Ciudad

Político, deportista, ingeniero y apasionado por la comida

Oscar Caviglia fue premiado por el GEN junto a otros nueve adultos mayores, dueños de una vida.

Por: Laura Hintze

Oscar Jorge Caviglia fue elegido por el partido político Generación para un Encuentro Nacional (GEN) como uno de los diez adultos mayores de 2010 a destacar. Con una extensa historia sobre sus espaldas, Oscar se acercó a charlar con El Ciudadano.

El 23 de enero, Caviglia cumplió 71 años. Nació en Capital Federal, pero hace años que vive y trabaja en Rosario. Tiene dos hijos, uno soltero que vive en Buenos Aires, y uno casado que trabaja en un camping de Bariloche y le dio una nieta de ocho meses. Es separado, y casado nuevamente: con Marta Carrasco, la escribana que intervino en la venta de su casa durante el divorcio.

Uno podría preguntarse por qué lo distinguieron; y recibir, entonces, múltiples respuestas: por haber ganado unas cuantas medallas nacionales e internacionales por su carrera como nadador (de joven y de grande); porque en 1984 fue nombrado director de Yacimientos Carboníferos Fiscales, y luego, en 1999, de Control Ambiental de la ciudad; o tal vez porque a partir de la crisis de 2001 se dedicó a hacer ahumados y a ganar premios internacionales por sus comidas.

Se nota a lo lejos que le gusta hablar de su hobby, y por eso, sin haber comenzado todavía la entrevista, Oscar ya contaba sobre una de las cosas que más disfruta hacer: “Hay diferencia en cómo se hace la comida ahumada acá, en Europa y en cómo la hago yo. Porque por lo general el ahumado se hace salando primero la presa de carne, y ahumándola después. Pero yo agarro el crudo, lo pongo en un ahumador que yo diseñé, y lo saco a las 10, 12, 15 horas (según el volumen), cocinada y ahumada. Directo para comer. Sin salarla ni nada, por eso es más sana”.  Luego contó que presentó ese tema en Europa (donde ganó dos premios) y a todos les llamó la atención la falta de sal. Y luego, continuó charlando: “Mi fuerte es la pata de cerdo ahumada, la hago como complemento de otros ahumados pero más que nada como competencia de la pata de ternera que hacen en todos lados. Yo compito contra ellos”.

— ¿Cómo se inició en esto de la comida?

—  Yo soy ingeniero, mecánico y metalúrgico. Y la alternativa del trabajo surgió en el año 2001. A mí me encanta la cocina, una tía me enseñó. Entonces por aquellos años me anoté en la escuela de cocina y me recibí de chef, fui el tercer promedio y el más viejo. Era una buena salida laboral.

— ¿Y en el ahumado? ¿Cómo empezó?

— Resulta que una vez se me presentó un amigo que hacía, de manera muy rudimentaria, ahumado de boga en la isla. Él me enseñó, me prestó el ahumador y yo vi que tenía muy buena receptividad. Me presenté, entonces, en la Secretaría de Industria, donde había un amigo, Pini Elías, – actual director del Enapro– que me dio un stand como emprendedor. Era la época del auge de los emprendedores. A la boga ahumada la hice paté, en mi casa, aplastando con un tenedor, y en las ferias vi que gustaba. Eso fue un poco el estudio del mercado. El intendente –Hermes Binner en ese momento– me felicitó.

— ¿Ahora continúa trabajando con la comida?

— Sí, de los ahumados hice propaganda de boca en boca, los reparto en la Kangoo. Además, tengo un catering de comidas y la distribución del criadero de Santa Fe de carne de yacaré. Una vez fui a averiguar cómo hacer para conseguir esa carne y me encontré con la sorpresa de que el jefe de todo eso es el hijo de un muchacho que nadaba conmigo. En base a esa relación, conseguí la distribución acá en Rosario.

Oscar, además, fue presidente de Slow Food, una organización no gubernamental que busca “el buen comer, buenas prácticas para hacer la comida, el precio justo”. A través de la ONG, hizo dos viajes a Italia: “Era como una reunión de 8 mil emprendedores de todo el mundo, que auspiciaba esta fundación. Y eso me permitió relacionarme con todos los ahumadores de Europa, aprender muchísimo”.

— En un momento mencionó que intervino en política, ¿qué puede contar de su actuación?

— Lamentablemente soy muy frontal y en la política, después de unos años, me di cuenta de que las cosas tienen que ser, justamente, políticas. Nunca me llevé bien con nadie, pero siempre me reconocieron porque yo iba con lo que creía, con lo justo y lo real. Y nada más.

— ¿Cómo comenzó a trabajar en la Unión Cívica Radical?

— Arranqué sin conocer a nadie, en el 83, cuando había que hacer la campaña. Ya había un comité formado en Lomas de Alberdi, que es donde vivía yo. Allí había viejos de antaño, con sus virtudes y defectos. Cuando yo fui, ellos me vieron como una competencia y entonces no me dieron bolilla, no me dejaron participar. En esa época había que entregar votos y decir dónde se votaba, y como yo no podía hacer nada, me vine al departamental, me robé los padrones de la seccional La Florida, y me puse en la avenida Hipólito Yrigoyen, en una esquina, a entregar votos y decir dónde tenía que votar cada uno. ¡Se armó una cola impresionante! Así empecé a trabajar. Apoyé a Alfonsín, a Usandizaga. Cuando vino Alfonsín a cerrar su campaña en el monumento, yo fui a buscarlo e iba en el auto de adelante, con los parlantes y la marcha radical sonando.

— ¿Logró entrar a la seccional al final?

— Cuando se hizo la elección interna me presenté y perdí por 12 votos, por lo que nos fuimos con los muchachos a trabajar con los que habían ganado. Les explicamos las cosas, pero ellos dijeron que entraban todos menos yo. Y me echaron. Tuve que irme a trabajar a Alberdi, con un señor muy amplio, Escolaro, que tuvo un negocio de artículos sanitarios y se fundió; que fue concejal y también se fundió. Eso te demuestra la calidad de tipo que era.

— ¿Y cómo llegó a los yacimientos carboníferos?

— Cuando vinieron las elecciones hicimos una gran fiesta en mi casa. Esa noche, unos compañeros me dijeron que Usandizaga nos daba un puesto en la Secretaría de Obras Públicas, y habían pensado en que vaya yo. Pero no podía ir, para eso se necesitaba un ingeniero civil, yo soy mecánico. Los muchachos se miraron, rieron y me pidieron que lo repita en voz alta, para después abrazarme. Fue uno de ellos el que luego me llamó para director de los yacimientos. “A este cargo no podés decir que no”, me dijo.

— Trabajó también en la Municipalidad, ¿cómo llegó allí?

— Cuando Binner estuvo aliado al radicalismo nos dio al partido ocho puestos dentro de su gabinete. Así fue que a mí me nombraron director de Medio Ambiente de la Municipalidad. Empecé una ordenanza para desarmar las antenas de telefonía celular, que estaban causando bastantes problemas.

— ¿Y cómo está su relación con el actual gobernador?

— El día que se festeja el día del Medio Ambiente nacional es también el cumpleaños de Binner. Una vez, cuando era intendente, inauguramos una nueva oficina en esa fecha, y lo esperamos con una mesa llena de chocolates, churros, ¡de todo! A partir de ahí tuve una relación bastante interesante con él. En una oportunidad compartimos una cena donde yo hice una cazuela de mariscos y él me pidió que haga una bagna cauda. Yo le dije que con mucho gusto, que sólo me avise cuándo. Y todavía estoy esperando.

— ¿Qué fue la política para usted? ¿Por qué decidió dedicarle tantos años?

— Lo hice pensando en mis hijos. Pero ahora a uno la política le importa tres pitos y el otro es medio kirchnerista, así que me parece que trabajé medio al cuete.

Actualmente,  además de dedicarse a su catering de comida, Oscar es asesor técnico de la firma Lechler, de Alemania, en el grupo Techint. Y también nada, y desde el agua continúa acumulando medallas. En el 2010, se clasificó como campeón argentino en la categoría Master (de 70 a 75 años), en 50 y 100 metros estilo espalda, su estilo favorito.

— ¿Le gustaría contarme un poco de su carrera como deportista?

— Bueno. Para eso me traslado en el tiempo, a mis 16 años, cuando salí subcampeón sudamericano de natación en Chile, representando a la Argentina. En realidad, participé en un montón de torneos y siempre me consagré.

— Cuénteme alguna historia de ese viaje a Chile…

— Eso fue en febrero de 1956. Como no teníamos medios económicos para viajar toda la delegación, buscaron la conexión con la aeronáutica y consiguieron el avión que había dejado Perón y que estaba medio desmantelado, imaginate que para pasar la cordillera tuvimos que tomar el oxígeno con una manguerita que teníamos en la boca. Allá corrí, era uno de los más chicos de la delegación y eso me valió salir en la tapa de la revista El Gráfico.

— ¿Cuándo dejó de nadar? ¿Y cuándo volvió?

— Dejé en el momento de ir a la Universidad. Pero después, tuve unos problemas con las rodillas, y para bajar de peso y hacer ejercicio la natación es lo mejor. Por eso volví, primero tranquilo, pero me entusiasmé y corrí, hace ya 7 años, el sudamericano en Mar del Plata, donde salí subcampeón. Después, dejé de nuevo. ¡Y volví! Y salí campeón argentino. Ahora estoy entusiasmado con eso y sigo nadando en el club Remeros Alberdi.

— ¿Le gustaría relatarme otra anécdota?

— Bueno mirá. Hace un tiempo, creo que en el último campeonato, en 100 espalda me ganó un muchacho que desde chico quiso ganarme y no podía. Esa última vez me abrazó y me dijo “por fin te pude ganar”. Y yo le pregunté cómo hace para estar tan delgadito. Me dijo que es porque su hija es nutricionista y lo tiene loco. Eso me hizo click. Cuando volví, fui a una nutricionista, y estoy a dieta. Aunque ahora hice un impasse por el asunto de las fiestas.

— No le quiero robar más tiempo…

— Pero si de acá yo me voy a la pileta.

— ¡Qué vida!

— Y sí, la vida es justamente eso: si no hay nada que hacer, ¡hay que ir a la pileta!

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