El incremento del 28% del salario mínimo vital y móvil dispuesto este miércoles consolida el retraso de los niveles de ese haber de referencia, al punto que sería necesario un aumento del 70% de una sola vez y sin tramos para que en octubre se alcance el nivel real que tenía hace cuatro años.

En salario mínimo fue fijado en enero de 2017 en 8.060 pesos y si se ajustara por la inflación acumulada desde entonces (suponiendo que en octubre la inflación termine siendo del 3%) tendría que ser en el mes en curso de 28.653,30 pesos.

Sin embargo, como se estableció que el 28% de aumento se implemente en tramos, el 12% a aplicarse en octubre llevará el salario mínimo de los 16.875 pesos vigentes a 18.900 pesos.

Para que ese monto alcance el nivel de enero de 2017 más la inflación acumulada, en vez del 12% el aumento tendría que ser del 69,8%.

El acuerdo sellado entre las cámaras empresarias, la CGT y la CTA Nacional y validado por el Ministerio de Trabajo en un encuentro virtual, estableció un aumento del 28%, pero se llegará a cubrir ese porcentaje en marzo de 2021.

El aumento se anunció el mismo día en que el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) difundía la inflación de los últimos doce meses, del 36,6%.

Desde enero de 2017, hasta octubre de 2020, el aumento del salario mínimo, vital y móvil fue del 134,5% y llegará a ser de 168% cuando en marzo de 2021 se complete el 28% de aumento, en tanto la inflación acumulada desde entonces ya es de 255,5%.

De esa manera, si se buscara un “empate” entre el salario mínimo y la inflación, el nivel esperado para marzo de 2021 tendría que haberse fijado para julio de 2019, es decir 20 meses antes.

De todos modos, el deterioro del salario mínimo, vital y móvil no involucra a los representados del encuentro de este miércoles, ya que los haberes de los trabajadores sindicalizados se rigen por negociaciones paritarias, con resultados dispares según el caso.

El repaso de la evolución del salario mínimo en los últimos cuatro años muestra que su carrera contra la inflación se mantuvo relativamente pareja en 2017, si bien también con una leve pérdida de su poder adquisitivo.

El impacto negativo más marcado comenzó a hacerse evidente en 2018, en coincidencia con el rebrote de la inflación, que ese año fue veinte puntos porcentuales más que la del anterior, y la devaluación del peso, que a partir del segundo trimestre comenzó una escalada que continúa en la actualidad.