Espectáculos

Pompeyo Audivert habla sobre “El Farmer”

"Juan Manuel de Rosas es la identidad clandestina de la Patria", expresa el actor sobre la novela de Andrés Rivera que protagoniza con Rodrigo de la Serna.


Por Miguel Passarini

En escena puede aparecer lo histórico, lo político, en escena puede aparecer todo, pero cuando aparece el teatro, eso que por siempre será tan inexplicable como maravilloso, pasan otras cosas. El trío de talentos que dio vida a El Farmer, versión teatral de la novela de Andrés Rivera sobre el ocaso de Juan Manuel de Rosas, integrado por Pompeyo Audivert, Rodrigo de la Serna y Andrés Mangone, entendió que el objetivo no debía ser sólo político-histórico, que la “máquina” teatral debía revelar otros sentidos, otras metáforas que permitiesen aproximarse a un personaje “maldito” de la historia argentina para poder develar otros discursos en los que la identidad nacional se vuelva un signo insoslayable.
“Rosas es la identidad clandestina de la Patria”, dice con convicción Pompeyo Audivert, que este viernes y sábado, a las 21, junto a Rodrigo de la Serna, volverá a desembarcar en La Comedia (Mitre y Ricardone) con El Farmer, el mismo escenario que hace unos meses transitó con su descomunal versión de Muñeca, de Discépolo.
En su novela, Andrés Rivera presenta a Rosas en el exilio en Inglaterra. El hombre que ha dominado los destinos de la Argentina por más de veinte años se ha convertido en un “farmer”, un granjero en las afueras de Southampton. Está solo y se siente abandonado y traicionado. Acurrucado junto a un brasero y con la compañía de una perra en celo, repasa, entre la añoranza y el rencor, los momentos luminosos y oscuros de su vida. Se trata de un largo monólogo por el que desfilan Lavalle, Urquiza, Sarmiento, Camila O’Gorman, Unitarios y Federales, ganaderos, generales y la burguesía.
“Esta es una obra en la que está muy presente toda una impronta metafísica y poética tal como yo entiendo la teatralidad; lo hacemos a través de un personaje que todos conocemos, aunque de una manera contradictoria, que es el personaje de Rosas, que es una máscara y una temática excelente para hablar de la identidad, que además es siempre la temática de fondo del teatro, porque siempre nos estamos preguntando quiénes somos, de dónde venimos y hacia dónde vamos, tanto en términos individuales como colectivos. Por eso Rosas es el personaje que nos habilita para poder pegar ese salto y hacernos esas preguntas”, analizó Pompeyo Audivert, y completó: “Rosas es la identidad clandestina de la Patria, es ese personaje que ha sido metódicamente destruido en las escuelas, que nos han enseñado a odiarlo o a tener una visión crítica sobre él, y que nunca termina de aclararse quién fue realmente Rosas y qué significó toda esa época para la Argentina. Y sobre todo, por dónde trabaja su identidad en nosotros como sociedad, porque siento que detrás de toda violencia política hay algo del rosismo, de esa especie de identidad convulsa que tenemos los argentinos que está tan partida, tan fragmentada”.
“En esta obra basada en el texto de Rivera –se explayó el actor y director–, trabajamos mucho con Rodrigo y Andrés, dado que hicimos una adaptación. El texto en sí es una novela corta que funciona como un monólogo, y lo que operamos teatralmente es la división de ese personaje en dos: por un lado, el Rosas biológico, el que se está muriendo, y por otro el Rosas mítico, el que va a pervivir, el que seguirá siempre como mito a lo largo de la historia. Es decir, esa identidad que nunca muere”.
El creador, uno de los más notables de su generación, analizó en qué aspectos la puesta permite, a través de ese diálogo mítico entre “los dos Rosas”, otras lecturas acerca del personaje. “El teatro viene a aportar esa escisión del personaje, la posibilidad de que uno pueda ver ahí, sin ninguna contradicción, que esos dos cuerpos constituyen una misma identidad: por un lado la histórica, la biológica, y después la otra, que es una especie de identidad sagrada o mitológica, que tiene una forma física pero que excede lo físico; eso sólo lo puede hacer el teatro, me refiero a esa forma ritual, en escena, que tiene el teatro, en el marco de una escenografía que también es bastante curiosa porque no es representativa de un lugar en particular sino que es como una suerte de puente que atraviesa el escenario, quizás un muelle, que rompe con la idea representativa del espacio; es, al mismo tiempo, un exterior y un interior, como esos espacios que crea Beckett, que es como estar en el vacío, algo que también rompe con la temporalidad, porque el teatro también está para interrogar respecto del tiempo, para hacer estallar la cuestión temporal, y abrirla, como pasa con la identidad. Y en ese sentido, la novela de Rivera, que está escrita de una manera bellísima, aporta esa condición de poder ser llevada a otro lado que le es familiar al autor, con ese hombre viejo que saca cuentas acerca de qué fue lo que pasó, después de 25 años de exilio en Inglaterra, en un lugar tan distinto a la llanura pampeana; pero todo eso está en el texto, por eso digo que Rivera es una especie de dramaturgo encubierto en novelista. Rivera escribe para un presente ritual que es el teatral”.

Otro “rey” en el ocaso

El Farmer, en cierta forma, ensaya un diálogo respecto de la tragedia de un hombre en el destierro, al tiempo que plantea una metáfora sobre la vejez, sobre el final, sobre la cercanía de la muerte, sobre lo luminoso del fin, donde el cruce con El Rey Lear, de Shakespeare, parece ser inevitable. “De algún modo, Lear ya está planteado por Rivera; de hecho, lo hace hablar a Rosas como un Lear. Para este trabajo, tuve la oportunidad de estar con Rivera, y dice algo que es muy impresionante, porque sostiene que esta obra la escribió como un extraño médium, que él «le prestó» el cuerpo a Rosas para que pudiese dialogar con él mismo y que Rosas es como un Rey Lear que ha sido despojado, aunque no voluntariamente, de todo su reino y que queda en ese exilio rumiando su resentimiento, incluso preguntándose por qué los que antes se valían de él ahora lo desechan. Es muy buena la comparación, porque Rosas habla de Shakespeare, y dice que lo imaginó a él en el tiempo y que gracias a esa imagen en el tiempo se inspiró para escribir El Rey Lear, es algo que le cabe muy bien al personaje por su propia desmesura”.

Un eco en el presente

“Creo que toda la identidad de Rosas es la identidad de lo nacional y lo popular, que es la que en esta nueva etapa histórica está siendo exiliada, lapidada, extinguida, aunque es inextinguible y siempre va a volver”, expresó el actor y director haciendo una analogía con el presente. Y agregó: “Hay algo muy extraño que está pasando ahora con la identidad, y que tiene que ver con esa extraña penetración que están teniendo los medios en la subjetividad y que ha producido un cambio que dio vuelta todo. Pareciera que, de repente, toda esa identidad nacional y popular que estaba en juego y que se agitaba en lo real pasa a una extraña clandestinidad; estamos en esa etapa. Siempre hay un pendular entre esa identidad y la otra, que es una identidad más unitaria. Ahora nos toca vivir este momento tan extraño, y de algún modo Rosas late como una suerte de brasa o de sentido que metaforiza sobre esta identidad clandestina. Por eso, la obra tiene en este momento una repercusión mucho más honda; hay momentos que la gente aplaude de manera natural, quizás por esa especie de identificación histórica que sólo sucede de manera vital en el teatro. Inevitablemente, porque la fuerza del teatro es una fuerza histórica”.

Espacio de diálogo

Con la presencia de Pompeyo Audivert y Rodrigo de la Serna, este sábado, de 11 a 12.30, en el teatro La Comedia (Mitre y Ricardone) tendrá lugar una charla abierta sobre el montaje de El Farmer. Según se adelanta, será un espacio que buscará indagar sobre el proceso de creación, los ensayos y la dirección de la obra. El encuentro, con entrada libre y gratuita, estará dirigido a estudiantes de teatro, actores, directores y público en general que quieran conocer en detalle algunos de los procedimientos de este singular proceso artístico   que permitió llevar a escena el elogiado texto de Andrés Rivera.

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