Coronavirus

Crónicas de cuarentena

Pandemia con recreo disciplinado: un regreso hacia donde nada es lo que parece

Mientras esperamos el arribo de la “segunda ola”, los chicos y chicas vuelven a frecuentar la escuela “material”. Una decisión que responde a múltiples variables, entre las cuales la desigualdad en el acceso a las tecnologías, el plato de comida diario que brindan muchas instituciones, son claves


Elisa Bearzotti

Especial para El Ciudadano

En momentos en que la segunda ola de la pandemia está haciendo estragos en varios países de Europa y América latina, las autoridades argentinas se enfrentan a un serio dilema: el comienzo de clases presenciales en todo el territorio de la Nación. Con fuertes reclamos de varios sectores –padres, organismos internacionales, representantes de instituciones políticas y civiles– la necesidad de volver a las aulas “materiales” responde a múltiples variables, entre las cuales la desigualdad en el acceso a las tecnologías, el plato de comida diario que brindan muchas instituciones, y el resguardo de distintas formas de violencia doméstica, no resultan menores.

Unicef Argentina, uno de los organismos que ha hecho oír su voz, indicó que “a medida que avanza el segundo año de la pandemia de covid-19, es fundamental priorizar los esfuerzos para regresar a la educación presencial, en las mejores condiciones posibles de seguridad, en todas las escuelas del país”. Desde la organización aseguraron, además, que “el impacto del cierre de las escuelas ha sido devastador a nivel mundial, afectando los aprendizajes, la protección y el bienestar de niños, niñas y adolescentes”.

“La evidencia muestra que son los chicos y chicas más vulnerables quienes sufren las peores consecuencias”, concluyen.

Es que la escuela, más allá de su función primaria en el aprendizaje, tiene un rol central en el bienestar integral de niños, niñas y adolescentes. Como en muchos países, a nivel local se ha identificado el impacto secundario de esta emergencia en la psiquis de chicos y chicas, quienes han manifestado cambios que afectan su desarrollo emocional y cognitivo, como los hábitos de sueño y alimentación en los más pequeños, y angustia y depresión en los mayores.

Por el momento, y para garantizar un protocolo sanitario estricto, las autoridades nacionales pretenden implementar un sistema “mixto”, por el cual los chicos asistirán a clases en semanas intercaladas. Por esta razón, el gobierno nacional oficializó la medida que permite a los padres pedir licencia para cuidar a sus hijos los días que su jornada escolar se realice desde el hogar. La resolución 60/2021, recientemente publicada en el Boletín Oficial indica que “se considerará justificada la inasistencia del progenitor, progenitora, o persona adulta responsable a cargo, cuya presencia en el hogar resulte indispensable para el cuidado del niño, niña o adolescente”.

Sin embargo, a pesar de la cantidad de voces que vienen reclamando una pronta y segura “vuelta a clases” en 2021, en este momento las consecuencias de semejante decisión aún resultan una incógnita. Con un verano que no ha mostrado demasiada convicción sobre el fortalecimiento de la conciencia social de la población, es difícil medir el impacto de la “segunda ola” de contagios, la cual llegará más temprano que tarde dada la lentitud con que se viene implementando el sistema de vacunación.

El modelo epidemiológico de olas fue propuesto en abril pasado porque se ajusta muy bien a la coreografía de propagación que ensaya el virus en el mundo y en el país. Entrevistado por el periódico Página 12, el biotecnólogo Ernesto Resnik brindó algunas precisiones sobre el comportamiento de la pandemia, y afirmó que “mientras el virus no se vaya, seguirá habiendo olas, con picos en que la gente se contagia más y se incrementa la inmunidad”. “Aunque cada ola es distinta a la anterior; como cada vez hay más gente que ya se contagió, cada vez hay menos personas susceptibles a la infección”, enfatizó Resnik.

Según los especialistas, el inicio de la segunda ola coincidirá con el descenso de las temperaturas y, con ello, la modificación de las dinámicas sociales. Básicamente durante otoño e invierno las personas dejan de reunirse en espacios al aire libre y prevalecen los encuentros en espacios cerrados y desprovistos de ventilación. “Se habla de segunda ola siempre que existe un aumento de casos que se prolonga en el tiempo y que se asemeja a lo que sucedió meses atrás, cuando llegamos a tener 18 mil contagios diarios. En diciembre y enero experimentamos una nueva escalada en la cantidad de infectados que, afortunadamente, fue corta”, expresa en la misma nota Martín Hojman, médico del Hospital Rivadavia y miembro de la Sociedad Argentina de Infectología (Sadi). Y continúa: “El clima tiene que ver, no de manera directa sino por lo que genera: con el frío la ventilación disminuye y las personas tienden a estar más cerca y a frecuentar menos lugares abiertos”.

Por fortuna son muchas las cosas que se han aprendido con respecto a marzo de 2020, y hoy el escenario es distinto. En la actualidad, los gobiernos de todo el mundo optan por estrategias de mitigación diversificadas: el confinamiento sin opción es matizado con cuarentenas intermitentes, con cierres en horarios nocturnos, o bien, con aislamientos segmentados y específicos de acuerdo a la incidencia del patógeno en los territorios. Pero lo que no ha cambiado es la convicción de los sanitaristas de que el único modo de evitar la propagación del covid-19, un virus que aún no devela todas sus aristas, es el aislamiento.

Así las cosas, los niños y niñas deberán acostumbrarse a otro escenario escolar. Cuesta imaginarse cómo se verán las escuelas sin el revoloteo de guardapolvos en los patios, sin el apretujamiento de cuerpos en los momentos de ingreso y egreso, sin los abrazos que refuerzan la amistad recién adquirida en los primeros días de clase. ¿Acaso en los colegios de la pandemia volverán las viejas filas, aunque esta vez con un celoso respeto por el enfáticamente recomendado metro y medio o dos de distanciamiento? ¿Acaso las marcas amarillas pintadas en el suelo terminen expresando un nuevo modo de disciplina para las generaciones que no aceptan límites? ¿Acaso los miedos podrán más que la ingenua alegría desplegada en los recreos? Una vez más, el mundo deberá reinventarse para mantenerse en pie, y son los jóvenes quienes, como siempre, indican el camino a seguir. La escuela hoy, quizás nos muestre el modelo de las nuevas formas de convivencia… un modo especular para poder, al igual que Alicia, empezar a encontrar sentido allí donde no lo hay, donde nada es lo que parece.

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