Sociedad

Gracias a la pelota

Para esto queríamos la Copa: para abrazarnos, para emocionarnos, para reírnos y llorar

Años de escuchar a los iluminados que desprecian el fútbol popular, que hablan del negocio y la moral, olvidando la alegría del campito y que la FIFA no juega en el potrero federal. Por eso queríamos tanto ser campeones mundiales, simplemente, porque queríamos justicia


La imagen que todos guardan en sus retinas. Messi festejando con la Copa.

Nacho Damiani

Años de escuchar a los iluminados que desprecian el fútbol popular, que hablan del negocio y la moral, olvidando la alegría del campito y que la FIFA no juega en el potrero federal.

Años de que la cultura reprima a los hombres para que no puedan llorar, creando una usina de machitos que, poco a poco, se empieza a desarmar.

(Qué lindas las emociones de Scaloni, Di María, Paredes y Pablito Aimar…)

Años viendo pibes que quedan rotos por no llegar a primera, que no llegan al psicólogo porque no tienen la oportunidad, porque se instaló que ir al psicólogo es sinónimo de debilidad, pero la posta es que hay que hablar y contar, porque el suicidio no da tiempo y llega sin piedad cuando la sociedad no les hace un lugar.

Cuánto vale entonces que esos penales los ataje un arquero que invitó al mundo a psicoanalizarse.

Dibu, ese pibe humilde, que se bancó el desarraigo y que la peleó sin dejar de soñar que lo de ayer iba a ser realidad.

Cuántas veces sintió que quería abandonar y hoy enseña que la psicología es un apoyo para afrontar este mundo de poderes enfermos. Enfermos de deshumanización…

Y ahí están los músculos (y el corazón) sanos de Di María, que supieron cicatrizar en el momento justo, listos para que el destino sea lo suficientemente sabio como para darle una nueva oportunidad.

Así se forjó la Scaloneta. Una selección de momentos del destino, una selección de emociones, una selección guionada para la gloria eterna.

Una selección sana y humana, que integró a los que quedaron afuera de la lista de 26, que tuvo memoria y no se olvidó del proceso, haciendo parte a cada uno de los que aportaron en el camino.

Una selección que incluyó, que abrazó. Con todos y todas adentro, con el lugar preciso de las familias y las compañeras de los futbolistas que fueron visibilizadas con justicia.

Con sus hijes admirando a sus superhéroes de carne y hueso. Héroes alcanzables, humanos, que pifian y se levantan. Que se frustran, que pueden perder las finales que ellos mismos alcanzaron, pero que siguen persistiendo hasta que lo consiguen.

Por eso queríamos tanto ser campeones mundiales, simplemente, porque queríamos justicia.

También por Leo, claro. Por todas las sonrisas que le regaló al piberío del mundo. Messi es el niño eterno que todos tenemos en el alma y que nunca dejó, como Diego, de amar y jugar a la pelota.

Porque sobre todas las cosas se trata de amor.

Ese amor que no entienden los que (ahora sí) empiezan a utilizar el ejemplo exitoso de Messi, para cancelar a Maradona. Esa pequeña minoría de siempre que opera para dividir, desunir, generar internas y desamor.

No soportan que al pueblo le sobra amor para amar a los ídolos por igual.

No soportan el mensaje inclaudicable de dos genios amando a su país.

Insoportable es la violencia cotidiana de esos bobos que no se van pa’ allá, que ven vulgaridad en lugar de belleza; esos mismos que tienen intereses en la división y que raspan, día a día, la autoestima de nuestro pueblo porque les conviene una sociedad quebrada, antes que empoderada. Una sociedad enojada, antes que feliz y organizada.

Muchachos, los vimos. Ya nos dimos cuenta.

Háganse a un lado, que queremos soñar. Soñar con ser campeones del mundo y que ese sueño, de una vez por todas, sea una realidad.

Para esto queríamos la Copa: para abrazarnos, para emocionarnos, para reírnos y llorar.

Porque hay muchas infancias, familias y generaciones rotas que hace tiempo merecen un poco de felicidad.

El pueblo no solo lo merecía, lo necesitaba. Después de tantos esfuerzos haciendo girar la rueda que beneficia a unos pocos, esos que exigen más esfuerzos de los mismos de siempre y que no creen en la Argentina.

Este equipo argentino, unido, humilde, trabajando por un objetivo, con inteligencia, con la “nuestra”, soberanía argentina, la blanquiceleste, también les ganó a ellos.

A los que creen que somos un país de mierda y que el fútbol nos distrae…

Acá se distrae el o la que quiere.

Pudimos ser felices por un rato gracias al fútbol. Porque el fútbol, como el deporte, te rescata.

Porque el fútbol y la política no se puede mezclar, precisamente, porque son lo mismo.

Porque la felicidad del pueblo te la da esta tierra, este baldío, este abrazo con otrxs argentinxs.

Gracias al pueblo argentino porque la felicidad siempre tiene que ser compartida.

Gracias a la pelota.

Gracias a la Argentina, no solo nos sentimos, somos campeones del mundo.

 

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