En uno de los salones del Club Italiano (Buenos Aires 1252) un grupo de jóvenes con capacidades diferentes tomaba clases de danza folclórica. Ellos zapateaban con energía al ritmo de la música mientras ellas giraban con sus polleras de colores. Es que allí funcionan los talleres que dicta la Asociación Padres por la igualdad Rosario (Applir) destinado a jóvenes con discapacidad intelectual.
Applir surgió en 2006 por un grupo de padres que no encontraban un lugar de integración social para sus hijos. A partir de esa carencia se juntaron y decidieron conformar esta asociación que hoy en día integra a setenta y cinco jóvenes con capacidades diferentes. Primero surgió como un taller de salsa y luego las propuestas se fueron multiplicando. “Lo que se busca a través de los talleres es la integración social y que aprendan a compartir”, apuntó María Rosa Julián, presidente de la Asociación Padres por la igualdad Rosario.
Las opciones son variadas. Talleres de árabe, folclore, música, salsa, teatro, letras, economía y clases de tenis son algunas de las propuestas que ofrece la organización para jóvenes que padecen algún tipo de discapacidad. Hasta no hace mucho tiempo se dictaba también un taller de panificación pero al terminarse la concesión del bar del club tuvo que cerrarse. La mayoría de los talleres son dictados por psicólogos y profesores de educación especial que acompañan a los jóvenes en todo momento.
Applir tiene además entre sus objetivos capacitar a los jóvenes para una salida laboral. Es por ello que durante dos oportunidades se capacitó a un grupo de interesados para trabajar como asistente de mozo. La experiencia fue positiva mientras duró la pasantía por la cual los chicos se desempeñaron trabajando en bares y hoteles de la ciudad. Desde la asociación aseguraron que “esto va a tener una continuidad en la medida que se tomen a los jóvenes, sino se sigue capacitando y no se encuentra un ámbito laboral para insertarlos”.
La capacitación formó parte del programa de inserción laboral denominado Up Down que estuvo dictado por un equipo de profesionales integrado por asesores gastronómicos, psicólogos y psicopedagogos.
Las ideas y proyectos son muchos. Este año Applir firmó un convenio con la Universidad Nacional de Rosario por el cual siete chicos de la fundación se capacitaron como asistente de administración y se espera que para el año que viene haya nuevas propuestas.
“No solo los chicos tienen contención, los padres también. Es por eso que las puertas están siempre abiertas a todos los padres para escucharlos y contenerlos en sus problemas”, explicó Julián.
Muchos de los padres que integran la comisión directiva de la asociación se conocían de la escuela especial “Un lugar para aprender” donde asisten sus hijos. Tal es el caso de María Rosa Julián, cuya hija María Emilia asiste a los talleres que dicta la fundación. Emilia padece síndrome de Down y el año pasado se capacitó como asistente de mozo y trabajó un año en un bar céntrico de la ciudad. “Esto le dio una autonomía que no tenía. Se sintió como persona realizada porque empezó a hacer proyectos de vida y si bien ahora no tiene trabajo, le sirvió mucho”, contó la mamá.
Graciela Marasco es otra de las mamás e integrante de la comisión directiva. Su hijo Pablo, de 23 años, sufre de un trastorno de desarrollo. Estuvo trabajando como asistente de mozo en un hotel del centro durante seis meses. “Esto para mi hijo fue muy productivo porque afianzó su personalidad y logró mayor independencia”, contó orgullosa Graciela. Sin embargo no duda en afirmar que “la inclusión laboral es muy difícil. Sólo uno de los capacitados continúa trabajando hasta el día de hoy en un emprendimiento familiar”.
“No tenemos otro lugar donde llevar a los chicos”, explicó la mamá de Luciana, una joven de 26 años que asiste a Applir seis veces por semana para tomar clases de panificación, teatro, folclore y árabe. Luciana asiste además al instituto “Mundo Posible” donde se la capacita para una inserción laboral. La falta de espacios de contención e integración es una preocupación de muchas de las mamás. “Los chicos van a un baile que lo organiza una escuela especial pero sólo cada quince días. A fines de noviembre se termina y durante el verano no tienen donde poder ir a bailar”, agregó una de las mamás.
“He pasado por diferentes escuelas que me han cerrado las puertas”, se quejó otra de las madres presentes. Lidiar con la búsqueda de una escuela que los acepte es otra de las preocupaciones con las que los padres conviven a diario. “La mayoría de las escuelas comunes no los aceptan y las escuelas especiales privadas tienen costos altísimos”, agregaron. Tal es el caso de Norma que contó que “en este momento estoy con un problema en la escuela porque los costos son elevados y la obra social no paga a término”.
Sentada en una de las salas del club se encontraba Antonella, de 20 años. “Hago teatro y tenis en la asociación porque en un futuro quiero ser artista y tenista. Durante estos días estamos ensayando una obra de teatro que se llama El mago Merlín y que se va a estrenar a fin de año”, contó entusiasmada la joven. Antonella está en cuarto año del colegio La Salle y asegura ser una muy buena estudiante. “Me la paso estudiando todo el tiempo y soy muy responsable con todas las cosas que hago”, agregó. Responde con mucha seguridad a cada pregunta que se le hace y asegura que le encanta ayudar. Es por eso que todos los sábados asiste a un grupo de catequesis especial en la Iglesia de la Guardia para colaborar en la celebración de la misa.
La necesidad de un espacio
La asociación está necesitando un espacio adecuado para poder continuar con el taller de panificación y un lugar propio para poner en marcha nuevos talleres. Además, se necesitan empresas que ofrezcan fuentes de trabajo para los jóvenes. Para contactarse con la institución pueden comunicarse a los teléfonos 4850932 o 155870612 o por medio del correo electrónico info@applir.org.ar.
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