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Pakistán: la lucha de las mujeres para acceder a un baño

Se ven obligadas a realizar sus necesidades fisiológicas en el medio del campo a la intemperie. Esta situación provoca la propagación de enfermedades como la fiebre tifoidea, el cólera, la disentería y la hepatitis. Para los hombres, arraigados a una cultura ultra machista, no son una prioridad


Hasta donde alcanza a recordar, Ayeesha Siddiqua siempre peleó con los hombres para tener acceso a los baños, pero las medidas del primer ministro Imran Khan para mejorar las instalaciones de saneamiento podrían facilitar la vida a las mujeres en el patriarcal Pakistán.

“Yo les digo: Ustedes pueden ir donde quieran, ¡pero mis movimientos están limitados!”, dice Siddiqua, de unos 60 años, en Basti Ameerwala, una pequeña localidad agricultora en el centro de la provincia de Panyab, donde los residentes llevan generaciones haciendo sus necesidades al aire libre.

Las mujeres del pueblo se vieron obligadas a esconder sus necesidades fisiológicas a los ojos de la conservadora y profundamente patriarcal sociedad, contaron a la AFP Siddiqua y otras de las residentes.

Se retienen durante las largas jornadas de trabajo en los campos para poder aprovechar la oscuridad de la noche, cuando se enfrentan a serpientes, perros o incluso desagradables encuentros con hombres desconocidos, cuenta la nuera de Siddiqua, Tahira Bibi, con el rostro cubierto por un velo marrón.

“Solía limitar mi consumo de agua y comer menos para evitar ir al baño durante el día”, contó la mujer, de 35 años, describiendo una estrategia usada por todas las mujeres a las que entrevistó la AFP en la región.

Sin embargo, el último mes y medio Tahira Bibi no tuvo que esperar, ya que delante de su casa se levantó una pequeña cabaña de ladrillos rojos con un retrete.

La iniciativa fue de una ONG paquistaní, Lodhran Pilot Project (LPP), cuyo equipo llegó hasta la remota aldea para defender la higiene, principalmente, cuentan, entre los hombres.

No son una prioridad

En la región, proporcionar retretes es una responsabilidad de los hombres, según Altaf Hussain, de LPP.

“Cuando les preguntamos, están avergonzados de que sus mujeres tengan que defecar fuera”, cuenta. “Nos dicen que nunca habían pensado en los retretes. Seguramente mienten. Pueden gastar dinero en televisores, fumar u otras cosas, pero las letrinas no son una prioridad”.

A eso se suma una cuestión cultural: “La gente considera rutina que se defeque al aire libre. Sostienen que sirve de fertilizante para sus suelos. No están al tanto de sus consecuencias”.

Según la agencia de la ONU para la infancia, 22 millones de paquistaníes hacen sus necesidades al aire libre. En las zonas rurales, solo 48% de la población tiene acceso a retretes, frente al 72% en las ciudades.

La fiebre tifoidea, el cólera, la disentería y la hepatitis son comunes. Quienes no mueren “suelen perder la capacidad de absorber los nutrientes”, dice Kitka Goyol, experto de Unicef agua e higiene.

Tahira Bibi dice que uno de sus cuatro hijos murió debido a “problemas de estómago”, mientras que otro estaba en situación crítica. “Pensamos que era la voluntad de Dios”, reconoció.

Orgulloso

Según la ONU, la falta de baños le cuesta a Pakistán hasta 2.500 millones de dólares al año.

Imran Khan, quien fue elegido primer ministro en agosto, prometió el mes pasado “erradicar el déficit de baños en el país para 2023”.

Su gobierno lanzó una gran iniciativa social y medioambiental que busca modificar comportamientos en cuestiones como la higiene, dijo el ministro para el Cambio Climático, Amin Aslam, sin proporcionar más detalles.

Las agencias caritativas como LPP, que no forma parte de este programa, ya allanan el camino en lugares como Basti Ameerwala, donde 15 de cada 60 hogares tienen ya letrinas.

En la cercana aldea de Chah Jamalianwala, donde también trabaja LPP, la proporción es de 35 de 60 casas.

Mohammad Nasir, un hombre de 45 años, es uno de los últimos que dio el paso.

Como muchos otros hombres de la zona, no consideraba que un baño fuera una prioridad, tras haber hecho sus necesidades al aire durante 28 años y haber gastado su dinero en una antena parabólica, un televisor y un panel solar.

Al final, después de que su médico le advirtiera sobre la salud de su esposa, equipó su pequeña propiedad con unas letrinas sin tejado.

La construcción le costó 15.000 rupias (110 dólares), el salario de un mes. Pero dice que se siente “orgulloso” por tener finalmente un aseo.

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