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Para entender la economía sin aburrirse

Tan provocativa y políticamente incorrecta como su antecesora Freaknomics, llegó a las librerías Superfreaknomics, obra de los economistas Steven D. Levitt y Stephen J. Dubner que analiza en un lenguaje sencillo un conjunto de fenómenos económicos desarrollados a partir de situaciones domésticas.

Tan provocativa y políticamente incorrecta como su antecesora Freaknomics, llegó a las librerías Superfreaknomics, obra de los economistas Steven D. Levitt y Stephen J. Dubner que analiza en un lenguaje sencillo un conjunto de fenómenos económicos desarrollados a partir de situaciones domésticas.

¿Fue la televisión la que provocó un aumento del crimen? ¿En qué se parece una prostituta a Papá Noel? ¿Qué tienen en común los huracanes, los ataques al corazón y las muertes en ruta? Interrogantes como éstos, que cualquier desprevenido asociaría a una mente alocada, son la base de sustentación de Superfreaknomics.

Disparadores similares utilizaron el catedrático de economía de la Universidad de Chicago Steven D. Levitt y el periodista Stephen J. Dubner hace cinco años cuando lanzaron Freaknomics, un decálogo de rarezas humanas con base económico-científica que vendió más de cuatro millones de ejemplares y fue traducido a más de 35 idiomas.

El acierto de los economistas radica en vincular los típicos libros sobre la materia y los temas de la economía moderna con los hechos, personas y elementos cotidianos como el fútbol, la policía, la tecnología, el aborto, el espectáculo, la medicina, la música, la historia o el sexo.

Con esta serie, Levitt y Dubner otorgaron visibilidad a una corriente llamada “economía de la atención” –de la cual el presidente norteamericano Barack Obama es fiel seguidor y hoy está muy de moda en muchos países del mundo– que se ocupa de cuestiones del estilo ¿qué es más peligroso: manejar borracho o caminar borracho? o ¿puede un cambio de sexo multiplicar tu sueldo?

Superfreaknomics, editado por el sello Debate, presenta una serie de historias sin una aparente unión entre ellas pero articuladas por un denominador común: la gente responde a los incentivos, aunque no necesariamente de maneras predecibles o evidentes.

Lejos de la nomenclatura canónica, Levitt y Dubner aplican de manera sencilla y dinámica las herramientas y la metodología de la economía a los problemas cotidianos, con lo cual se obtienen resultados que, en su conjunto, resultan ser altamente reveladores.

Los autores facilitan al lector enormes cantidades de datos al servicio de distintas teorías que analizan de qué modo se comportaría el oncólogo típico, el terrorista o el estudiante universitario en una situación concreta. Y lo más importante: la razón profunda de ese comportamiento. 

Muchas de las ideas articuladas en la obra probablemente no sean de mucha utilidad, incluso puede que ni siquiera sean concluyentes. Sin embargo, como advierten los autores, eso no es relevante dado que lo importante “es iniciar una conversación, no tener la última palabra”.

En las historias que aborda el libro se evidencia que los hombres se mueven exclusivamente por interés, desde la chica lesbiana que detesta a los hombres pero que ejercería la prostitución si le pagasen el doble, hasta el urólogo que cuenta cómo consigue que los médicos se laven las manos después de orinar a través de incentivos.

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