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Crónica del Caos N° 22

Plutocracia y política: ¿el gobierno de los ricos puede resultar una amenaza?

El Primer Ministro de Gran Bretaña Rishi Sunak anunció que iba a ser necesario tomar "decisiones difíciles". El problema es que el dueño de una fortuna que duplica a la del Rey Carlos III, difícilmente vea comprometido su bienestar personal debido a los a los ajustes en la economía de la isla

Créditos: AFP

Por Elisa Bearzotti

Hace un tiempo tuve la oportunidad de ver “American Factory” -un documental que la plataforma de streaming Netflix estrenó luego de que ganara el Oscar en la categoría de “no ficción”- realizado por la productora “Higher Ground”, fundada por Michelle y Barak Obama en 2018. El film está muy bien hecho, cuenta con el testimonio del ex presidente y su esposa, y pega fuerte en las conciencias informadas al plantear el modo en que la globalización impacta en la clase trabajadora estadounidense, mostrando datos y experiencias que nosotros, los del Sur, sentimos como propios. “American Factory” toma el caso de una empresa ensambladora de autos subsidiaria de la General Motors de la ciudad de Dayton, Ohio, que baja sus persianas en 2008 y, siete años después, es comprada por capitales chinos para reabrir como una fábrica de vidrios para automóviles.

Lo que el filme describe es la vuelta al trabajo de muchos de los antiguos empleados pero bajo nuevas reglas, no sólo por el choque cultural que significa producir dentro de los parámetros chinos, sino básicamente por las condiciones bajo las cuales deben desarrollar su labor diariamente, con un salario reducido a menos de la mitad, sin posibilidad de sindicalización y con mayores estándares de productividad. Lo de “choque cultural” no es metáfora. Una de las escenas más tensas del film muestra cómo, luego de una esperada visita del dueño del imperio industrial Cao Dewnag a la planta fabril, éste -no contento con lo que ve- decide reforzar los distintos sectores de producción con operarios chinos (que trabajan casi sin respirar, sin hablar, sin descansar y sin mirarse siquiera) como un modo de contagiar (y presionar) a los locales.

Finalmente, como el nivel de producción sigue sin alcanzar los objetivos deseados, decide también reemplazar al gerente local por otro chino. Sin embargo, luego de ver las dificultades que atraviesan los operarios (tanto estadounidenses como asiáticos) y las exigencias desmesuradas de parte del dueño para aumentar la productividad, sin que importe la dignidad ni el destino de los trabajadores (resulta abrumador ver los espacios asignados como vivienda para los extranjeros, hacinados, pobres, sin ningún detalle que haga al decoro y la vida saludable) lo que realmente me impactó es la imagen final. Se ve a Cao, el dueño, caminando por el parque de su inmensa mansión en las afueras de Beijing, con piscina de fondo y aires de emperador, rodeado por una arquitectura que habla de magnificencia y poder, mencionando el aporte que realiza su empresa a la economía mundial.

Este filme que, además de poner el foco sobre las condiciones de producción capitalista en la posmodernidad habla de la empatía (o la falta de ella) entre personas de distinta condición social, viene a cuento de la elección de Rishi Sunak como Primer Ministro británico, luego de la desventurada (y muy corta) performance de su antecesora Elizabeth Truss.

Parece ser que el actual líder británico de ascendencia india es muy, muy rico y muchos ven en ello un obstáculo para su tarea como dirigente político. En ese sentido, la oposición laborista británica no dudó en considerar que la inmensa fortuna personal del nuevo primer ministro del Reino Unido, lo aleja de la difícil situación de los ciudadanos y lo hace incapaz de ser buen líder en plena crisis económica, luego de que el premier anunciara que deberá tomar “decisiones difíciles” para calmar la suba de precios, y de que un sondeo revelara que la mayoría de los británicos lo asocia “probablemente de manera peyorativa” con la palabra “rico”.

El exlíder de la oposición laborista Jeremy Corbyn, tuiteó: “Rishi Sunak es una apuesta segura. La pregunta es: ¿para quién? El nuevo Primer Ministro velará por los intereses del 1%. El 99% pagará por su protección”. También la parlamentaria laborista Nadia Whittome expresó en la red social del pajarito que “Rishi Sunak y su esposa tienen una fortuna de 730.000.000 de libras esterlinas (unos 838 millones de dólares). Eso es alrededor del doble de la riqueza estimada del rey Carlos III. Recuerde esto cada vez que habla de tomar ‘decisiones difíciles’ que la clase trabajadora pagará”.

De acuerdo a mi criterio, los comentarios de la oposición muestran una mirada algo sesgada porque, a escasas horas de la asunción de Sunak, poco y nada puede surgir de la evidencia respecto a sus acciones presentes o futuras. Más bien los dichos infieren una opinión prejuiciosa respecto a los ultra ricos, el lugar que ocupan en el mundo y sus obligaciones para con la comunidad.

Pero también, es necesario subrayar que el planeta se enfrenta a un aumento de la desigualdad económica acelerado por la COVID-19 y por el impacto de la guerra en Ucrania. Según el World Inequality Lab, un grupo de investigación con sede en París, en la actualidad sólo el 10% de la población mundial posee el 76% de la riqueza, y las desigualdades económicas son ahora tan extremas como lo fueron en el apogeo del imperialismo occidental a principios del siglo XX.

Pero, ¿tiene la culpa Sunak? ¿o sólo es que él (y unos pocos como él) poseen una cualidad cuasi adivinatoria que les permite apropiarse de los beneficios que otorga un contexto inesperado y cambiante? Si bien el caos es el origen de gran parte de las variables que gobiernan nuestras vidas, pareciera que en este caso, no es tan así. De acuerdo a una nota publicada por el periódico digital Red/acción, cuya autora es la colega Delfina Campos, la desigualdad en el mundo nunca ha sido fruto del azar, sino el resultado de decisiones deliberadas. La afirmación se basa en un informe de OXFAM, titulado “Las desigualdades matan” que muestra que “la ‘violencia económica’ tiene lugar cuando las decisiones políticas a nivel estructural están diseñadas para favorecer a los más ricos y poderosos, lo que perjudica de una manera directa al conjunto de la población y, especialmente, a las personas en mayor situación de pobreza, las mujeres, las niñas, y los que sufren discriminación racial”.

E indica además que, como consecuencia de esta “violencia económica”, actualmente 252 hombres poseen más riqueza que las mil millones de mujeres y niñas de África, América Latina y el Caribe.
Es decir, quizás Rishi Sunak -el flamante premier británico- sea inmune a los cantos de sirena que incitan a promover acciones para asegurar los privilegios de unos pocos pero… ¿su situación social no resulta un condicionante a la hora de gobernar?

El único modo de evitar este peligro es reafirmar los mecanismos de control que poseen las instituciones políticas, y hacer que el Parlamento nacional -con sus diputados y senadores elegidos por el pueblo- funcione mejor que un atractivo hilo de twitter. Porque, si bien hoy por hoy el discurso público se dirime en las redes, las decisiones importantes siguen ocurriendo en el lobby del poder y ese cuarto, por desgracia, es cada vez más pequeño.

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