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Pami II: grave denuncia de vecinos de Arroyito

Debieron llevar ellos mismos en camilla a un anciano que se desplomó en su casa. Indignación y protesta.

¿Obra social de los jubilados o autoservicio? “Bueno, llévense una camilla y tráiganlo ustedes”, fue la increíble –y única– concesión que logró arrancar un grupo de vecinos de Arroyito a una malhumorada médica del Pami II, luego de dos horas de infructuosos intentos para que allí se atendiera a un conocido afiliado del barrio, que se había desplomado inconciente en su casa ubicada a escasos 50 metros del Policlínico. Más de siete horas transcurrieron desde el primer pedido de atención para Valentín S., de 78 años, hasta la realización –en otro efector– de la tomografía computada que permitiera aportar claridad al diagnóstico tentativo de ACV y posible derrame cerebral efectuado en la guardia del Policlínico. Allí mismo, a la octogenaria hermana del paciente, y a varios vecinos movilizados ante tanta pasividad, les habían explicado que contaban con tres ambulancias propias disponibles pero, pequeño detalle, ninguna de ellas contaba con chofer. Según los testimonios –coincidentes– de los vecinos, esto es sólo una parte de lo ocurrido el pasado domingo 26: una larga saga de nueve horas en la que deben contabilizarse infructuosos llamados tanto al Sies como al servicio 911, malos procedimientos y hasta horarios “mal anotados” en actas que, si se omitiera la gravedad del hecho, podría calificarse como una comedia de enredos.

Cuando la doctora del Pami II accedió de mala gana a “prestar” una camilla para que los vecinos ingresaran por su cuenta a Valentín S. al Policlínico, para luego reprocharles que en casos así lo que debían hacer es llevarlo “alzado” hasta el efector, la historia ya tenía dos horas. En efecto, a esa altura Josefina S., de 82 años, había cruzado dos veces la calle Ferreira hasta la guardia del Pami II solicitando en vano que enviaran una ambulancia para trasladar a su hermano. Tenía que cursar el pedido por teléfono, le dijeron. Y como la mujer no lo tiene, pidió a sus  vecinos que cumplieran con el requisito burocrático de marras para que ahora la negativa de atención se basara en que el afiliado Valentín S. no figuraba en el padrón correspondiente, un “error” más tarde reconocido como tal.

Otros dos vecinos insistieron entonces de cuerpo presente en la guardia, pero sólo para ser protagonistas del siguiente capítulo de la saga. “No puedo dar una solución que no está en mis manos”, y “No se nos permite atender una persona fuera del ámbito del Policlínico”, fue la excusa, según el relato de  Mauro B. y Nicolás T., que sin inmutarse ofreció el médico encargado del sector.

La impotencia amenazó con hacer carne en los vecinos, pero movilizó al barrio. Los dos mismos jóvenes que fueron a la guardia corrieron hasta la comisaría 9ª para realizar una denuncia por abandono de persona en un desesperado intento para “sensibilizar” al personal del efector. Pero otra vez sin resultado. En la seccional explicaron que sólo podían actuar si concurría un familiar de la víctima. Sin embargo, se comprometieron a llamar al Sies para que enviara una de sus ambulancias. En Arroyito todavía esperan ese móvil, como también a la persona que debía estar al otro lado de la línea del 911 y nunca atendió los reiterados discados a ese número que se supone de “urgencia”.

Otros dos vecinos, Américo G. y Oscar B., regresaron al ingreso de Pami. Es entonces cuando el médico de guardia se comunica con el sector de ambulancias sólo para que desde allí le informen que hay tres vehículos disponibles pero inmovilizados: no hay ningún chofer que los conduzca. Entonces, y malhumorada ante los reclamos por la falta de reacción ante el presumible riesgo de vida para el paciente, una médica les dice: “Llévense una camilla y tráiganlo ustedes”.

A las 16, y tras permanecer dos horas en el piso helado del baño de su casa, por fin Valentín ingresó a la guardia para ser atendido. Allí le dan el diagnóstico presunto de ACV y posible hemorragia cerebral, y comunican que le deben realizar una tomografía para corroborar o descartar esa presunción, para lo cual debía ser trasladado al sanatorio Rosendo García.

Como, ya se dijo, las ambulancias del Pami no tenían quién tomara el volante, informan que el traslado iba a ser realizado por la empresa Ecco, con quien el Policlínico tiene un convenio o contrato, y que ese servicio había sido pedido para las 17. Dos horas después, ante la nueva tardanza y la continua desidia del personal del efector, los vecinos que acompañaban a Valentín vuelven a reclamar y les contestan que el servicio de emergencias tiene una demora estimada de “entre una y cinco horas”. Finalmente, la ambulancia arriba a las 17.30. Marcela C. se sube al vehículo para acompañar al paciente y se entera, por boca de los médicos de la empresa privada, que el llamado para que concurrieran al Pami II lo habían recibido minutos antes. O sea, dos horas y media después de lo que en el Policlínico anotaron en sus planillas.

Pero hay más. Otra complicación esperaba al afiliado de la obra social de los jubilados. Desde Pami no habían informado al Rosendo García que le enviaban un paciente para una tomografía –tampoco le dijeron al personal de Ecco que el hombre tenía un marcapasos–, por lo que no se encontraba en el lugar el técnico que debía realizar la práctica. Así, hay que sumar otros 40 minutos en un frío pasillo de sanatorio a lo que se suponía era una carrera para evitarle la muerte o daños irreparables a una persona de 79 años.

Recién a las 22 Valentín regresa con Ecco y la tomografía al Pami. Una hora después era trasladado a una habitación común, desde donde lo llevan –ya el lunes 27– a terapia intensiva tras haber sufrido un paro respiratorio.

Aunque el paciente está hoy internado y presuntamente fuera ya de peligro, el enojo de los vecinos ante tanta desaprensión sigue intacto. Y reclaman que se investigue –y sancione si corresponde– la falta de atención, el presunto falseamiento en las actas y la ausencia de choferes para las ambulancias.

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