nuestra historia.
Uno de los grandes méritos del General Perón fue el de organizar al pueblo argentino comprendiendo perfectamente cuáles eran sus creencias, sus ideas y sus intereses. Nuestra base social es cristiana y humanista y, por lo tanto, las injusticias sociales no nos resultan ajenas: nos afectan, nos duelen como seres humanos. Con este precepto como lineamiento irrevocable Juan Perón se involucró en la función pública. En la Secretaría de Trabajo y Previsión, y como Presidente y conductor de la causa nacional nunca se apartó de esta línea. Las políticas que desarrolló se ajustaron siempre al presupuesto de que nuestro pueblo es solidario, sensible, generoso y justo. Por eso el ciclo peronista fue exitoso y quedó en la memoria de sucesivas generaciones a lo largo de estas décadas.
Una muestra muy clara se expresa justamente en la organización del movimiento obrero. A diferencia de otras tradiciones sindicales que se basaban en la idea de lucha de clases, para el peronismo debía primar la armonía. Las leyes que comenzaron a elaborarse y ponerse en práctica les daba herramientas a los trabajadores para establecer lazos entre ellos favoreciendo la unidad del conjunto. Esta diagramación es lo que ha permitido, a pesar de las etapas oscuras por las que le tocó transitar, seguir teniendo bases firmes que reivindican el original esquema justicialista.
A la par que el General Perón consolidaba al movimiento obrero, Evita ofrecía el cuerpo, la vida, por los humildes de la patria. Mientras las políticas económicas y laborales estaban en marcha y absorbían cada vez más trabajadores, los compatriotas que habían sido vulnerados a lo largo de años de abandono encontraban en Evita un paliativo y una esperanza hasta que, finalmente, se incorporaban a las nuevas fábricas e industrias que proliferaban por todo el territorio argentino. La movilidad social ascendente fue una realidad para continuas generaciones: al equipararse el punto de partida, la posibilidad de acceder a trabajos y funciones que antes eran imposibles se había vuelto una realidad.
El entramado del peronismo se realizó con los principios de la solidaridad, la caridad, el amor por el prójimo. Si fue aceptado y mantenido en el tiempo se debió a que el propio pueblo lo había aceptado e internalizado. La justicia social ha sido el fruto de una forma de convivencia aceptada por todos. El candidato Milei busca desafiarlo y su apuesta principal se basa en la idea de la competencia como único organizador de la sociedad.
Si para él la justicia social es una aberración es porque cree que no puede haber mecanismos de solidaridad social que permitan asegurar la supervivencia a los más vulnerables. O, llevándolo a nuestro terreno, que un trabajador tenga que resolver sus condiciones laborales con la patronal, eliminando las entidades sindicales, sin posibilidad de ser representado (eso implicaría que haya justicia social) desconociendo la asimetría de poder entre cada una de las partes. Milei entiende que la manera de resolver cada uno de los conflictos es por la competencia, no por el bien común. Todas las relaciones entre las personas se organizan de esta manera. Si un río está contaminado hay que privatizarlo, no entra en su lógica la idea del bien común. Si alguien tiene problemas económicos puede vender su brazo. Individualismo extremo sin comprensión de que somos seres sociales, que nos constituimos unos con otros.
Como señalamos, la elección de octubre no define únicamente quién va a gobernar nuestro país los próximos cuatro años. Define también una manera de entender las relaciones humanas. Por un lado, aquella que cree que el ser humano es egoísta y resuelve todo sin ayuda de nadie y que todo vale; por el otro, la de la justicia social, la que engendró al sindicalismo argentino y a la larga lista de conquistas que le dieron dignidad a generaciones de trabajadores.
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