La espera está por terminar y los nuestros salen a la cancha, por fin. Primero porque se extraña la catarata de partidos que hace de los fines de semanas (finde, para los modernos) un programa imperdible. Y segundo porque es posible que los dueños de la pelota dejen de autodestruirse en cada declaración.
Es posible que la pasión por un Boca renovado, un River angustiado pero con un técnico alegre, un Newell’s consolidado, hagan que de una vez por todas Oscar Ruggeri (extraordinario ex marcador central del fútbol argentino y de exportación) deje de pedir trabajo en los programas de televisión, o acuse que Grondona “le pegó”, como si fuese un chico sin recursos. Que Mancuso avise que su renuncia está a disposición de Diego, como si algún argentino pudiese estar pendiente de lo que haga Mancuso. Que Bilardo siga haciendo malabares para mantenerse en un cargo, que nadie sabe de qué se trata. Que Batista dirija de una vez por todas la selección y deje de repetir que “soy empleado de la AFA”, “si viene Diego será bienvenido”, cuando todos saben que ese retorno le puede ocasionar una úlsera. Que Claudia Maradona se junte con Carlos Zannini (secretario legal de Presidencia) para contarle que a Diego le cayó la ficha y ahora está deprimido y hasta tendría ganas de volver. Que un oportuno Guillermo Coppola diga que Carlos Bianchi está a “punto caramelo” (emulando a Broglia, candidato perdedor a presidente en Central por el Crece) para dirigir la selección argentina. Que Cherquis Bialo ponga su bello rostro ante las cámaras para decir “nada de nada”. Y así se puede seguir con un montón de personajes que salen a pelearle desde el fútbol al pelotudo de turno que utiliza Tinelli para ganar audencia.
Basta ya, que vuelvan Mateo, Barraza, Jadson Viera, el Chaco Torres, Maldonado, Desábato, Gioda (gracias por volver al fútbol argentino, atento Diego!), el pibe Fuertes y muchos más que hacen el deleite de los argentinos cada semana. Por fin llegan Arsenal y Lanús para cambiarnos la vida desde el viernes a las 19. Gracias.
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