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Pompeyo Audivert: “Me di cuenta de que el único teatro que me quedaba era mi propio cuerpo”

El destacado actor, director y maestro porteño llega a la ciudad para ofrecer en La Comedia un Seminario de Máquinas Teatrales y una función de su elogiada “Habitación Macbeth”, una revisión de la tragedia de Shakespeare pensada para un solo actor


El actor, director y maestro del teatro argentino Pompeyo Audivert, uno de los más destacados de su generación, particularmente por ser el gestor de una poética propia e inconfundible, volvió, hace ya un tiempo, a dar el piedrazo en el espejo. Esta vez lo hizo para buscar en su cuerpo y en sus palabras a Macbeth, por todos conocido como el siniestro, camaleónico y oportunista personaje de la tragedia de William Shakespeare, para concretar Habitación Macbeth, versión para un actor de la referida tragedia que este jueves lo trae a Rosario para presentarse en La Comedia y en ese mismo marco ofrecer un seminario de Máquinas Teatrales con las que impregnó de su búsqueda poética muchos rincones del país y desde su Estudio Teatro El Cuervo, desde hace más de treinta años.

Habitación Macbeth propone un universo escénico, una nueva máquina teatral que se puso a funcionar en medio de la pandemia, donde aparecen reflejadas otras sonoridades, otros mundos y otras palabras que asisten a un presente donde, una vez más, el destacado actor deja de lado el espejo de las apariencias ficcionales llevando su propuesta a una situación extrema: “A un pulso de vértigo y deslinde –sostiene–, mostrándonos el esqueleto que sostiene la tragedia como un fenómeno paranormal de naturaleza metafísica; el actor como habitación posesa, habitáculo de encarnaciones, prisma de las múltiples valencias de la presencia, punto de encaje de un trance colectivo vinculado a la sospecha existencial de ya haber sido, de estar inscriptos en el eje de inercia de un sinfín implacable, en un teatro llamado mundo que nos detenta como piezas predestinadas a un circuito prefijado e irrevocable de muerte y resurrección”.

Buscar adentro

“Cuando llegó la pandemia me recluí en mi casita de Mar del Sur: campo, bosque, mar, donde pasé todo un año. Allí  llegó el momento en el que me di cuenta que tenía que pasar a la ofensiva teatral porque el único teatro que me quedaba era mi propio cuerpo, entonces me tomé ese tiempo para avanzar en la adaptación de una versión de Macbeth para un solo actor; hacía mucho tiempo que tenía ganas de encarar un proyecto así, donde estuviese solo haciendo todos los personajes, porque ahí, de esa manera, también se manifiestan cuestiones propias de la máquina teatral, del asunto teatral como algo medio sobrenatural, como un fenómeno ritual que habla también acerca de las encarnaciones que uno, de algún modo,  puede producir o bien que uno ha transitado; es esa sospecha que abre el teatro acerca de ser seres que vamos rencarnando, porque en realidad la máquina teatral es una metáfora acerca de la reencarnación”, expresó Pompeyo Audivert en diálogo con El Ciudadano respecto de ese proceso inicial de creación y acercamiento a una obra monumental como la de Shakespeare.

“Esta obra, Macbeth, me vino muy bien porque hay en ella muchos asuntos sobrenaturales, donde un personaje, que aparentemente es un ser noble, servidor de su rey, es interceptado por una fuerza de otro plano, por unas brujas que le vaticinan que va a ser rey, y a partir de ese momento este hombre desata una personalidad que estaba larvada en él, que no se había puesto de manifiesto, y se vuelve un criminal, un asesino compulsivo, cambia por completo su valencia. En este sentido, la pandemia me sirvió para poner en acción esta sospecha que tenía sobre una posibilidad teatral y que no me animaba a hacerla en condiciones más «normales» porque es algo muy arriesgado”, planteó el director y maestro.

“Finalmente lo hice, memoricé toda la letra en largas caminatas por la playa en medio de ese ambiente salvaje, y luego del estreno y de todo este tiempo de funciones (se conoció el año pasado y ofreció una exitosa temporada en el porteño Centro Cultural de la Cooperación) puedo decir que funcionó muy bien: a la gente le encanta, es un proyecto muy noble y muy teatral, donde casi no hay escenografía, lo escenográfico está planteado básicamente desde la luz, y es una invitación al espectador a desatar su propio imaginario. Siento que está bueno darle esa posición, porque el público también tiene esa necesidad de ser convocado desde otro lugar y no siempre desde un teatro tan espejo como suele suceder. Me gusta pensar que el teatro también puede ser un piedrazo en el espejo para dar cuenta de esas cuestiones metafísicas existenciales”, planteó el creador.

Lo que se quiere ver

En el vasto universo de lecturas posibles que los espectadores pueden hacer sobre el imaginario shakespeariano y tomando como concepto lo que el crítico y teórico polaco Jan Kott plantea, cuando sostiene que “cada uno encuentra en Shakespeare lo que busca o quiere ver”, hay en esta versión de Macbeth algo de lo que dejaron los cuatro años de gobierno neoliberal y su espiral de tragedias y ambiciones desmedidas con beneficios cuantiosos para unos pocos y, tras esa destrucción simbólica y económica, la muerte que representan los dos años siguientes de una pandemia mundial que no dista mucho de aquellas pestes que atravesó Shakespeare mientras escribía algunas de sus obras. “Es una característica de Shakespeare la de hablar de cuestiones que son universales, históricas y al mismo tiempo, por momentos, también antihistóricas; pero su escritura tramita cuestiones muy potentes que valen para todas las épocas porque son cosas que no se terminan: todo lo que tiene que ver con la compulsión del poder o del ser que se da vuelta y se transforma; porque cuántos periodistas y políticos hemos visto darse vuelta por completo en este tiempo, gente que uno admiraba y que de repente se vuelve algo siniestro. Por eso es muy reveladora toda esa operación que hace Shakespeare y al mismo tiempo es algo muy actual, sigue pasando”, destacó Audivert.

En ese recorrido de armar una dramaturgia propia a partir de Shakespeare acompañado por una puesta de luces que construye un espacio, también está en escena el músico Claudio Peña quien propone un elocuente universo sonoro al recorrido que propone el actor: “Claudio es un gran músico y un gran maestro que me acompaña hace tiempo; con su música, produce en escena una especie de milagro donde pareciera que todo flota; de hecho, yo también me dejo llevar por ese impulso que genera la música como un asunto más poético y eso se vuelve algo maravilloso. Claudio está en escena tocando en vivo y sobre algunas músicas que él mismo grabó con su violonchelo y eso genera otra máquina tremenda en relación con la teatralidad que se despliega a partir de lo sonoro”.

En el contexto del concepto de Máquina Teatral que transita el actor y maestro, con el que ha dejado una huella en las últimas dos décadas en muchos puntos del país donde otros actores y maestros continúan desandando esos mismos recorridos en otros espacios de creación y producción escénica, en gran medida, desde esa idea que deviene del automatismo, muchos textos que aparecen en la obra son de Shakespeare pero muchos otros son del propio actor que reinterpreta o intertextualiza esas palabras de origen. “Hay mucho de esos textos propios y en dos nivelas dramatúrgicos que son centrales; por un lado en el de la palabra donde yo intervine muchos los textos, los broté poéticamente aún más y no porque haya que brotarlo poéticamente a Shakespeare, pero sí se lo puede intensificar o «sobrebrotar» hacia ciertos bordes que a uno le interesan, incluso hasta llegar a producir una intertextualidad con otros materiales. Pero eso es parte de mi trabajo: yo meto mano siempre; y por otro lado el asunto dramatúrgico que constituye el mismo fenómeno de la actuación, la composición, el cuerpo y también en relación con la puesta en escena; son todos niveles dramatúrgicos donde hay que intervenir desde esta teoría del piedrazo en el espejo. Uno puede, bajo condiciones artificiales y formales, producir ciertas novedades en los cuerpos de los actores, en el mío en este caso, y en la puesta en escena, además de los textos propios. Son todas zonas donde yo trato de intervenir para salirme del realismo, del naturalismo, porque me parece que es muy condescendiente, a eso me refiero cuando hablo de los lenguajes espejo. Por eso trato que en las formas de producción se manifiesten diferencias que conducen, de algún modo, a los misterios sagrados de la propia identidad teatral donde uno siente que pertenece a un fondo de identidad que excede lo histórico, allí radican un poco la teoría y la práctica del piedrazo en el espejo a la que me refiero”, manifestó el actor en relación con ir al teatro no para encontrar respuestas sino para llevarse algunas preguntas que repiensen la tragedia en un presente constante.

Asamblea metafísica 

Finalmente, el actor habló de lo que le dejó la pandemia como pulso de muerte y de cómo el teatro buscó reconvertirse desde la virtualidad, más allá de que, quizás, lo único que tenga para ofrecer el teatro sea ese riesgo de lo presencial que lo trajo hasta al presente desde tiempos ancestrales: “De ninguna manera entré en la variante de lo virtual durante la pandemia, aunque no la critico porque habilitó cierta posibilidad de trabajo. Pero el teatro es un fenómeno ritual, presencial; el teatro es una asamblea metafísica. No se puede renunciar a la presencia en el teatro porque estaríamos perdiendo su característica central. El teatro es un arte que depende de eso porque ahí pasan cosas en el aire de las presencias que rodean la escena, hay toda una interacción, es sólo por eso que el teatro nunca va a desaparecer: no podrá ser reemplazado bajo ningún concepto tecnológico, es un arte vivo, de la vida y de la presencia”.

Para agendar

El actor y maestro porteño Pompeyo Audivert ofrecerá este miércoles y jueves en Rosario un seminario de Máquinas Teatrales, de 18 a 22 y de 10 a 14, respectivamente, en Teatro Municipal La Comedia (Mitre y Ricardone). A su tiempo, este jueves desde las 21, presentará en esa misma sala la imperdible Habitación Macbeth, sobre Macbeth de Shakespeare, donde tiene a su cargo la actuación y dirección, con música (composición y ejecución en vivo) de Claudio Peña, diseño de luces de  Horacio Novelle, vestuario de Mónica Goizueta y Marta Davico, escenografía de Lucía Rabey, con asistencias de dirección y producción ejecutiva de Mónica Goizueta y Marta Davico. Las entradas anticipadas se pueden adquirir a través de http://1000tickets.com.ar o en la boletería del teatro. La función se realiza con Pase Sanitario.

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