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Para investigadores, “no hay datos económicos positivos para destacar”

Especialistas calificaron al programa de la gestión Cambiemos como una “declaración de guerra a la industria nacional”.


Alejandro Robba, economista de la agrupación de profesionales y estudiantes de ciencias económicas denominada La Gran Makro, aseguró que en el primer año del gobierno de Mauricio Macri “no hay datos económicos positivos para destacar” y trazó un crítico panorama de cara al 2017 “con estancamiento, menos empleo y mayor pobreza”.

“El fracaso de la política económica se nota en que el segundo semestre será peor que el primero”, destacó el especialista en diálogo con la agencia de noticias NA.

El director de la carrera de Economía de la Universidad de Moreno calificó al programa económico macrista como una “declaración de guerra a la industria nacional”, mientras advirtió sobre el elevado nivel de endeudamiento, que rondaría, entre Nación, provincias y empresas, en unos 50 mil millones de dólares.

En ese sentido, sostuvo que se trata de una “enfermedad silenciosa” que “ahuyenta” inversiones.

Cuestionó al gobierno porque “metió al país en una crisis y recesión, no resolvió los problemas del anterior, sino que los agudizó y creó otros”.

Consideró además que “hoy el problema principal de la economía es el de la estabilidad laboral, lo que hasta el año pasado los sindicatos y trabajadores ni lo mencionaban, porque su único objetivo era el impuesto a las Ganancias”.

En tanto, aseguró que “no se han generado las inversiones y es lógico porque vienen si se crece, no en un país en el que el se hace lo imposible por destruir el mercado interno”.

“La verdad, no veo muchas cosas positivas y el año próximo no vamos a crecer”, pronosticó Robba, fundador de La Gran Makro, un equipo que reúne a académicos y economistas heterodoxos, que apoyaron la gestión del anterior gobierno. “Se la han pasado echando empleados públicos y regalando el mercado interno, cuando hace dos años en todo el mundo los países están buscando una mayor protección de sus mercados internos”, argumentó.

En otro orden, sostuvo que “ahora están todos recalculando y bajando las expectativas de inflación que ve el Banco Central, porque la Universidad Torcuato Di Tella está proyectando un alza del 20 por ciento, en la proyección de los economistas ninguno baja del 22,5 y hasta el FMI la ve por arriba del 15 por ciento que promete el gobierno”.

Robba opinó que la meta de crecimiento económico del 3,5 por ciento “no se puede cumplir, si no cambia en 180 grados la política económica, y al contrario nuestra expectativa es de estancamiento”. “No se va a ver ni siquiera un rebote económico, sino menos empleo, mayor pobreza y desigualdad”, alertó.

Así, insistió: “El alto endeudamiento es la enfermedad silenciosa, que no se ve, porque nos hemos endeudado por más de 50 mil millones de dólares, que no han ido a la inversión productiva, que van a agravar del pago de intereses para años venideros”.

“El año próximo el gobierno va a necesitar otros 35 mil millones, con lo que en dos años va a triplicar la deuda externa, y esto no está en el día a día de los argentinos, pero fue la mecha de la crisis en los 80 y la caída de la convertibilidad”, enfatizó.

Robba señaló que “se está financiando la fuga de capitales con endeudamiento y aumentando la relación deuda-PIB con lo cual las calificadoras van a ver de nuevo mal a la Argentina, con  bajas posibilidades de repago y así tampoco van a llegar las inversiones que se prometieron”.

La CGT invicta: no hizo paro en todo 2016 

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La Confederación General del Trabajo (CGT) privilegió el diálogo y la negociación en el primer año del gobierno de Cambiemos y evitó ir a un paro nacional, aunque continúa creciendo el malestar dentro de las filas de la central obrera ante las políticas económicas implementadas por Mauricio Macri y la caída de las cifras en materia laboral.

Tras un trabajoso proceso de unidad que se inició hace más de un año y se terminó de sellar en agosto último, la CGT atravesó un 2016 complicado, con fuertes internas sobre cómo pararse frente a la flamante gestión de Macri, que incluso amenazaron con dinamitar esa reunificación.

A la rápida y previsible oposición que se activó en los gremios de empleados estatales y docentes mayormente agrupados en las dos CTA, dentro de la propia CGT se generó una división entre “duros” (Pablo Moyano y gremios aliados, además del disidente bancario Sergio Palazzo) y “dialoguistas” (miembros del triunvirato, “gordos” e “independientes”) que, al menos en este primer año, tuvo a los segundos como “ganadores”.

La caída del poder adquisitivo a raíz de las paritarias selladas unos puntos por debajo de la inflación acumulada y la pérdida de puestos de trabajo, tanto en el sector público como en el privado, provocaron un fuerte rechazo en el sindicalismo que se incrementó en mayo con el veto presidencial a la ley antidespidos aprobada en el Congreso y que establecía la prohibición de cesantías por seis meses.  Cuando parecía que los “dialoguistas” ya no tenían margen para que los “duros” impongan la medida de una huelga general, apareció un actor externo influyente, la Iglesia Católica, que exhortó a los sindicatos a “agotar todas las instancias de diálogo” con la Casa Rosada.

Por eso, son muchos los que identifican a la Iglesia, con la mano del Papa Francisco detrás, como la principal responsable de haber desactivado el paro cegetista mediante aquel llamado a mantener la paz social ante un gobierno que no transitaba siquiera su primer año.

En paralelo, el gobierno descomprimió poniendo en marcha una demorada mesa de diálogo tripartita con la CGT y empresarios en la que la entidad de la calle Azopardo obtuvo el compromiso de un pago de un bono navideño para los trabajadores del sector privado.

Además, en el trascurso del año la gestión macrista calmó un poco los ánimos de los gremialistas abonando dos millonarias cuotas de la enorme deuda que el Estado acumuló durante el kirchnerismo con las obras sociales sindicales.

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