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Plebiscito en Chile: “La Constitución es la piedra de tope que no nos deja avanzar”

En las horas previas al referendo de este domingo, la vicepresidenta de Relaciones Internacionales de la CUT (Central Única de Trabajadores), Tamara Muñoz Valenzuela, dijo que "hace años y años" que esperan la oportunidad de cambiar "esta herencia de la dictadura de Pinochet"


Tamara Muñoz Valenzuela, primera de izquierda a derecha, en la marcha del 11 de septiembre

Tamara Muñoz Valenzuela es la vicepresidenta de Relaciones Internacionales de la Central Única de Trabajadores de Chile (CUT), e integra la Federación de Trabajadores de Callcenter. Y desde la capital trasandina charló con el programa Vale Doble (sábados de 9 a 12 por Radio Universidad Rosario) en las horas previas del plebiscito en el que su país votará por la posibilidad de reformar su constitución.

—¿Cuáles son las expectativas para este domingo?
—Son muy altas. Hace años y años que estamos esperando esta oportunidad. Chile podrá escribir su propia historia. Esperamos que una gran cantidad de personas vaya a votar y marquen el “Apruebo” y la Convención Constitucional. Y que eso determine un nuevo país de acá en más. Estamos esperanzados.

—Si tuvieras que decir en pocas palabras lo que pasó en tu país desde el 18 de octubre del año pasado, ¿qué dirías?
—Creo que ese día se empezó a dar una síntesis de lo que muchos sectores y organizaciones venían reclamando de manera atomizada. Y eso se convirtió en una gran demanda transversal, que pasó de la bronca al pedido del pueblo chileno por más derechos sociales, más justicia. Y eso derivó en el pedido por una reforma de la Constitución, que es la piedra de tope que no nos deja avanzar, que la tenemos como herencia de la dictadura de Pinochet. Estas movilizaciones que se dieron en el último año, podemos decir que empiezan por lo menos a generarse en el año 2000, lleva mucho tiempo pariéndose este movimiento, con distintos gobiernos inclusive.

—Hablás de la dictadura en Chile y es inevitable pensar en Salvador Allende, con aquel último discurso suyo en La Moneda, cuando decía que pagaría con su vida su lealtad al pueblo y que “la conciencia de miles de chilenos no podría ser cegada definitivamente”.
—Sí, me emociona mucho ese discurso. Lo he escuchado desde pequeña. Están muy vigentes sus palabras. Él hablaba de “las grandes alamedas, donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor”. Y decía que serían otros los que construirían esa historia. Pues aquí estamos. La herencia de Allende no sólo está caminando en Chile, sino en toda América Latina. Lo vimos en Bolivia en estas horas. Lo vemos en la rebelión popular de mi país. Sus ideas, las 40 medidas que proponía en su programa político, están presentes en esta reforma de la Constitución que queremos lograr. Ese es su legado.

—En las movilizaciones que se hicieron durante la pandemia, reclamando atención de parte del Estado y alimentos de parte de los sectores populares de Santiago de Chile, se vio una bandera que decía: “Si no nos mata el coronavirus, nos mata el hambre”. ¿Es una síntesis de lo que el modelo chileno venía dejando afuera todo este tiempo?
—Sí. Esa es una síntesis no sólo de Chile, sino del resto de Latinoamérica. Aunque nosotros somos de los más desiguales. Aquí no hay derechos para los trabajadores, no hay poder para negociar colectivamente. Y esa es la génesis de la inequidad que tenemos hace años, en un país en el que unos pocos concentran grandes riquezas y la población trabajadora gana un promedio de 320 mil pesos mensuales chilenos, que alcanzan para pagar el arriendo y algunas cuentas, los servicios que además están todos privatizados. Y nos vivimos endeudando, para poder pagar la salud, la educación. Tenemos una gran desigualdad, que encima con la pandemia no hizo más que agudizarse.

—¿Cómo respondió el gobierno de Piñera ante la pandemia, en materia de asistencia a los trabajadores?
—Con su agenda neoliberal, que no cambió en la pandemia, Piñera ha elaborado dos proyectos “estrella”. Uno es el proyecto de suspensión laboral, que hace que nos paguemos con nuestro propio seguro de cesantía, con el fondo de las futuras jubilaciones de los activos, el 85 por ciento de los salarios. Y la otra es la Ley de Teletrabajo, que nos hizo retroceder 200 años, porque tenemos jornadas laborales de más de 12 horas, sin horas extra. La realidad es que los meses que estuvimos en cuarentena, mientras eso pasaba con los trabajadores formales, con los informales -que son muchísimos- pasó que no podían salir a la calle y no podían llevar un pan a su mesa. Ahí la solidaridad y la autogestión permitieron que las organizaciones en el territorio respondan, hubo enorme cantidad de comedores populares que se sumaron a los que ya había.

Todo listo para el plebiscito, en busca de una Constitución más igualitaria en Chile

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