Política

Sopa caliente o mala leche

Pese al frío y la evidencia, le temen a la solidaridad

No sé si la solidaridad será un valor típico de nuestro pueblo, o algo más universal por nuestras históricas raíces cristianas, pero lo que siempre asoma con mayor o menor fuerza según las circunstancias son esos gestos de dar una mano de manera desinteresada hacia nuestros compatriotas


Osvaldo Pellin / Especial para El Ciudadano

No sé si la solidaridad será un valor típico de nuestro pueblo, o algo más universal por nuestras históricas raíces cristianas, pero lo que siempre asoma con mayor o menor fuerza según las circunstancias son esos gestos de dar una mano de manera desinteresada hacia nuestros compatriotas cuando algunos de ellos son tomados por la desgracia de vivir sin techo en pleno invierno, o por cualquier otra calamidad de las que en este tiempo de cambio climático no escasean en nuestro inmenso territorio.

Se ve allí casi siempre la presencia de organizaciones no gubernamentales (ONG), laicos de buena voluntad, grupos espontáneos, iglesias, etc. cerca de los que necesitan para tenderles una mano. Eso gratifica a todos, hasta a aquellos que no participan. Algunos indecisos pudiendo hacerlo y otros por haber sido superados por su discapacidad.

Lo cierto que las fuerzas civiles suelen estar casi siempre presentes al lado de los necesitados.

Sin embargo no podemos decir que estos gestos gocen de la unanimidad y el apoyo de los gobiernos y sus funcionarios, que siempre ven un sesgo político opositor en aquellos que ayudan.

Habría que tener claro que los protagonistas que ayudan pueden tener alguna militancia, pero no va a ser esa la razón por la que serán valorados y gratificados. Ayudar se hace sin intereses secundarios, porque no hay tiempo en medio de una catástrofe natural, o como en el frío intenso y el dormir sin techo, para ganar la voluntad de algún damnificado. No es ético pero tampoco es la instancia adecuada.

Quien piensa así lo mueve un egoísmo y una suspicacia indecente, porque se cuestiona al que ayuda mientras que el que critica por el temor de perder alguna ventaja política, está en su casa o en una oficina suponiendo intereses subalternos hacia aquellos que están en el teatro del drama.

Es de una bajeza que no tiene perdón.

Algo de eso ocurrió en estos días cuando River Plate y otros clubes abrieron sus puertas para recibir a los sin techo que estaban muriendo de frío, dicho esto no en sentido figurado sino realmente. Se le llamó “opereta kirchnerista”, mientras el que lo decía iba por los canales y las radios difundiendo su infundada crítica en vez de volverse hacia la gente y sumarse para ayudar.

Es que no faltó el funcionario que debería ponerse el sayo por su ausencia personal, encubriendo su inactividad en la especulación que adjudicaba a las instituciones y personas que desinteresadamente sí ayudaban.

En situaciones de emergencia no cabe detenerse suponiendo que quien ayuda lo hace con fines espurios. Hay que arremangarse y ayudar.

La gente sola, los beneficiarios, sabrán reconocer a aquellos que lo han hecho en base a un sacrificio sólo gratificado por lo que alivian, y distinguirlos de quienes pretenden sacar un rédito de cualquier clase por dar una mano al que está sufriendo.

Es de muy mala leche estar discutiendo con qué pureza de conciencia se procede frente al que yace de frío ofreciéndole un plato de sopa caliente o un abrigo.

Médico. Ex diputado nacional por el Movimiento Popular Neuquino, afiliado después al Partido Socialista y colaborador de Guillermo Estévez Boero. De vaconfirma.com.ar

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