Carlos Aletto, Télam
Desde Sinceramente de Cristina Fernández de Kirchner a Primer tiempo de Mauricio Macri, los libros escritos por figuras políticas ganan terreno en el sector editorial y se posicionan como un recurso para reinstalarse en el campo político o garantizarse visibilidad en la agenda electoral, al tiempo que las editoriales toman nota de estas estrategias y las capitalizan como un nicho rentable que cada tanto se convierte en fenómeno de ventas y permite sostener una industria que en los últimos años ha sido una de las más golpeadas por las crisis económicas.
El volumen de novedades editoriales relacionadas con la política gana temperatura cíclicamente con cada elección de medio término o en el umbral de una nueva campaña presidencial, cuando algunos candidatos -ya sean los favoritos a ganar o los menos conocidos- deciden dar a conocer sus propuestas o expedirse sobre gestiones pasadas como parte de una estrategia que permite multiplicar su retórica de campaña por canales no tradicionales y sumar nuevos interlocutores.
Así ocurrió con Sinceramente, el libro que la actual vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner lanzó en 2019 en simultáneo con el anuncio de su postulación a la fórmula presidencial junto a Alberto Fernández y se da por estos días -en coincidencia con los comicios que tendrán lugar en la segunda parte del año- con Primer tiempo, el texto que marca la reaparición pública del expresidente Mauricio Macri en momentos en que la oposición dirime liderazgos y candidaturas.
Escribir un texto, en este contexto, tiene una carga simbólica asociada con la capacidad de dirigir. El libro proporciona a quien lo escribe un aura intelectual inseparable de la estatura de un presidente o de un político en ascenso. En los últimos tiempos se sumaron a las vidrieras títulos como Peronismo, pampa y peligro: mi vida en la política argentina, del actual canciller Felipe Solá, o Guerra sin cuartel, de Patricia Bullrich. Y hace unos días se anunció el de la ex gobernadora bonaerense María Eugenia Vidal, que el mes próximo publicará Mi camino, una obra que realiza una autocrítica de su gestión.
El sociólogo Ezequiel Saferstein, a quien en agosto la editorial Siglo XXI le publicará su libro sobre editores, editoriales y libros de coyuntura política, manifestó a Télam que si bien el fenómeno de los libros escritos por políticos no es nuevo, se hizo muy visible desde “el éxito editorial de Sinceramente, al reposicionar a Cristina en la escena política con el evento en la Feria del libro y en la posterior gira de presentaciones por todo el país, en un momento en que el peronismo y el antiperonismo esperaban sus definiciones”.
Los libros escritos por políticos en ejercicio o que sueñan con serlo no son una especialidad argentina. En los Estados Unidos, Alemania, Francia o Italia, también existen estos libros de campaña, como los que escribieron ex mandatarios como Barack Obama, John F. Kennedy, Nelson Mandela, Jacques Chirac, Boris Yeltsin o Tony Blair. Escritos en parte por los propios políticos y luego complementados, corregidos o terminados por los llamados “ghostwriter“.
En torno a Primer tiempo y Sinceramente, Saferstein sostiene que para quitarle “prestigio de autor” se suele criticar que no fueron escritos íntegramente por quienes los suscriben: “Es cierto que está el trabajo de ghostwriters y de editores que crean o mejoran el texto, así como también el diseño de una tapa y la elección de un título forman parte de mediaciones editoriales que son la cocina del autor”, aseguró el investigador de Conicet y doctor en Ciencias Sociales.
Y agregó: “Que María Seoane haya intervenido para el caso de Sinceramente, o que Pablo Avelluto y Hernán Iglesias Illa lo hayan hecho para Primer tiempo, no modifican el efecto de firma y de autoridad que provoca un libro para un autor, en este caso un político. En definitiva, quien firma un libro tiene chance de posicionarse como referente y de alcanzar cierto prestigio”, analizó Saferstein.
Para los políticos, “un libro es siempre un plus que los ubica de una manera distinta en el «barro» de la política”, sostuvo el ensayista. Y agregó: “Aunque sea un producto de consumo masivo, el libro aparece como una reflexión más pausada, pensada, que busca abarcar una totalidad que no se logra en el día a día vertiginoso de las redes sociales y los portales de noticias”.
“Históricamente el objeto libro se constituyó como una importante fuente de ideas y sensibilidades políticas en un país donde la cultura letrada e impresa es valorada -resaltó Saferstein-. Por eso estos objetos han ocupado un lugar destacado en la discusión pública”.
Los títulos de los libros son también una marca fuerte a la hora de tomar las decisiones finales al filo de la publicación. Así como Sinceramente pretende remarcar la honestidad intelectual de quien enuncia, Primer tiempo, como lo explicó el propio autor en la presentación junto al exsecretario de Cultura Pablo Avelluto, se centra en la “esencia futbolera” del líder del PRO, a la vez que es “provocativo e indica que hay un segundo tiempo del «cambio»”, haciendo hincapié no en las próximas elecciones intermedias, sino en el 2023, año de elecciones presidenciales.
Las marcaciones sobre contenidos, diseño y título para todas estas obras, como para el resto de los rubros literarios, deben pasar necesariamente por el cedazo de los sellos que los van a publicar. Al respecto Ignacio Iraola, director editorial de Planeta, explicó: “La editorial no podría permitir que se publique algo que difame o que no esté acorde a lo que es nuestra identidad”.
El editor también sostiene que los políticos ven al libro “como algo que prestigia, como una buena manera de dar a conocer su pensamiento o en algunos casos recientes «la rentrée» política'”.
En las últimas décadas las editoriales publicaron cientos de best sellers políticos, que fueron difundidos masivamente y consumidos por amplios públicos. Allí aparecen muchos libros de actualidad y coyuntura escritos por periodistas sobre políticos y “también libros firmados por políticos, bajo la forma de memorias y balances que a su vez funcionan como herramienta para la campaña electoral y el posicionamiento propio”, apuntó Saferstein.
“Por eso las empresas editoriales son plataformas excepcionales para hacer política, más allá del interés económico que tiene todo producto cultural en esta época, porque producen artefactos que en su consumo promueven adhesiones y rechazos. Lo pudimos ver en las presentaciones de los libros de Cristina Fernández y de Mauricio Macri”, añadió.
Para los sellos, la publicación de este tipo de obras -que ocasionalmente se convierten en best sellers como en el caso de Sinceramente, que lleva vendidos casi 400 mil ejemplares- significa un poco de aire en años de ahogo económico. Iraola dijo: “Venimos de los cinco peores años de la historia de la industria editorial, por eso celebro independientemente de la ideología que aparezcan este tipo de tanques que de alguna manera movilizan a la industria”.
El editor mencionó la importancia de mantener la fuente de trabajo y señaló: “Todo el mundo ve a Planeta como una megacorporación pero lo hacemos las cien personas que trabajamos mes a mes y que pelearon a full en los últimos años para tener el sueldo y mantener sus puestos de trabajo”.
La venta de los libros políticos “ayuda a la facturación y al mantenimiento de las editoriales” sostuvo Iraola y agregó: “De tanto en tanto, aparecen esta especie de ovnis, cómo fue Sinceramente en su momento: libros políticos o escritos por políticos que tienen una tradición editorial en el país que para mí se remonta desde finales de los 80 con la colección de Espejo de la Argentina, que creó Juan Forn”, concluyó.
El simulacro y la apropiación que significan publicar un libro y convertir su presentación en un hecho y un acto político no es ni nuevo ni exclusivamente argentino. Beatriz Sarlo, en su trabajo de 1983, La estrategia ejemplar de Recuerdos de provincia, identifica las tácticas del texto escrito por Domingo Faustino Sarmiento en 1850 donde preparó el terreno para arribar a la presidencia y mostrarse como alguien capaz de gobernar la Argentina. Como él, han sido muchos los políticos expertos en gobernar un país y a la vez ser grandes autores, desde el premio nobel de Literatura Winston Churchill hasta Indira Gandhi. Habrá que ver cuántos de quienes actualmente atraviesan la función pública y luego dan cuenta de ella en un libro logran perpetuarse en esa extensa tradición.
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