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Petróleo, política y patria

Por Pablo Yurman.- La evocación de la figura de Enrique Mosconi, de cuyo fallecimiento se cumplió el 4 de junio un nuevo aniversario, invita a reflexionar a los argentinos sobre los bienes y recursos estratégicos que deben estar en manos de la Nación.


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Por más que en medio de un año electoral el título de esta nota parezca hacer referencia a un nuevo espacio partidista, lo cierto es que apunta más a un tema no del todo resuelto en nuestro país, que es establecer con claridad cuáles son los recursos estratégicos que deberían estar en manos de la Nación y cuáles, en cambio, aquellas áreas de la economía cuya gestión bien podría quedar a cargo de los particulares.

El petróleo tuvo en la figura del general Enrique Mosconi, de cuyo fallecimiento el 4 de junio de 1940 se cumplió un nuevo aniversario, acaso un ejemplo paradigmático de patriotismo puesto al servicio de la administración de unos de esos recursos estratégicos.

Si bien es conocido que el hallazgo de petróleo en inmediaciones de Comodoro Rivadavia ocurrió casi por azar en 1907, cuando obreros del lugar buscaban agua, pareciera que la dirigencia política no estaba muy de acuerdo sobre cómo manejarse al respecto. Afortunadamente para el país, el sentido de defensa del interés nacional que Hipólito Yrigoyen dio a su primer gobierno también se notó en este tema y fue a fines de su gobierno, en 1922, cuando se creó la empresa estatal Yacimientos Petrolíferos Fiscales. A poco de asumir la presidencia otro radical, Marcelo Torcuato de Alvear, el 19 de octubre de ese mismo año, designó a Enrique Mosconi a su frente, cargo que ocuparía hasta el golpe de Estado de 1930.

Nos dice al respecto el historiador José María Rosa que “el ministro de Agricultura de Alvear, Tomás Le Bretón, era activo y capacitado. Se dijo que Alvear le ofreció cualquier ministerio, eligiendo agricultura, donde desplegaría una obra encomiable. Le Bretón buscó al coronel Enrique Mosconi para director de Yacimientos Petrolíferos Fiscales sin conocerle personalmente y sólo por haber leído algunas opiniones suyas sobre el petróleo. No hubo designación más acertada. Durante los ocho años que permaneció al frente de la repartición (presidencias de Alvear y segunda de Yrigoyen) llevó la empresa fiscal a un progreso extraordinario”. Y citando al futuro presidente constitucional Frondizi, agrega que “‘por encima de cualquier divergencia doctrinaria –dice Arturo Frondizi- Mosconi merece el reconocimiento del país por su capacidad de organización, por su honestidad, por su profunda pasión nacionalista –expresión que le era grato usar- y por ser uno de los argentinos que más contribuyó a crear condiciones de hecho y el estado de conciencia colectiva indispensables para nacionalizar los yacimientos de petróleo y establecer el monopolio fiscal de su explotación’” (Rosa, José María, Historia Argentina).

La evocación de la figura de Mosconi no obedece, con todo, a la pura retórica de circunstancias, sino que invita a reflexionar a los argentinos del presente sobre los bienes y recursos estratégicos que deben estar en manos de la Nación. Claro está que la afirmación anterior da por sentado que “la Nación” actuará con funcionarios de la categoría ética y la eficiencia propias de Enrique Mosconi. Los hay, simplemente hay que promoverlos a puestos dirigenciales.

Vienen a mi memoria las clases de Historia del colegio secundario, en las que el profesor Luis D’Aloisio decía con toda claridad que entre dos extremos igualmente ineptos para la defensa del interés nacional, esto es, de un lado, el liberalismo capitalista que sólo busca el lucro de unos pocos a costa de sacrificar los bienes del pueblo argentino y, del otro lado, un socialismo estatizante que termina generando una economía sin incentivos de ninguna índole, se impone buscar una vía intermedia, que el profesor claramente atribuía al peronismo del período 1946-55 por la cual el Estado, entendido como la Nación jurídicamente organizada, se hace cargo y toma bajo su control sólo los recursos que sean estratégicos, y no otros, para el desarrollo nacional, dejando a la iniciativa privada el resto de la actividad productiva. Y ejemplificaba a sus alumnos así: es posible que en 1946 hubiera sido estratégico que el país, a través del Estado nacional, gestionara las comunicaciones de la época que pasaban, básicamente, por telégrafos y teléfonos. Y es lo que hizo Perón, nacionalizando ambos servicios. Pero sostener que tales servicios deban seguir siendo estatales en los albores del siglo XXI sería anacrónico y contraproducente. En todo caso, el Estado debería asegurarse para sí el control y la gestión de los satélites que orbitan el planeta, que hoy no sólo garantizan soberanía comunicacional sino también precisión en datos sensibles como podrían ser los vinculados con el clima y el alerta temprana en materia meteorológica.

Es positivo que el petróleo, como recurso estratégico nacional, vuelva a manos del pueblo a través del Estado. Pero acaso el mejor homenaje a Mosconi pase hoy por no descuidar otros bienes tan estratégicos como el petróleo, como son, en plena crisis financiera internacional, el oro y otros minerales preciosos, que compañías multinacionales extraen de nuestro suelo sin controles de ningún tipo.

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