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Irreparable

Petit Minustah: los hijos de la miseria que deja la ONU en Haití

El informe “La Conversación” relata 265 casos de bebés cuyos padres son miembros de la misión de Cascos Azules que tuvieron relaciones sexuales con mujeres y niñas por “monedas” o “una comida”


Marie (que no se llama Marie) tenía 14 años y estudiaba en una escuela cristiana cuando conoció a Miguel, miembro de los Cascos Azules de las Naciones Unidas desplegados en Haití. Cuando le anunció que estaba embarazada, Miguel se comprometió a ayudarla, pero regresó a Brasil, su país de origen, y nunca más supo de él. De los mensajes en Facebook que le escribió, no le respondió ninguno.

Al enterarse de que ella estaba embarazada, el padre de Marie la echó de la casa y se fue a vivir con una hermana. Su hijo ahora tiene cuatro años y Marie aún no ha recibido ningún apoyo del Ejército brasileño, una ONG, la ONU o el Estado haitiano. Marie proporciona lo que puede para su hijo, pero no puede permitirse enviarlo a la escuela. Ella trabaja por un salario por hora de 25 gourde (alrededor de 26 centavos de dólar estadounidense) para que ella y su hijo puedan comer.

La historia de Marie no es una excepción. Forma parte de decenas de relatos similares recogidos por Sabine Lee, profesora de Historia en la Universidad de Birmingham, Gran Bretaña, y Susan Bartels, científica en la Universidad de Queen’s, Canadá, y que presentan en un estudio publicado en La Conversación –theconversation.com– una web financiada por un consorcio de universidades. “Pusieron algunas monedas en tus manos y te dejaron un bebé: 265 historias de niños haitianos abandonados por padres de la ONU”, es el título del estudio, en el que se concluye que los cascos azules de Naciones Unidas mantuvieron relaciones sexuales y abusaron de mujeres y niñas haitianas a las que abandonaron junto a sus hijos.

El equipo de investigación realizó 2.500 entrevistas sobre las experiencias de las mujeres y niñas que vivían cerca de las bases militares de la ONU. De ellas, 265 contaron historias que presentaban niños engendrados por personal de la Naciones Unidas. “Que el 10% de los entrevistados mencionara esos niños resalta cuán comunes son realmente esas historias”, destaca el informe.

“Niñas de apenas 11 años fueron abusadas sexualmente y quedaron embarazadas por los miembros de las fuerzas de paz Abandonadas en la miseria para criar a sus hijos solas, a menudo porque los padres eran repatriados una vez que se conocía el embarazo”, agrega.

La Misión de Estabilización de la ONU en Haití (Minustah), la misión de más larga de la Organización en el país (2004-2017), originalmente recibió el mandato de ayudar a las instituciones haitianas locales en un contexto de inestabilidad política y de acción del crimen organizado. Su mandato se extendió luego debido a desastres naturales, especialmente un terremoto en 2010 y el huracán Matthew en 2016, que se sumaron a la volatilidad de la situación política en el país. Después de 13 años de operación, la Minustah cerró en octubre de 2017, haciendo la transición a la Misión de las Naciones Unidas para el Apoyo a la Justicia en Haití (Minujusth).

La Misión original ya no existe,  pero los bebés nacidos de esas relaciones son conocidos como “petits Minustah”, haciendo que una de las misiones más controvertidas de la ONU lo fuera aún más. “Ha sido foco de extensas acusaciones de explotación sexual y abuso”, destaca.

El estudio subraya que varias organizaciones ya informaron de diferentes casos en Haití. “Tuvieron relaciones sexuales con las chicas ni siquiera por dinero, solo por comida, por una comida”, relata uno de los entrevistados. El informe también destaca que hubo casos de abusos sexuales de hombres y niños.

Asimismo, advierte que los fenómenos descritos no son exclusivos del contexto haitiano y el trabajo preliminar que realizan en la República Democrática del Congo “sugiere una situación comparable”.

Ya en 2007, la ONU reconoció que más de 100 Cascos Aazules de Sri Lanka en Haití explotaron a nueve niños entre 2004 y 2007. Los soldados fueron repatriados, pero no castigados.

Las investigadoras advierten que debe detenerse la práctica de la ONU de repatriar a cualquier contigente de la ONU implicado en explotación o abuso sexual ya que tiene una consecuencia doblemente negativa: evita que sea enjuiciado el presunto culpable y la víctima/madre/hijo pierden la oportunidad de obtener apoyo financiero.

Por su parte, Naciones Unidas aseguró que cualquier efectivo que no cumpla con los estándares de desempeño deberá rendir cuentas y añadió que la lucha contra el abuso y la explotación sexual por parte de los cascos azules es una de las prioridades del Secretario General, António Guterres.

Para la investigación de La Coversación, las conclusiones del trabajo permitieron elaborar tres recomendaciones clave.

La primera es la capacitación del personal de la ONU, que debe incluir en la temática “conciencia cultural para mejorar la comprensión del impacto de los diferenciales de poder en las economías frágiles de mantenimiento de la paz” y de las “las consecuencias socioeconómicas para una mujer vulnerable” que significa un embarazo producto de una relación con un miembro del cuerpo de paz.

En segundo lugar, el informe pide detener “la práctica de la ONU de repatriar a cualquier personal implicado en explotación o abuso sexual”, ya que “tiene una consecuencia doblemente negativa: elimina al presunto delincuente de cualquier enjuiciamiento efectivo en los casos de presuntas irregularidades, y los elimina de cualquier jurisdicción dentro de la cual la víctima / hijo / madre de un niño tenga alguna posibilidad de obtener apoyo” para los niños.

En tercer lugar, aunque saluda el nombramiento reciente de la figura del “defensor de los Derechos de las Víctimas” para las personas afectadas por el abuso y la explotación sexual, sostiene que debe ser seguido por una política que permita abordar “las injusticias creadas por la explotación y el abuso a nivel estructural”. Al mismo tiempo, “se le debe permitir convertirse en una poderosa voz de las víctimas, hablando y trabajando en su nombre dentro de la ONU y en colaboración con los países anfitriones y los países que aportan contingentes”.

 

La maldición

En enero de 2010 un terremoto de escala 7 con epicentro a unos 25 kilómetros al oeste de la capital, Puerto Príncipe, arrasó gran parte de Haití, una catástrofe en la murieron entre 100.000 y más de 300.000 personas, según distintas estimaciones.

El país también padeció disturbios políticos en 2015, así como los huracanes Matthew e Irma en 2016 y 2017. Además, tras el sismo estalló una epidemia de cólera de la que se acusa a la contaminación que generó el personal de paz de la ONU.

Cuando sufrió el sismo, Haití ya era el país más pobre del continente. Un año después, sólo se había removido el 5% de los escombros y reconstruido el 15% de las viviendas destruidas.

Ocho años después, más de dos millones de haitianos dependen de la ayuda humanitaria. Millones de dólares en ayuda exterior terminaron en manos de la burocracia local, sin alcanzar a sus habitantes.

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