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plástica

Poéticas visuales sobre los malestares contemporáneos


Por lo menos desde la década del 30 del siglo pasado, muchos de quienes se dedican a la plástica supieron y saben seguir los vaivenes de la sociedad y lo expresaron desde distintas maneras. Así lo hizo Antonio Berni y su grupo cuando reflejaron una sociedad en crisis de hambre y desocupación en los años más crueles de la denominada Década Infame. Lo hicieron quienes montaron la muestra Tucumán arde, en 1968, en discusión con un arte desvinculado de los problemas de la sociedad y buscando mostrar la dramática situación de los trabajadores de la caña de azúcar. Y, en esta oportunidad, también lo hacen Cynthia Blaconá, Sabina Florio, Jimena Rodríguez y Laura Rippa con su muestra El invierno más largo, en la que ponen sobre el tapete una de las puntas de lanza de la conflictividad actual: la cuestión de género.

Invierno continuo

“El título evoca, desde una mirada crítica, un modo del sentir vinculado a momentos de intensas crisis, la sensación de vivir en un continuo invierno. De este modo, tensiones, malestares y problemáticas contemporáneas se abordan a partir de diversas poéticas visuales”, expresan las autoras de la muestra en su carta de presentación. Si en otras épocas, los trabajadores y los estudiantes eran los sujetos de transgresión para el status quo de la sociedad, portando una importante carga de rebeldía frente a las pautas que querían imponerles desde los sectores dominantes, en el presente la lucha por la igualdad de derechos de las mujeres se volvió una cuestión de disrupción en el ordenamiento vigente. Sin embargo, las artistas que montaron la muestra El invierno más largo proponen una mirada sobre las luchas del presente de las mujeres, como la lucha contra el femicidio, a partir de antiguos estereotipos visuales, culturales, que se remontan, incluso, a la Edad Media. En ese sentido, Blaconá, Florio, Rodríguez y Rippa eligieron cuestionar los parámetros culturales que se fueron imponiendo con la modernidad, especialmente durante el siglo pasado, aunque teniendo cuidado en no caer en una “pos verdad”, en un vaciamiento del discurso, en una crítica sin sentido. Los cuestionamientos de las artistas tienen la esperanza de una nueva humanidad.

El lugar de la mujer

En sus obras “Insumisas, disidentes, disciplinadas y Ni una menos”, Sabina Florio trabaja imágenes de “mujeres que toman posición”. Según reflejó la artista, “las proposiciones poético-geográficas” de las mujeres tienen que ver con “ocupar el lugar esperado por la cultura canónica exhibiendo sus demandas y atributos”. Por esto vemos imágenes de mujeres estereotipos como la “Mujer maravilla” o una joven a quien le imponen la medida que debe llevar su falda, con otras imágenes superpuestas que intervienen en las primeras. Por su parte, Blaconá y Rodríguez cuestionan el lugar que se le dio al género femenino con “historias sobre la domesticación de las mujeres”. Las autoras indagan en temas como la “caza de brujas”, como una forma de domesticar sus conocimientos de medicina femeninos o por saberes que cuestionaban al establishment social; y la tarea de “la costura” como una labor menor que contenía a las mujeres. En ese sentido exponen representaciones de “plantas medicinales, costureros y alfileteros” como “artefactos portadores de memoria que aún interpelan nuestro presente”.

Las Matrias

Por último, Laura Rippa eligió la figura de “La Llorona”, el alma en pena de la mujer que perdió a sus hijos porque ella misma los sacrificó, según el relato moralizante de la cultura mexicana que se impuso en el espacio latinoamericano. Sin embargo, para Rippa “Las Lloronas” son las patrias latinoamericanas que sufren los genocidios y desapariciones forzadas, que lamentan la propia sangría de sus hijos. Aquí se pone en cuestión tanto el rol de los gobiernos autoritarios para con sus ciudadanos, como el de la función materna.  En suma, Blaconá, Florio, Rodríguez y Rippa no pretenden un arte desvinculado de lo social sino uno que tome las banderas y las armas de los principales sujetos que proponen un cambio verdadero, alejado de las formas de vacío plástico propio de la restauración conservadora.